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Levítico 26:31 - Biblia Castilian 2003

31 Convertiré vuestras ciudades en montones de ruinas, derribaré vuestros santuarios y no aspiraré ya más vuestros aromas calmantes.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

31 Haré desiertas vuestras ciudades, y asolaré vuestros santuarios, y no oleré la fragancia de vuestro suave perfume.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

31 Haré que sus ciudades queden desoladas y destruiré sus lugares de culto pagano. No me agradaré de sus ofrendas, las cuales deberían ser un aroma agradable para mí.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

31 Reduciré a escombros sus ciudades y devastaré sus santuarios, no me agradará más el perfume de sus sacrificios.

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La Biblia Textual 3a Edicion

31 Pondré vuestras ciudades en ruina, destruiré vuestros santuarios y no oleré más el aroma aplacador de vuestros sacrificios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

31 Convertiré vuestras ciudades en montones de ruinas, derribaré vuestros santuarios y no aspiraré ya más vuestros aromas calmantes.

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Levítico 26:31
45 Referans Kwoze  

Aspiró Yahveh el calmante aroma y dijo Yahveh en su corazón: 'No volveré ya más a maldecir la tierra por causa del hombre, pues los designios del corazón del hombre son malos desde su ni ez, ni volveré a castigar más a todo viviente, como lo he hecho.


'Por haberse conmovido tu corazón y por haberte humillado tú ante Yahveh al o r lo que he pronunciado contra este lugar y sus habitantes, que se han de convertir en objeto de desolación y maldición, y por haber rasgado tus vestiduras y llorado en mi presencia, yo también te he escuchado. ¡Oráculo de Yahveh!


Luego incendiaron el templo de Dios, demolieron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos los objetos preciosos.


Y me respondieron: 'El resto salvado, los que se han librado de la cautividad, están ahora all en la provincia llenos de aflicción y de afrenta. La muralla de Jerusalén está llena de brechas, y sus puertas están destruidas por el fuego'.


Luego les dije: 'Vosotros mismos veis la triste situación en que nos hallamos: Jerusalén está en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego. Vamos a reconstruir la muralla de Jerusalén. ¡No seamos ya más objeto de oprobio!'.


pero dije al rey: '¡Viva el rey por siempre! ¿Cómo no ha de estar triste mi semblante, cuando la ciudad en que están los sepulcros de mis padres está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego?'.


Vuestro pa s, un desierto; vuestras ciudades, incendiadas; vuestra tierra, ante vosotros, extranjeros la devoran. Es un desierto, como una destrucción a mano de extranjeros.


'¿Hasta cuándo, Se or?' - pregunté -. Y él me respondió: 'Hasta que queden las ciudades asoladas y sin habitantes, las casas sin hombres, el campo desolado como un desierto.


Por poco tiempo ha pose do tu pueblo santo el pa s; nuestros enemigos han pisoteado tu santuario.


Tus santas ciudades están desiertas, Sión en desierto se ha convertido, Jerusalén, en desolación.


Quien inmola un toro, también mata a un hombre; quien sacrifica una oveja, también desnuca a un perro; quien ofrece libación, también ofrece sangre de cerdo; quien presenta incienso, también alaba a un dolo. Como ellos eligen sus propios caminos y su alma se complace en sus horrores,


Pero si no escucháis estas palabras, juro por m mismo - oráculo de Yahveh - que esta casa vendrá a ser una ruina.


entonces haré de este templo como del de Siló, y haré de esta ciudad una maldición para todas las naciones de la tierra.


¿Por qué profetizas en nombre de Yahveh, diciendo: 'Este templo quedará como Siló, y esta ciudad será arrasada sin que quede un habitante?''. Y todo el pueblo se amotinó contra Jerem as en el templo de Yahveh.


Miré, y ¡ay! el vergel era un desierto, y todas sus ciudades estaban derruidas ante la presencia de Yahveh, ante su ira furibunda.


Pues as dice Yahveh: 'Todo el pa s será un desierto; voy a darle el golpe de gracia'.


Sube un león desde la selva, se ha puesto en camino un devastador de naciones, ha salido de su residencia para hacer de tu pa s un desierto: arruinadas serán tus ciudades sin quedar un habitante.


as dice Yahveh Sebaot, Dios de Israel: 'Vosotros mismos habéis visto toda la desgracia que he tra do sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Miradlas: hoy son una ruina, donde no hay un solo habitante,


Por eso se volcó mi furor y mi ira y abrasó las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, que se han convertido en ruina y desolación, como sucede hoy'.


Incendió el templo, el palacio del rey y todas las casas de Jerusalén; prendió fuego también a todas las casas importantes.


¿Quién es tan sabio que entienda esto? ¿A quién habló la boca de Yahveh, que pueda explicarlo? ¿Por qué el pa s se ha perdido, está abrasado como el desierto, sin que nadie pase?


¡Ay, cómo se sienta solitaria Álef la ciudad populosa! Es como una viuda la grande entre las naciones. La princesa entre las provincias está sujeta a tributo.


Su mano tendió el opresor Yod a todos sus tesoros; ella vio a las naciones entrar en su santuario, aquellas a las que prohibiste entrar en tu asamblea.


Forzó, como la de un jard n, su cerca, Váu derribó su lugar de reunión. Yahveh hizo olvidar en Sión fiestas y sábados; rechazó en el furor de su ira al rey y al sacerdote.


Desde ó su altar el Se or, Zain profanó su santuario; entregó los muros de sus palacios en poder del enemigo; éste gritó en la casa de Yahveh como en d a de fiesta.


Las ciudades habitadas serán destruidas, el pa s quedará hecho un desierto y sabréis que yo soy Yahveh''.


Para degollar está aguzada, para brillar como el rayo está bru ida.


'Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Jerusalén, vaticina hacia los santuarios, profetiza contra el pa s de Israel.


'Di a la casa de Israel: as dice el Se or Yahveh: mirad: voy a profanar mi santuario, orgullo de vuestra potencia, encanto de vuestros ojos, y anhelo de vuestras almas; y vuestros hijos y vuestras hijas, los que habéis dejado, caerán a espada'.


En todos los lugares donde resid s, las ciudades serán arruinadas y las alturas devastadas, para que sean arruinados y devastados vuestros altares, rotos y destruidos vuestros dolos, destrozados vuestros braseros de incienso y exterminadas vuestras obras.


a los viejos, a los chicos y chicas, a los ni os y mujeres, matadlos, acabad con ellos, pero no toquéis a ninguno de los marcados con la cruz. Comenzad por mi santuario'. Comenzaron, pues, por los ancianos que estaban delante del templo.


Entonces el rey Nabucodonosor, cayó rostro en tierra, se postró ante Daniel y mandó que le ofrecieran oblaciones y perfumes.


Los altos lugares de Isaac serán devastados, y los santuarios de Israel destruidos; yo me alzaré con la espada contra la casa de Jeroboán'.


Justamente por vuestra culpa, Sión será arada como un campo, Jerusalén reducida a un montón de ruinas y el monte del templo a un cerro de maleza.


He exterminado naciones, sus torreones han sido derruidos, he dejado desiertas sus calles, no hay en ellas un solo transeúnte; están asoladas sus ciudades, ni un solo hombre queda en ellas, ni un solo habitante.


Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que el plazo de los gentiles se cumpla.


porque le hemos o do decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos transmitió Moisés'.


Porque si después de haber aceptado el conocimiento de la verdad volvemos a pecar deliberadamente, ya no queda más sacrificio expiatorio por los pecados,


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