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Hebreos 7:25 - Biblia Castilian 2003

25 De ah que definitivamente pueda salvar a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a favor de ellos.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

25 Por eso puede salvar —una vez y para siempre— a los que vienen a Dios por medio de él, quien vive para siempre, a fin de interceder con Dios a favor de ellos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

25 Por eso es capaz de salvar de una vez a los que por su medio se acercan a Dios. El sigue viviendo e intercediendo en favor de ellos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

25 Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por medio de Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

25 De ahí que definitivamente pueda salvar a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a favor de ellos.

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Hebreos 7:25
44 Referans Kwoze  

Los que a Dios dec an: ¡Lejos de nosotros! ¿Qué puede hacernos Sadday?


¡Ojalá supiera yo encontrarle, llegar hasta su trono!


Volved a m y seréis salvos, confines todos de la tierra; que yo soy Dios y no hay otro.


diciendo: 'Sólo en Yahveh están los actos justos y la fuerza''. A Él vendrán avergonzados todos los que se irritaban contra Él.


Por eso le daré las multitudes como parte suya, y con los poderosos repartirá el bot n, porque entregó su vida a la muerte y entre los delincuentes fue contado, pues llevó el pecado de muchos y por los delincuentes intercede.


Vio que no hab a nadie, se asombró de que nadie interviniera. Entonces lo salvó su propio brazo, y su misma justicia lo sostuvo.


¿Quién es éste que viene de Edom, con las ropas al rojo vivo, de Bosrá? ¿Quién es éste de espléndido vestido, que camina con plenitud de fuerza? - Soy yo, que proclamo justicia, que soy poderoso para salvar.


Convert os, hijos rebeldes, curaré vuestras rebeld as. Aqu estamos: venimos a ti; pues tú, Yahveh, eres nuestro Dios.


¿Estáis ahora dispuestos, en el momento en que oigáis el sonido de la trompeta, de la flauta, de la c tara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música, a postraros para adorar la estatua que hice? Porque, si no la adoráis, seréis arrojados al instante a un horno de fuego ardiente. ¿Y quién es el dios que podr a libraros de mis manos?'.


Desde luego, nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos y nos librará del horno de fuego ardiente y de tus manos, ¡oh rey!


Pues pecamos y procedimos inicuamente, alejándonos de ti, delinquimos en todo y no escuchamos tus preceptos;


Al amanecer, cuando clareaba el d a, se levantó y fue a toda prisa al foso de los leones.


En nombre de tu justicia, aparta, Se or, tu ira y tu furor de Jerusalén, tu ciudad, tu santa monta a; pues, por nuestros pecados y por las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos los que nos rodean.


Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.


Yo rogaré al Padre y él os dará otro Paráclito, que estará con vosotros para siempre:


Respóndele Jesús: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre, sino por m.


Porque, si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, con mucha más razón, una vez reconciliados, seremos salvados por su vida.


mediante el cual hemos obtenido [por la fe] incluso el acceso a esta gracia, en la que nos mantenemos firmes, nos sentimos gozosamente seguros en la esperanza de la gloria de Dios.


¿Quién podrá condenar? Pero es que, además, Cristo [Jesús], el que murió, mejor aún, el resucitado, el que está a la diestra de Dios, aboga en favor nuestro.


Y porque el mundo no conoció, mediante su sabidur a, a Dios en la sabidur a de Dios, quiso Dios salvar, mediante la necedad del mensaje de la predicación, a los que tienen fe.


porque por medio de él los unos y los otros tenemos acceso, en un solo Esp ritu, al Padre.


en el cual tenemos la confiada libertad y el acceso seguro por medio de la fe en él.


A aquel que tiene poder sobre todas las cosas y puede hacer incomparablemente más de lo que pedimos o pensamos, según el poder que actúa en nosotros,


el cual transfigurará el cuerpo de esta humilde condición nuestra, conformándolo al cuerpo de su condición gloriosa, según la eficacia de su poder, para someter a su dominio todas las cosas.


Porque Dios es único, y único es también el mediador entre Dios y los hombres: un hombre, Cristo Jesús,


Por esta misma causa soporto yo mi situación actual. Pero no me avergüenzo, porque sé perfectamente de quién me he fiado, y estoy seguro del poder que tiene para guardar hasta aquel d a el depósito que se me confió.


Y sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a Dios debe creer que existe y que recompensa a los que lo buscan.


Por medio de el, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que celebran su nombre.


Porque en la medida en que él mismo ha sufrido la prueba, puede ayudar a los que ahora son probados.


Pero a aquel que fue puesto en nivel apenas inferior al de los ángeles, a Jesús, lo contemplamos coronado de gloria y honor por los padecimientos de su muerte, de suerte que, por la gracia de Dios, experimentó la muerte en beneficio de todos.


Cristo, en los d as de su vida mortal, presentó, a gritos y con lágrimas, oraciones y súplicas al que pod a salvarlo de la muerte, y fue escuchado en atención a su piedad reverencial.


no instituido por una ley basada en la descendencia humana, sino por el poder de una fuerza vital indestructible.


pues realmente la ley no ha llevado nada a la perfección; y por otra parte, la introducción de una esperanza mejor, por la que nos vamos acercando a Dios.


pero él, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que nunca pasa.


Y además, aqu los que reciben el diezmo son hombres que mueren, mientras que all es alguien de quien se atestigua que vive.


Cristo no entró, en efecto, en un santuario de hechura humana, imagen del auténtico, sino en el propio cielo, para aparecer ahora en la presencia de Dios en favor nuestro.


A aquel que puede guardaros sin pecado y presentaros ante su gloria irreprensibles con júbilo;


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