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Juan 4:38 - Biblia Castilian 2003

38 Yo os envié a cosechar lo que vosotros no habéis trabajado; otros realizaron su trabajo, y de él os habéis aprovechado vosotros'.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

38 Yo los envié a ustedes a cosechar donde no sembraron; otros ya habían hecho el trabajo, y ahora a ustedes les toca levantar la cosecha.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

38 Yo los he enviado a ustedes a cosechar donde otros han trabajado y sufrido. Otros se han fatigado y ustedes han retomado de su trabajo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

38 Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis labrado; otros han labrado, y vosotros habéis entrado en su labor.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

38 Yo os envié a cosechar lo que vosotros no habéis trabajado; otros realizaron su trabajo, y de él os habéis aprovechado vosotros'.

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Juan 4:38
20 Referans Kwoze  

Yahveh, Dios de sus padres, les envió mensajeros sin cesar, porque sent a compasión por su pueblo y por su morada.


Os envié a su tiempo y sin cesar a todos mis siervos, los profetas, diciendo: 'No hagáis esas cosas abominables que detesto'.


Recorr a toda Galilea, ense ando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando en el pueblo toda enfermedad y toda dolencia.


éste vino para ser testigo, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por él.


Como tú me enviaste al mundo, también yo los voy a enviar al mundo.


Porque en esto se cumple el proverbio: uno es el que siembra y otro es el que siega.


Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer, que atestiguaba: 'Me ha adivinado todo lo que he hecho'.


Los que aceptaron su palabra se bautizaron. Y se les agregaron aquel d a cerca de tres mil personas.


Uno era el corazón y una el alma de la muchedumbre de los que hab an cre do, y nadie consideraba propio nada de lo que pose a, sino que todo lo ten an en común.


Pero muchos de los que oyeron el discurso abrazaron la fe y llegó su número, contando sólo los hombres, a unos cinco mil.


Cada d a se agregaban nuevos creyentes en el Se or, multitud de hombres y de mujeres,


La palabra de Dios se propagaba y el número de disc pulos se multiplicaba extraordinariamente en Jerusalén, e incluso una gran multitud de sacerdotes abrazaban la fe.


Nuestra jactancia no nos lleva a traspasar la medida aprovechándonos de trabajos ajenos; por el contrario, tenemos esperanza de que, creciendo la fe entre vosotros, creceremos hasta el desbordamiento de nuestra medida,


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