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Hebreos 12:2 - Biblia Castilian 2003

2 fija nuestra mirada en el jefe iniciador y consumador de la fe: Jesús. El cual, a la vista de la dicha que se le presentaba, soportó la cruz, sin tomar en cuenta la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Levantemos la mirada hacia Jesús, que dirige esta competición de la fe y la lleva a su término. El escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe; el cual, por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz, y despreciando el oprobio, se ha sentado a la diestra del trono de Dios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 fija nuestra mirada en el jefe iniciador y consumador de la fe: Jesús. El cual, a la vista de la dicha que se le presentaba, soportó la cruz, sin tomar en cuenta la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios.

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Hebreos 12:2
78 Referans Kwoze  

De David. Salmo. Palabra del Se or a mi se or: Reposa a mi derecha, mientras pongo a tus enemigos por plataforma de tus pies.


el Se or lleva hasta el término mi causa. Tus favores, Se or, son para siempre: no abandones las obras de tus manos.


¡Ay de los que bajan a Egipto por ayuda y buscan apoyo en su caballer a! Conf an en los carros, que son muchos; en los jinetes, que son muy numerosos, y no miran al Santo de Israel, a Yahveh no consultan.


Volved a m y seréis salvos, confines todos de la tierra; que yo soy Dios y no hay otro.


despreciado y abandonado de los hombres, varón de dolores, familiarizado con la dolencia, como aquél ante quien se tapa el rostro, despreciado, de modo que no le hicimos caso.


Aguardaré a Yahveh, que oculta su rostro a la casa de Jacob, y en él esperaré.


Pero yo fijaré mi vista en Yahveh, esperaré en el Dios de mi salvación: mi Dios me escuchará.


'Pero sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén derramaré un esp ritu de gracia y de oración, y mirarán a aquel a quien ellos mismos traspasaron. Harán duelo por él como se hace duelo por el hijo único y llorarán amargamente por él como se llora amargamente por el primogénito.


Hizo, pues, Moisés una serpiente de bronce y la colocó sobre un asta; y si una serpiente mord a a uno, éste miraba a la serpiente de bronce y se curaba.


A partir de entonces comenzó Jesucristo a declarar a sus disc pulos que ten a que ir a Jerusalén, que hab a de padecer mucho de parte de los ancianos, de los pont fices y de los escribas y que ser a llevado a la muerte, pero que al tercer d a hab a de resucitar.


de la misma manera que el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos'.


Y dec a '¡Abbá! ¡Padre, todo te es posible: aparta de m este cáliz! Pero no lo que yo quiero, sino lo que quieres tú'.


As pues, el Se or [Jesús], después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios.


El les contestó: 'El as, desde luego, ha de venir antes, para restablecerlo todo, pero ¿no está escrito acerca del Hijo del hombre que habrá de padecer mucho y ser menospreciado?


Al momento, el padre del ni o exclamó: '¡Creo! ¡Ayuda a mi escasa fe!'.


Los apóstoles dijeron al Se or: 'Auméntanos la fe'.


Entonces Herodes, con su escolta, después de tratarlo con desprecio, mandó, por burla, ponerle una vestidura espléndida y se lo devolvió a Pilato.


¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera esas cosas para entrar en su gloria?'.


Al d a siguiente, Juan ve a Jesús que viene hacia él, y entonces dice: 'Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.


De verdad os lo aseguro: si el grano de trigo que cae en la tierra no muere queda él solo; pero, si muere, produce mucho fruto.


Y cuando a m me levanten de la tierra en alto, atraeré a todos hacia m.'


sabiendo Jesús que el Padre lo hab a puesto todo en sus manos, y que de Dios hab a venido y a Dios volv a,


Porque ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el último d a'.


Vuestro padre Abrahán se llenó de gozo con la idea de ver mi d a. Lo vio, y se llenó de júbilo'.


Sepa, por tanto, con absoluta seguridad toda la casa de Israel que Dios ha hecho Se or y Cristo a este Jesús a quien vosotros crucificasteis'.


al paso que disteis muerte al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.


A éste lo ha exaltado Dios a su diestra como pr ncipe y salvador, para dar a Israel arrepentimiento y remisión de los pecados.


Ellos, pues, sal an gozosos de la presencia del sanedr n, porque hab an sido dignos de padecer afrentas por el Nombre.


De hecho, la palabra de la cruz es una necedad para los que están en v as de perdición; mas para los que están en v as de salvación, para nosotros, es poder de Dios.


Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los jud os; necedad para los gentiles;


y para conciliar con Dios a unos y a otros, en un solo cuerpo, por medio de la cruz, matando en ella la enemistad.


Caminad en amor, como también Cristo os amó y se entregó a s mismo por nosotros como ofrenda y v ctima a Dios de calmante aroma.


con la firme esperanza de que el que empezó entre vosotros la obra buena, la irá llevando a su término hasta el d a de Cristo Jesús.


Pero nuestra patria está en el cielo, de donde aguardamos que venga un Salvador, el Se or Jesucristo,


Y ahora está ya preparada para m la corona de justicia, con la que me retribuirá en aquel d a el Se or, el juez justo; y no sólo a m, sino también a todos los que hayan mirado con amor su venida.


¿A cuál de los ángeles ha dicho jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por plataforma de tus pies?


Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha de la Majestad en las alturas,


As, con una sola ofrenda, ha perfeccionado para siempre a los consagrados.


unas veces como objeto de públicas injurias y tribulaciones, otras veces como solidarios de los que sufr an aquel trato.


Hubo quienes sufrieron prueba de ultrajes y de azotes, e incluso de cadenas y de cárcel.


Fijaos bien en él, que soportó tama a oposición por parte de los pecadores, para que no os canséis ni perdáis ánimos.


Por lo tanto, salgamos a su encuentro fuera del campamento, cargados con su oprobio;


y llevado a la consumación, se convirtió, para los que le obedecen, en causa de salvación eterna,


pues realmente la ley no ha llevado nada a la perfección; y por otra parte, la introducción de una esperanza mejor, por la que nos vamos acercando a Dios.


El punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos un sumo sacerdote tal que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en los cielos.


as también Cristo, ofrecido una sola vez para quitar los pecados de muchos, se aparecerá, la segunda vez, sin relación ya con el pecado, a los que a él aguardan, para darles la salvación.


Hermanos m os, no impliquéis la fe de nuestro Se or Jesucristo glorioso en favoritismos personales.


Ellos investigaban a qué tiempo y a qué circunstancias se refer a el esp ritu de Cristo que estaba en ellos y que testificaba de antemano los padecimientos reservados a Cristo y las glorias que los seguir an.


Porque también Cristo murió de una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevaros a Dios. Entregado a la muerte según la carne, fue vivificado según el esp ritu,


que, después de subir al cielo, está a la diestra de Dios y le están sometidos ya ángeles, potestades y virtudes.


y conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Se or Jesucristo para la vida eterna.


que dec a: 'Escribe en un rollo lo que vas a ver y env alo a las siete iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea'.


Cuando lo vi, ca como muerto a sus pies. Él puso su diestra sobre m y me dijo: 'No temas. Yo soy el primero y el último


Yo soy el alfa y la omega, dice el Se or Dios, el que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso.


Al ángel de la Iglesia de Esmirna escribe: 'Esto dice el primero y el último, el que estuvo muerto y volvió a la vida:


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