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Juan 5:35 - Biblia Castilian 2003

35 Juan era la lámpara que arde y que ilumina, aunque vosotros sólo por un momento quisisteis gozar de su luz.'

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

35 Él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

35 Juan era como una lámpara que ardía y brillaba, y ustedes se entusiasmaron con su mensaje durante un tiempo;

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Biblia Católica (Latinoamericana)

35 Juan era una antorcha que ardía e iluminaba, y ustedes por un tiempo se sintieron a gusto con su luz.

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La Biblia Textual 3a Edicion

35 Él era la antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo° en su luz.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

35 Juan era la lámpara que arde y que ilumina, aunque vosotros sólo por un momento quisisteis gozar de su luz.'

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Juan 5:35
18 Referans Kwoze  

Pero Abisay, hijo de Servia, lo protegió, hirió al filisteo y le mató. Entonces los hombres de David lo conjuraron y le dijeron: 'No salgas más con nosotros al combate, para que no apagues la lámpara de Israel'.


Los israelitas ve an que la tez del rostro de Moisés resplandec a. Después Moisés volv a a colocar el velo sobre su rostro, hasta que entraba de nuevo a hablar con Yahveh.


Se acercan a ti como a una asamblea popular y mi pueblo se sienta delante de ti; oyen tus palabras, pero no las cumplen, porque de boca muestran mucho afecto, pero su corazón va tras sus negocios.


Los sabios brillarán como el resplandor del firmamento; y los que ense aron a muchos la justicia, como las estrellas, por siempre jamás.'


Os lo aseguro: entre los nacidos de mujer, no ha surgido uno mayor que Juan el Bautista. Con todo, el más peque o en el reino de los cielos es mayor que él.


Pero, si respondemos de los hombres, tenemos miedo al pueblo, porque todos consideran que Juan es profeta'.


Acud an a él de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, ellos confesaban sus pecados y él los bautizaba en el r o Jordán.


porque Herodes sent a respeto por Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y procuraba resguardarlo; cuando lo o a, quedaba muy perplejo, aunque lo escuchaba con gusto.


Yo os digo: entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan. Con todo, el más peque o en el reino de Dios es mayor que él'.


Desde entonces, muchos de sus disc pulos se volvieron atrás y ya no andaban más con él.


Nos confirma as la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte el d a y salga el lucero de la ma ana en vuestro corazón.


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