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Hechos 8:39 - Biblia Castilian 2003

39 Apenas salieron del agua, el Esp ritu del Se or arrebató a Felipe y no volvió a verlo el eunuco, que siguió su camino lleno de alegr a.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco nunca más volvió a verlo, pero siguió su camino con mucha alegría.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

39 Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y el etíope no volvió a verlo. Prosiguió, pues, su camino con el corazón lleno de gozo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

39 Y cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el eunuco no lo vio más, pero prosiguió gozoso su camino.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

39 Apenas salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe y no volvió a verlo el eunuco, que siguió su camino lleno de alegría.

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Hechos 8:39
29 Referans Kwoze  

Y sucederá que, cuando yo me aleje de ti, el esp ritu de Yahveh te llevará adonde yo no sepa; y después que yo se lo haya anunciado a Ajab, él no te encontrará, y entonces me matará, a pesar de que tu siervo teme a Yahveh desde su juventud.


Luego le dijeron: 'Mira, entre tus siervos hay cincuenta hombres valerosos; deja que vayan a buscar a tu se or, no sea que el esp ritu de Yahveh lo haya tomado y lo haya arrojado en algún monte o algún valle'. Él les respondió: '¡No los enviéis!'.


Mi heredad serán por siempre tus avisos, ellos son la alegr a de mi alma.


En seguir tus avisos tengo gozo, más que en toda riqueza.


Con inmenso gozo me gozaré en Yahveh; exulta mi alma en mi Dios, pues me vistió con ropas de salvación, con manto de justicia me cubrió, como el novio se coloca la corona y como la novia se adorna con sus joyas.


El esp ritu me elevó y me llevó a la puerta oriental del templo de Yahveh, la que mira a oriente. Y vi que a la entrada de la puerta hab a veinticinco hombres, entre los cuales vi a Yazan as, hijo de Azur, y a Pelat as, hijo de Bena as, jefes del pueblo.


El esp ritu me levantó y me llevó en visión, por el esp ritu de Dios, en dirección a Caldea, a los deportados, y as desapareció de mi vista la visión que hab a tenido.


La mano de Yahveh se posó sobre m. Yahveh me sacó fuera en esp ritu y me dejó en medio de una llanura que estaba llena de huesos.


el esp ritu me elevó, me llevó al atrio exterior, y he aqu que la gloria de Yahveh llenaba el templo.


Alargó una especie de mano y me asió por un mechón de los pelos de la cabeza; entonces el esp ritu me elevó entre la tierra y el cielo y me llevó, en visiones divinas, a Jerusalén, a la entrada de la puerta interior que mira al norte, donde estaba el emplazamiento del dolo del celo que provoca los celos.


El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. Un hombre lo encuentra y lo vuelve a esconder. Y se va lleno de alegr a, vende cuanto tiene y compra el campo aquel.


Apenas bautizado Jesús, salió en seguida del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Esp ritu de Dios descender, como una paloma, y venir sobre él,


En el momento de salir del agua vio los cielos abiertos y al Esp ritu que, como una paloma, descend a sobre él.


mientras los disc pulos quedaban llenos de gozo y de Esp ritu Santo.


Los subió a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber cre do en Dios.


Dijo el Esp ritu a Felipe: 'Avanza y pégate a ese carro'.


Mandó, pues, parar el carro, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó.


Con esto hubo una gran alegr a en aquella ciudad.


mediante el cual hemos obtenido [por la fe] incluso el acceso a esta gracia, en la que nos mantenemos firmes, nos sentimos gozosamente seguros en la esperanza de la gloria de Dios.


Pues la verdadera circuncisión somos nosotros, los que practicamos el culto según el Esp ritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, y no ponemos nuestra confianza en la carne,


Estad siempre alegres en el Se or, os lo repito: estad alegres.


Pero ahora os jactáis de vuestras fanfarroner as. Toda esta jactancia es mala.


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