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Juan 19:39 - Biblia Castilian 2003

39 Llegó también Nicodemo, aquel que al principio fue a buscar a Jesús de noche, con una mezcla de mirra y áloe como de unas cien libras de peso.

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Biblia Reina Valera 1960

39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

39 Lo acompañó Nicodemo, el hombre que había ido a ver a Jesús de noche. Llevó consigo unos treinta y tres kilos de ungüento perfumado, una mezcla de mirra y áloe.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

39 También fue Nicodemo, el que había ido de noche a ver a Jesús, llevando unas cien libras de mirra perfumada y áloe.

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La Biblia Textual 3a Edicion

39 También había ido Nicodemo (el que al principio acudió a Él de noche°), llevando una mezcla de mirra y áloe como de cien libras.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

39 Llegó también Nicodemo, aquel que al principio fue a buscar a Jesús de noche, con una mezcla de mirra y áloe como de unas cien libras de peso.

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Juan 19:39
15 Referans Kwoze  

Mandó después José a sus servidores médicos que embalsamaran a su padre, y los médicos embalsamaron a Israel.


Fue sepultado en el sepulcro que para s hab a excavado en la Ciudad de David. Lo pusieron en un lecho lleno de bálsamos y aromas, preparados según el arte de la perfumer a. Y en su honor encendieron una hoguera extraordinariamente grande.


Tú amas la justicia y aborreces la maldad, por eso el Se or tu Dios te ha ungido con óleo de alegr a, de entre tus compa eros.


he perfumado mi lecho con mirra, con áloe y cinamomo.


Saquito de mirra es mi amado para m descansando entre mis pechos;


de nardo y de azafrán, canela y cinamomo, con los árboles todos del incienso, de la mirra y de áloe, y las especies mejores de los bálsamos.


Hasta que expire el d a y las sombras se alarguen me iré a la monta a de la mirra, a la colina del incienso.


La ca a cascada no la quebrará, y no apagará la mecha mortecina, hasta que haga triunfar el juicio


Pues muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.


Entrando en la casa, vieron al ni o con Mar a, su madre y, postrados en tierra, lo adoraron. Abrieron luego sus cofres y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.


Pasado ya el sábado, Mar a Magdalena, Mar a, la madre de Santiago, y Salomé compraron sustancias aromáticas para ir a ungirlo.


Mar a, tomando una libra de perfume auténtico de nardo, de mucho precio, ungió los pies de Jesús y se los enjugó con los cabellos. La casa se llenó del aroma del perfume.


Pero Jesús dijo: 'Déjala: que lo reserve para el d a de mi sepultura.


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