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Levítico 26:32 - Biblia Castilian 2003

32 Yo mismo devastaré el pa s hasta tal punto que vuestros enemigos, que serán quienes lo habiten, se quedarán horrorizados.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

32 Asolaré también la tierra, y se pasmarán por ello vuestros enemigos que en ella moren;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

32 Yo mismo devastaré su tierra, y los enemigos que vengan a apoderarse de ella quedarán horrorizados de lo que verán.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

32 Yo devastaré la tierra de tal modo que sus mismos enemigos quedarán admirados y asombrados cuando vengan a ocuparla.

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La Biblia Textual 3a Edicion

32 Yo mismo asolaré el país, de modo que queden de ello asombrados vuestros enemigos que en él se establezcan.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

32 Yo mismo devastaré el país hasta tal punto que vuestros enemigos, que serán quienes lo habiten, se quedarán horrorizados.

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Levítico 26:32
28 Referans Kwoze  

Y este templo se convertirá en ruinas, de tal modo que todo el que pase ante él quedará pasmado y silbará y se preguntará: '¿Por qué Yahveh ha tratado as a este pa s y a este templo?'.


Mirad a Yahveh que despuebla la tierra, la deja yerma, cambia su faz, dispersa a sus habitantes:


Haré de ella un erial: no se podará ni escardará, crecerán cardos y abrojos; mandaré a las nubes que no lluevan sobre ella.


A mis o dos gritó Yahveh Sebaot: s, muchas casas serán asoladas; grandes y hermosas, pero sin habitantes.


'¿Hasta cuándo, Se or?' - pregunté -. Y él me respondió: 'Hasta que queden las ciudades asoladas y sin habitantes, las casas sin hombres, el campo desolado como un desierto.


Nuestra santa y espléndida casa, donde te alabaron nuestros padres, se ha vuelto pasto del fuego, y todas nuestras cosas más queridas en ruinas están.


la han dejado arrasada, está de luto ante m, desolada. Todo el pa s está devastado, pero nadie lo lamentaba.


para hacer de su pa s un horror, una rechifla perdurable. Todo el que pasa por él se asombra y menea la cabeza.


Haré de esta ciudad un horror y una rechifla: todo el que pase por ella quedará horrorizado y rechiflará a causa de todas sus heridas.


Todo este pa s será una ruina, una desolación, y servirán al rey de Babilonia setenta a os.


a Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus pr ncipes, para hacer de ellos una ruina, una desolación, una rechifla y una maldición, como sucede hoy;


Como un león, abandonó él su guarida; su pa s se ha trocado en desierto ante la espada destructora, ante su ira furibunda.


As dice Yahveh: 'En este lugar, acerca del cual vosotros dec s: 'Es una ruina, sin hombres y sin animales', en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que están desoladas, sin hombres, sin habitantes y sin animales, se volverá a o r


as dice Yahveh Sebaot, Dios de Israel: 'Vosotros mismos habéis visto toda la desgracia que he tra do sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Miradlas: hoy son una ruina, donde no hay un solo habitante,


Yahveh no pod a soportar más ante la maldad de vuestras obras, ante las abominaciones que comet ais, y por eso, vuestro pa s se ha convertido en desierto, horror y maldición, sin que haya un solo habitante, como sucede hoy.


¿Quién es tan sabio que entienda esto? ¿A quién habló la boca de Yahveh, que pueda explicarlo? ¿Por qué el pa s se ha perdido, está abrasado como el desierto, sin que nadie pase?


No hubieran cre do los reyes de la tierra Lámed ni los habitantes todos del orbe que pudiera el adversario y el enemigo cruzar las puertas de Jerusalén.


por el monte de Sión, que está devastado. ¡Las raposas se pasean por él!


Serás el escarnio, el blanco de insultos, la lección y el espanto de las naciones que te rodean, cuando ejecute contra ti la sentencia con ira, furor y castigos sin piedad. Yo, Yahveh, he hablado.'


Inclina tu o do, Dios m o, y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras ruinas y la ciudad sobre la cual se invoca tu nombre; pues no te presentamos nuestras súplicas confiando en nuestras buenas obras sino en tus grandes misericordias.


en el primer a o de su reinado, yo, Daniel, me puse a investigar en las Escrituras el número de los a os que, según la palabra de Yahveh al profeta Jerem as, deber an pasar sobre la ruina de Jerusalén: eran setenta a os.


La higuera no echará brotes, no darán fruto las vi as, fallará el producto del olivo, los campos no darán alimentos, faltarán las ovejas en el aprisco, no habrá vacas en los establos;


Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed que su devastación está cerca.


y causarás asombro, irrisión y mofa en todos los pueblos a los que Yahveh te llevará.


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