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Jeremías 36:10 - Biblia Castilian 2003

10 Baruc leyó entonces en el libro las palabras de Jerem as en el templo de Yahveh, en la sala de Guemar as, hijo de Safán, el secretario, en el atrio superior, a la entrada de la Puerta Nueva del templo de Yahveh, y todo el pueblo escuchaba.

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Biblia Reina Valera 1960

10 Y Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías en la casa de Jehová, en el aposento de Gemarías hijo de Safán escriba, en el atrio de arriba, a la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová, a oídos del pueblo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Baruc leyó al pueblo las palabras de Jeremías, escritas en el rollo. En el templo, se paró frente a la habitación de Gemarías, hijo de Safán, el secretario. Esa habitación estaba junto al atrio superior del templo, cerca de la entrada de la puerta Nueva.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Entonces Baruc leyó a todo el pueblo las palabras de Yavé contenidas en el libro, a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yavé, en la habitación de Guemarías, hijo de Safán.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Y Baruc leyó a oídos del pueblo las palabras del rollo de Jeremías en la Casa de YHVH, en el aposento de Gemarías ben Safán, el escriba, en el atrio superior, a la entrada de la puerta nueva de la Casa de YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Baruc leyó entonces en el libro las palabras de Jeremías en el templo de Yahveh, en la sala de Guemarías, hijo de Safán, el secretario, en el atrio superior, a la entrada de la Puerta Nueva del templo de Yahveh, y todo el pueblo escuchaba.

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Jeremías 36:10
17 Referans Kwoze  

Sevá era el secretario; y Sadoc y Abiatar eran sacerdotes.


Sadoc, hijo de Ajitub, y Abiatar, hijo de Ajimélec, eran sacerdotes; Serayas era secretario;


Construyó, además, el atrio interior con tres hileras de piedras talladas y una hilera de tablones de cedro.


Pero no desaparecieron los lugares altos, y el pueblo segu a ofreciendo sacrificios y quemando incienso en ellos. Fue él quien restauró la puerta superior del templo de Yahveh.


Eliaqu n, hijo de Jilqu as, mayordomo de palacio, Sebná, el secretario, y Joaj, hijo de Asaf, el cronista, se presentaron a Ezequ as con las vestiduras rasgadas y le refirieron las palabras del copero mayor.


El a o dieciocho del rey Jos as envió el rey a Safán, el secretario, hijo de Asal as, hijo de Mesulán, al templo de Yahveh, con este encargo:


Cuando los pr ncipes de Judá tuvieron noticia de estas cosas, subieron desde el palacio real al templo de Yahveh y se sentaron a la entrada de la puerta nueva del templo de Yahveh.


Sin embargo, la mano de Ajicán, hijo de Safán, veló por Jerem as, para que no fuera entregado en manos del pueblo y le dieran muerte.


por medio de Elasá, hijo de Safán, y de Guemar as, hijo de Jilqu as, a quienes Sedec as, rey de Judá, hab a enviado a Babilonia, a Nabucodonosor, rey de Babilonia:


y los llevé al templo de Yahveh, a la sala de los hijos de Janán, hijo de Yigdal as, hombre de Dios, que está junto a la sala de los pr ncipes, por encima de la sala de Maas as, hijo de Salún, guardián del vest bulo.


Cuando Miqueas, hijo de Guemar as, hijo de Safán, oyó todas las palabras de Yahveh que estaban en el libro,


Y cuando Elnatán, Dela as y Guemar as instaron al rey para que no quemara el rollo, no sólo no les hizo caso


Pero irás tú, y en el d a de ayuno leerás a los o dos del pueblo, en el templo de Yahveh, las palabras de Yahveh que has escrito en el rollo a mi dictado. Las leerás también a los o dos de todos los jud os que vengan de sus ciudades.


Baruc, hijo de Ner as, hizo todo de acuerdo con lo que le hab a mandado el profeta Jerem as y leyó en el libro las palabras de Yahveh en el templo de Yahveh.


sino que es Baruc, hijo de Ner as, quien te incita contra nosotros, para entregarnos en mano de los caldeos, a fin de que nos maten o nos deporten a Babilonia'.


En la ciudad prendió al eunuco que estaba encargado de los hombres de guerra, a siete hombres de los cortesanos del rey que se hallaban en la ciudad, al secretario del jefe del ejército que reclutaba la gente del pa s, y a sesenta hombres del pueblo que se hallaban en la ciudad.


Hab a una sala cuya entrada estaba en el vest bulo de la puerta; all se lavaban las v ctimas para el holocausto.


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