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Jeremías 44:7 - Biblia Castilian 2003

7 Ahora, as dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: '¿Por qué os hacéis tan grave da o a vosotros mismos, exterminando de en medio de Judá a hombres y mujeres, a ni os y lactantes, de forma que no os quede ni un resto,

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Biblia Reina Valera 1960

7 Ahora, pues, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis tan grande mal contra vosotros mismos, para ser destruidos el hombre y la mujer, el muchacho y el niño de pecho de en medio de Judá, sin que os quede remanente alguno,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 »Ahora, el Señor Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, les pregunta: ¿por qué se destruyen ustedes mismos? Pues ninguno de ustedes sobrevivirá: ningún hombre, mujer o niño de entre ustedes que haya venido aquí desde Judá, ni siquiera los bebés que llevan en brazos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Y ahora, Yavé, Dios de los Ejércitos, Dios de Israel, les pregunta: '¿Por qué se hacen tanto mal ustedes mismos? Ustedes van a hacer que se acaben los hombres, las mujeres y los niños de la raza de Judá, hasta que no quede nadie,

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Y ahora, dice YHVH Sebaot, Dios de Israel: ¿Por qué hacéis vosotros un mal tan grande contra vuestras propias almas, para cortar de los vuestros a hombres y mujeres, jóvenes y niños de pecho de en medio de Judá, sin que os quede remanente alguno;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Ahora, así dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: '¿Por qué os hacéis tan grave daño a vosotros mismos, exterminando de en medio de Judá a hombres y mujeres, a niños y lactantes, de forma que no os quede ni un resto,

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Jeremías 44:7
28 Referans Kwoze  

Conspiran contra s mismos, acechan contra su propia vida.


Quien rechaza la instrucción desprecia su vida, quien escucha la reprensión se hace sensato.


El malvado se enreda en sus propias maldades y es capturado en el lazo de su culpa.


Mas quien peca contra m, a s mismo se da a; todos los que me odian, aman la muerte.


Y no vayáis tras otros dioses para servirlos y adorarlos, ni me ofendáis con las obras de vuestras manos, para que no os haga mal.


Pero no me habéis escuchado - oráculo de Yahveh -, de modo que me habéis ofendido con las obras de vuestras manos para desgracia vuestra.


¿Lo condenó a muerte Ezequ as, rey de Judá, y todo Judá? ¿No temió a Yahveh y aplacó la faz de Yahveh, y as se arrepintió Yahveh del mal que hab a predicho contra ellos? ¿Y nosotros bamos a cargarnos con un delito tan grande?'.


La vergüenza devoró el fruto del trabajo de nuestros padres desde nuestra juventud, sus reba os y sus vacadas, sus hijos y sus hijas.


Y Jerem as dijo a Sedec as: 'As dice Yahveh, Dios Sebaot, Dios de Israel: si te pasas voluntariamente a los jefes del rey de Babilonia, salvarás tu vida, y esta ciudad no será quemada por el fuego; vivirás tú y los de tu casa.


Os enga abais con peligro de vuestras vidas cuando me mandasteis a Yahveh, vuestro Dios, diciéndome: 'Ruega por nosotros a Yahveh, nuestro Dios; y de acuerdo en todo con lo que diga Yahveh, nuestro Dios, comun canoslo y lo haremos'.


de modo que el resto de Judá que ha venido a residir en el pa s de Egipto no tendrá ni un escapado ni un evadido. En cuanto a volver al pa s de Judá, adonde ellos mismos desean volver para establecerse all, ciertamente no volverán, salvo algunos fugitivos'.


al ofenderme con las obras de vuestras manos, por incensar a otros dioses en el pa s de Egipto, adonde habéis venido a residir, resultando as que os extermináis y os convert s en una maldición y un oprobio en todas las naciones de la tierra?


contigo martillé hombres y mujeres, contigo martillé viejos y jóvenes; contigo martillé chicos y chicas;


¿Es a m a quien ofenden? - aráculo de Yahveh -. ¿No es más bien a s mismos, para su propia vergüenza?


Caerá el cadáver del hombre, como estiércol en pleno campo y como gavilla detrás del segador, sin que haya quien lo recoja''.


Mis ojos se consumen por las lágrimas, Kaf hierven mis entra as. Se derramó por tierra mi hiel a causa del desastre de la hija de mi pueblo, al ver que ni os y lactantes desfallec an en las plazas de la ciudad.


Convocaste, como a un d a de fiesta, Tau mis terrores en todo alrededor; no hubo, en el d a de la ira de Yahveh, quien escapase ni quedase con vida. A los que llevé en mis brazos y crié los exterminó mi enemigo.


Diles: por mi vida - oráculo del Se or Yahveh -, que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Convert os, convert os de vuestra mala conducta. ¿Por qué queréis morir, casa de Israel?'


a los viejos, a los chicos y chicas, a los ni os y mujeres, matadlos, acabad con ellos, pero no toquéis a ninguno de los marcados con la cruz. Comenzad por mi santuario'. Comenzaron, pues, por los ancianos que estaban delante del templo.


Has tramado el deshonor para tu casa: derribando a pueblos numerosos te perjudicaste a ti mismo.


Allá fuera, la espada los privará de hijos, y allá dentro reinará el espanto tanto en el joven como en la doncella, en el ni o de pecho igual que en el anciano.


Entregaron al anatema, al filo de la espada, cuanto hab a en la ciudad: hombres y mujeres, ni os y ancianos, y hasta el ganado mayor y menor, y los asnos.


Y esto es lo que debéis hacer: entregaréis al anatema a todo varón y a toda mujer que haya conocido varón'.


Ahora, pues, vete a derrotar a Amalec y condénalo al anatema con cuanto le pertenezca, sin sentir compasión de él. Darás muerte a todos, hombres y mujeres, adolescentes y ni os de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos'.


Y Saúl, por su parte, pasó a filo de espada a Nob, la ciudad de los sacerdotes: hombres y mujeres, muchachos y ni os de pecho, bueyes, asnos y ovejas cayeron al filo de espada.


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