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Isaías 28:1 - Biblia Castilian 2003

1 ¡Ay de la orgullosa corona de los ebrios de Efra n, y de la flor marchita de su espléndido atav o, que está en la cima del valle ubérrimo de los derribados por el vino!

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Biblia Reina Valera 1960

1 ¡Ay de la corona de soberbia de los ebrios de Efraín, y de la flor caduca de la hermosura de su gloria, que está sobre la cabeza del valle fértil de los aturdidos del vino!

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 ¡Qué aflicción le espera a la orgullosa ciudad de Samaria, la corona gloriosa de los borrachos de Israel! Está asentada a la cabeza de un valle fértil, pero su belleza gloriosa se marchitará como una flor. Es el orgullo de un pueblo que el vino derribó.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 ¡Ay de esa ciudad, pretenciosa corona de los borrachos de Efraím, espléndido adorno de flores marchitas en lo alto del valle fértil! ¡Todos quedan tendidos por el vino!

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 ¡Ay de la arrogante corona de los ebrios de Efraín; De la flor marchita de su gloriosa hermosura, Que está sobre la cabeza de los que se glorían en la abundancia, aturdidos por el vino!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 ¡Ay de la orgullosa corona de los ebrios de Efraín, y de la flor marchita de su espléndido atavío, que está en la cima del valle ubérrimo de los derribados por el vino!

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Isaías 28:1
28 Referans Kwoze  

En los d as de Pécaj, rey de Israel, llegó Teglatfalasar, rey de Asiria, se apoderó de Iyón, Abel Bet Maacá, Yanóaj, Cades, Jasor, Galaad y Galilea, o sea, de toda la región de Neftal, y deportó a sus habitantes a Asiria.


Pues Pécaj, hijo de Remal as, mató en Judá, en un solo d a, a ciento veinte mil hombres, todos ellos guerreros valientes, porque hab an abandonado a Yahveh, Dios de sus padres.


¿A quién los ayes? ¿A quién los lamentos? ¿A quién las disputas? ¿A quién los gemidos? ¿A quién los golpes sin motivo? ¿A quién los ojos nublados?


También éstos por el vino vacilan, por el licor se tambalean; sacerdotes y profetas vacilan por el licor, desvar an por el vino, dan traspiés por el licor, vacilan en la visión, titubean en la sentencia.


¡Ay de quienes madrugan en busca de licores; y de quienes trasnochan hasta que el vino los enciende!


¡Ay de los valientes en beber vino, de los campeones en mezclar licores;


porque antes de que el ni o sepa decir papá y mamá, la riqueza de Damasco y el bot n de Samar a serán llevados ante el rey de Asiria'.


a los de Aram al oriente, a los filisteos desde el occidente, y devoraron a Israel a boca llena. Y ni aun as se calmó su ira, y su mano está todav a extendida.


Lo supo el pueblo entero, Efra n y los habitantes de Samar a, que dec an con orgullo y soberbio corazón:


'Si cayeron los ladrillos, con sillares construiremos; si talaron los sicómoros, con cedros los cambiaremos'.


(11a) a la prostitución. (11b) El vino y el mosto quitan el seso.


El orgullo de Israel testificará contra él: Israel y Efra n caerán por su iniquidad, y también con ellos caerá Judá.


Efra n será devastado en el d a del castigo. En las tribus de Israel hago saber lo que ya es seguro:


Cosas horribles he visto en Betel: all se prostituye Efra n, se contamina Israel.


En la fiesta de nuestro rey con el calor del vino los pr ncipes tienden la mano a los agitadores.


Quebrantaré el orgullo de vuestro poder o, haré como de hierro vuestro cielo y como de bronce vuestra tierra.


Pero vosotros hac ais beber vino a los nazireos, y a los profetas disteis esta orden: '¡No profeticéis!'.


Sobre ropas tomadas en prenda se tienden junto a cualquier altar, y en la casa de su Dios beben el vino de los que han sido multados.


Escuchad esta palabra, vacas de Basán, que estáis en el monte de Samar a, que oprim s a los indigentes, maltratáis a los pobres y dec ais a vuestros maridos: '¡Traed acá! ¡Bebamos!'.


¡Ay de los que viven tranquilos en Sión y de los que se sienten seguros en el monte de Samar a, hombres notables de la primera de las naciones, a quienes acude la casa de Israel!


Se recuestan en divanes de marfil, se tumban indolentes en sus lechos, comen corderos del reba o y terneros escogidos del establo,


beben vino en jarras, se ungen con aceite de primera calidad y no se afligen del desastre de José.


El Se or Yahveh lo jura por s mismo - oráculo de Yahveh, Dios Sebaot -: 'Aborrezco el orgullo de Jacob, detesto sus palacios; entregaré la ciudad y cuanto hay en ella'.


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