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Jeremías 34:22 - Biblia Castilian 2003

22 Estoy dando ya la orden - oráculo de Yahveh - para hacerlos volver a esta ciudad, a fin de que luchen contra ella, la tomen y la entreguen al fuego; pues de las ciudades de Judá voy a hacer un desierto, sin habitantes'.

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Biblia Reina Valera 1960

22 He aquí, mandaré yo, dice Jehová, y los haré volver a esta ciudad, y pelearán contra ella y la tomarán, y la quemarán con fuego; y reduciré a soledad las ciudades de Judá, hasta no quedar morador.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

22 llamaré a los ejércitos babilónicos para que regresen. Pelearán contra esta ciudad, la conquistarán y la incendiarán. Me aseguraré de que todas las ciudades de Judá sean destruidas y que nadie viva allí”».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

22 Pues ahora les doy una orden para que vuelvan. Atacarán esta ciudad y la tomarán para pegarle fuego. Y de las ciudades de Judá no quedarán más que ruinas solitarias.

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La Biblia Textual 3a Edicion

22 Yo lo he ordenado, dice YHVH, y los haré volver a esta ciudad, para que peleen contra ella y la conquisten, y le prendan fuego. Y haré que las ciudades de Judá queden desoladas y sin habitantes.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

22 Estoy dando ya la orden -oráculo de Yahveh- para hacerlos volver a esta ciudad, a fin de que luchen contra ella, la tomen y la entreguen al fuego; pues de las ciudades de Judá voy a hacer un desierto, sin habitantes'.

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Jeremías 34:22
36 Referans Kwoze  

Y a adió David a Abisay y a todos sus servidores: 'Si mi hijo, que salió de mis entra as, atenta contra mi vida, ¿cuánto más ahora un benjaminita? Dejadle que me siga maldiciendo, pues se lo manda Yahveh.


Apresaron al rey y lo subieron a Riblá, ante el rey de Babilonia, quien dictó sentencia contra él.


Incendió el templo de Yahveh, el palacio del rey y todas las casas de Jerusalén; prendió también fuego a todas las casas importantes.


En efecto, Dios mandó contra ellos al rey de los caldeos, quien mató a filo de espada a los mejores dentro del recinto del santuario, sin perdonar a jóvenes ni a doncellas, a ancianos ni a encanecidos. Dios los entregó a todos en sus manos.


He dado una orden a mis consagrados, he convocado a los guerreros de mi ira, entusiastas de mi gloria.


Sólo queda en la ciudad desolación; triturada está la puerta como escombrera.


¿Pero nunca lo has o do? Desde lejanos tiempos lo tengo preparado, desde tiempos remotos lo hab a planeado, y ahora lo voy a ejecutar. Tú redujisite a montones de ruinas ciudades fortificadas;


'¿Hasta cuándo, Se or?' - pregunté -. Y él me respondió: 'Hasta que queden las ciudades asoladas y sin habitantes, las casas sin hombres, el campo desolado como un desierto.


Nuestra santa y espléndida casa, donde te alabaron nuestros padres, se ha vuelto pasto del fuego, y todas nuestras cosas más queridas en ruinas están.


por la que bramaban leoncillos, daban su rugido? Hicieron de su pa s un desierto, sus ciudades fueron incendiadas, no queda un solo habitante.


Los caldeos que combaten contra esta ciudad entrarán, la pasarán a fuego y la quemarán, junto con las casas en cuyas terrazas incensaron a Baal y libaron libaciones a otros dioses para ofenderme.


As dice Yahveh: 'En este lugar, acerca del cual vosotros dec s: 'Es una ruina, sin hombres y sin animales', en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que están desoladas, sin hombres, sin habitantes y sin animales, se volverá a o r


as dice Yahveh, Dios de Israel: 'Vete a hablar a Sedec as, rey de Judá, y dile: 'Mira: voy a entregar esta ciudad en mano del rey de Babilonia, que le prenderá fuego.


Todas tus mujeres y tus hijos serán llevados a los caldeos. Tú no escaparás de su mano, sino que serás apresado por la mano del rey de Babilonia; y a esta ciudad se le prenderá fuego'.


Los caldeos prendieron fuego al palacio real y a las casas de la población y derribaron las murallas de Jerusalén.


Sube un león desde la selva, se ha puesto en camino un devastador de naciones, ha salido de su residencia para hacer de tu pa s un desierto: arruinadas serán tus ciudades sin quedar un habitante.


Yahveh no pod a soportar más ante la maldad de vuestras obras, ante las abominaciones que comet ais, y por eso, vuestro pa s se ha convertido en desierto, horror y maldición, sin que haya un solo habitante, como sucede hoy.


Por la ira de Yahveh no está habitada, toda ella es una paramera. Todo el que pase por Babel se espantará y silbará ante todas sus heridas.


Incendió el templo, el palacio del rey y todas las casas de Jerusalén; prendió fuego también a todas las casas importantes.


se abrió una brecha en la ciudad. Entonces, todos los hombres de guerra huyeron de noche de la ciudad por el camino de la puerta que hab a entre los dos muros del jard n del rey, y aunque los caldeos ten an cercada la ciudad, se fueron por el camino de la estepa.


¿Quién es tan sabio que entienda esto? ¿A quién habló la boca de Yahveh, que pueda explicarlo? ¿Por qué el pa s se ha perdido, está abrasado como el desierto, sin que nadie pase?


¡Ay, cómo se sienta solitaria Álef la ciudad populosa! Es como una viuda la grande entre las naciones. La princesa entre las provincias está sujeta a tributo.


Puesto que desanimáis el corazón del justo con enga os cuando yo no le contristo, y vigorizáis las manos del malvado, de modo que no se convierta de su mala conducta para que viva,


¿Suena la trompeta en la ciudad sin que la gente se alarme? ¿Hay en la ciudad una desgracia que no haya dispuesto Yahveh?


La tierra se convertirá en desierto por causa de sus habitantes, en pago de sus obras.


El ángel de Yahveh tomó la palabra y dijo: 'Yahveh Sebaot, ¿hasta cuándo seguirás sin apiadarte de Jerusalén y de las ciudades de Judá? Son ya setenta los a os que estás airados contra ellas'.


Los he dispersado entre todas las naciones que no conoc an. y la tierra quedó desolada cuando se fueron, sin que nadie transitara por ella. As han convertido en desierto un pa s delicioso'.


Entonces el rey se enfureció y, enviando sus tropas, acabó con aquellos asesinos y les incendió la ciudad.


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