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Hechos 6:9 - Biblia Castilian 2003

9 Surgieron algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, oiriundos de Cirene y Alejandr a, de Cilicia y de Asia, que disputaban con Esteban,

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Biblia Reina Valera 1960

9 Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Cierto día, unos hombres de la sinagoga de los Esclavos Liberados —así la llamaban— comenzaron a debatir con él. Eran judíos de Cirene, Alejandría, Cilicia y de la provincia de Asia.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Se le echaron encima algunos de la sinagoga llamada de los libertos y otros llegados de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia. Se pusieron a discutir con Esteban,

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Pero algunos de la llamada Sinagoga de Libertos° (tanto cireneos como alejandrinos), y de los de Cilicia y de Asia, se levantaron para disputar con Esteban.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Surgieron algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, oiriundos de Cirene y Alejandría, de Cilicia y de Asia, que disputaban con Esteban,

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Hechos 6:9
27 Referans Kwoze  

Tened mucho cuidado con la gente: porque os entregarán a los tribunales del sanedr n y os azotarán en sus sinagogas;


Mirad, os voy a enviar profetas y sabios y escribas: a unos los mataréis y crucificaréis y a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad,


Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, que se llamaba Simón, a quien obligaron a llevarle la cruz.


Pero vosotros mirad por vosotros mismos: os entregarán a los tribunales del sanedr n, seréis azotados en las sinagogas y tendréis que comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos.


Pero antes de todo eso, se apoderarán de vosotros y os perseguirán: os entregarán a las sinagogas y os meterán en las cárceles y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre.


Hab a, con todo, entre ellos algunos de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioqu a, comenzaron a hablar también a los griegos, anunciándoles el evangelio del Se or Jesús.


Hab a en la Iglesia de Antioqu a profetas y maestros: Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio el de Cirene, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.


Pero al ver los jud os la muchedumbre, se llenaron de envidia y contradec an con injurias las afirmaciones de Pablo.


que llevar an en mano el siguiente escrito: 'Los apóstoles y los hermanos ancianos, a los hermanos de Antioqu a, Siria y Cilicia, provenientes de la gentilidad: salud.


y atravesó Siria y Cilicia confirmando las iglesias.


Habiéndoles impedido el Esp ritu Santo predicar la palabra en Asia, cruzaron Frigia y la región de Galacia,


Llegó a Éfeso un jud o, por nombre Apolo, alejandrino de origen, hombre elocuente y versado en las Escrituras.


As lo hizo durante dos a os, de forma que todos los habitantes de Asia, tanto jud os como griegos, oyeron la palabra del Se or.


Pero ahora estáis viendo y oyendo cómo este Pablo ha convencido y seducido a una gran muchedumbre, no sólo de Éfeso, sino de casi toda Asia, diciendo que no son dioses los que se hacen a mano.


Cuando estaban a punto de cumplirse los siete d as, los jud os de Asia, que lo hab an visto en el templo, comenzaron a alborotar al pueblo todo y le echaron mano,


Pablo le dijo: 'Yo soy jud o, ciudadano de Tarso, que es una ciudad no despreciable de Cilicia. Perm teme, te suplico, hablar al pueblo'.


Yo le dije: 'Se or, ellos saben que yo me dedicaba a encarcelar y azotar por las sinagogas a los que cre an en ti;


'Yo soy jud o, nacido en Tarso de Cilicia, pero he sido educado en esta misma ciudad, a los pies de Gamaliel, he sido instruido en el exacto cumplimiento de la ley patria y he estado lleno de celo por la causa de Dios, como lo sois todos vosotros hoy.


Le da la carta y después de preguntarle de qué provincia era y averiguar que era de Cilicia, le dijo:


Fue as como me encontraron recién purificado en el templo, no con turbas ni con tumulto.


Y por todas las sinagogas, muchas veces a fuerza de golpes, procuré hacerles renegar y, lleno de sa a hasta el extremo, los persegu a incluso en las ciudades extranjeras.


pero no eran capaces de hacer frente a la sabidur a y al esp ritu con que hablaba.


¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el filósofo de las cosas de este mundo? ¿No convirtió Dios en necedad la sabidur a del mundo?


Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia;


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