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Lamentaciones 1:1 - Biblia Castilian 2003

1 ¡Ay, cómo se sienta solitaria Álef la ciudad populosa! Es como una viuda la grande entre las naciones. La princesa entre las provincias está sujeta a tributo.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

1 ¡Cómo ha quedado sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, La señora de provincias ha sido hecha tributaria.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Jerusalén, antes colmada de gente, ahora está desierta. La que en su día fue grande entre las naciones ahora queda sola como una viuda. La que antes era la reina de toda la tierra ahora es una esclava.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Ay, qué solitaria quedó Jerusalén, la ciudad tan poblada. Como una viuda quedó la grande entre las naciones. La ciudad que dominaba las provincias tiene ahora que pagar impuestos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 a ¡Cómo ha quedado solitaria la ciudad populosa! ¡Cómo se convirtió en viuda la grande de las naciones! ¡La princesa de provincias se ha tornado tributaria!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Álef. ¡Ay, cómo se sienta solitaria la ciudad populosa! Es como una viuda la grande entre las naciones. La princesa entre las provincias está sujeta a tributo.

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Lamentaciones 1:1
38 Referans Kwoze  

El Faraón Necó lo mandó encadenar en Riblá, en el pa s de Jamat, para que no reinara en Jerusalén, e impuso al pa s una contribución de cien talentos de plata y un talento de oro.


Joaqu n tuvo que entregar la plata y el oro al Faraón; pero para entregar el dinero exigido por el Faraón se vio obligado a gravar al pa s y a exigir plata y oro a la gente del pa s, a cada uno según su capacidad, para dárselo al Faraón Necó.


Dominaba sobre todos los reyes, desde el Éufrates hasta el pa s de los filisteos y hasta la frontera de Egipto.


Hubo en Jerusalén reyes poderosos que reinaron en todo el territorio de la Transeufratina, a los que se pagaban tributos, impuestos y gabelas.


Y otros a ad an: 'Hemos tomado dinero prestado a cuenta de nuestros campos y de nuestras vi as para pagar el tributo al rey.


Sus abundantes frutos son para los reyes que tú nos impusiste por nuestros pecados; a su antojo disponen de nuestras personas y de nuestros ganados. ¡En qué gran angustia nos hallamos!'.


All iban las tribus las tribus de Yahveh - ejemplo de Israel -, para alabar el nombre de Yahveh.


¡Cómo has ca do del cielo, lucero brillante, estrella matutina, derribado por tierra, vencedor de naciones!


henchida de alborotos, ciudad estrepitosa, villa bullanguera? Tus ca dos no cayeron a espada, no murieron en campa a.


Se lamentarán y gemirán sus puertas, y tú, desolada, te sentarás en tierra.


Dirás en tu corazón: '¿Quién me dio a luz a éstos, si yo no ten a hijos y era estéril, estaba desterrada y apartada? A éstos, ¿quién los crió? Mirad: yo me hab a quedado sola; ¿éstos, pues, dónde estaban?'.


El Se or Yahveh me abrió el o do y yo no me opuse, no me eché atrás.


Sacúdete el polvo, levántate, siéntate, Jerusalén; desata las correas de tu cuello, cautiva, hija de Sión;


¡Qué hermosos en los montes los pies del mensajero, pregonero de la paz, mensajero de la dicha, pregonero de la salvación, que dice a Sión: 'Reina tu Dios'.


No temas, que no quedarás avergonzada, no te abochornes, que no quedarás confundida, pues olvidarás la vergüenza de tu solter a y no recordarás la afrenta de tu viudedad.


Porque as dice Yahveh: 'Gritad de alegr a por Jacob, exultad por la primera de las naciones, proclamad, cantad y decid: 'Salvó Yahveh a su pueblo, al resto de Israel'.


Godol as, hijo de Ajicán, hijo de Safán, les hizo, a ellos y a sus hombres, el siguiente juramento: 'No temáis servir a los caldeos, estableceos en el pa s, servid al rey de Babilonia, y os irá bien.


y dijeron al profeta Jerem as: '¡Ojalá llegue ante ti nuestra súplica! Ruega a Yahveh, tu Dios, por nosotros, por todo este resto, pues de muchos que éramos quedamos unos pocos, como estás viendo con tus propios ojos,


as dice Yahveh Sebaot, Dios de Israel: 'Vosotros mismos habéis visto toda la desgracia que he tra do sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Miradlas: hoy son una ruina, donde no hay un solo habitante,


Por eso se volcó mi furor y mi ira y abrasó las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, que se han convertido en ruina y desolación, como sucede hoy'.


¡Ay, cómo se ha roto y se ha quebrado el martillo de toda la tierra! ¡Ay, cómo se ha vuelto un espanto Babilonia entre las naciones!


¿Quién es tan sabio que entienda esto? ¿A quién habló la boca de Yahveh, que pueda explicarlo? ¿Por qué el pa s se ha perdido, está abrasado como el desierto, sin que nadie pase?


Llamé a mis amantes, Qof pero ellos me han abandonado. Mis sacerdotes y mis ancianos perecieron en la ciudad mientras buscaban el sustento que les conservara la vida.


¡Ay, cómo oscureció en su ira Álef el Se or a la hija de Sión! Precipitó del cielo a la tierra el esplendor de Israel; no se acordó del escabel de sus pies el d a de su ira.


En tierra están, sentados y mudos, Yod los ancianos de la hija de Sión; echaron ceniza sobre sus cabezas, se ci eron de saco; bajaron la cabeza hasta el suelo las doncellas de Jerusalén.


¡Ay, cómo se ha ennegrecido el oro, Álef cómo se ha alterado el oro más fino! Están esparcidas las piedras sagradas por todas las esquinas de las calles.


Cayó la corona de nuestra cabeza. ¡Ay de nosotros, porque hemos pecado!


Todos los pr ncipes del mar descenderán de sus tronos, se quitarán sus mantos, se despojarán de sus vestiduras recamadas, se vestirán de espanto, se sentarán en tierra, se estremecerán sin descanso y estarán consternados por ti.


'Hijo de hombre, por haber dicho Tiro de Jerusalén: '¡Qué bien! ya está rota la puerta de los pueblos; ya ha vuelto a mi poder. ¡Voy a llenarme! ¡Ya queda devastada!'.


As habla el Se or Yahveh: 'Ésta es Jerusalén. En el centro de las naciones la hab a colocado yo, con pa ses en su entorno.


Convertiré vuestras ciudades en montones de ruinas, derribaré vuestros santuarios y no aspiraré ya más vuestros aromas calmantes.


A vosotros os dispersaré entre las naciones y desenvainaré la espada detrás de vosotros. Vuestro pa s será arrasado y vuestras ciudades reducidas a escombros.


Ésta es la ciudad alegre, que viv a confiada y dec a en su corazón: '¡Yo, y nadie más que yo!'. ¡Cómo ha sido devastada! ¡Es una guarida de fieras! Todo el que pase por ella silbará y agitará su mano.


Por todo cuanto se glorificó y se entregó al lujo, dadle otro tanto de tormento y llanto. Porque dice en su corazón: 'Estoy sentada como reina, no soy viuda y jamás veré el llanto'.


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