Desde los d as de nuestros padres hasta hoy hemos cometido muy graves faltas; y por nuestras iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes fuimos entregados al poder de los reyes de otras naciones, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a la afrenta que cubre nuestro rostro, como en este d a.
La madre de siete hijos desfalleció, exhaló su alma; su sol se puso siendo aún de d a; quedó avergonzada y consternada. Lo que de ellos queda, lo entregaré a la espada ante sus enemigos' - oráculo de Yahveh -.
Tu propia maldad te castiga, tus apostas as te escarmientan. Reconoce y advierte que es malo y amargo el haber dejado a Yahveh, tu Dios, y que en ti no se halle mi temor - oráculo del Se or Yahveh Sebaot -.
Pero Yahveh está conmigo como guerrero potente, por eso mis perseguidores tropezarán y nada podrán; están totalmente avergonzados porque nada consiguen: ignominia eterna que no podrá olvidarse.
Acostémonos sobre nuestra vergüenza, y nuestra ignominia nos cubra; pues contra Yahveh, nuestro Dios, hemos pecado, nosotros y nuestros padres, desde nuestra juventud hasta hoy, y no hemos escuchado la voz de Yahveh, nuestro Dios.
¡Mira! ¡Oye! Gritos de socorro de la hija de mi pueblo, por todo el pa s a la redonda: ¿no está Yahveh en Sión, no está en ella su rey? ¿Por qué me han irritado con sus estatuas, con los dolos del extranjero?
Escuchad, pues, mujeres, la palabra de Yahveh, y reciba vuestro o do la palabra de su boca; ense ad a vuestras hijas el lamento y unas a otras la eleg a: