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Habacuc 1:6 - Biblia Castilian 2003

6 Mirad: yo suscito a los caldeos, pueblo violento e impetuoso, que recorre la anchura de la tierra para conquistar moradas ajenas.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

6 Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 Estoy levantando a los babilonios, un pueblo cruel y violento. Marcharán por todo el mundo y conquistarán otras tierras.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 Pues ahora empujo a los caldeos, pueblo terrible y arrollador, que recorre enormes distancias para apoderarse de países ajenos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 He aquí levanto a los caldeos, pueblo cruel e impetuoso que marcha por la anchura de la tierra conquistando poblaciones ajenas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Mirad: yo suscito a los caldeos, pueblo violento e impetuoso, que recorre la anchura de la tierra para conquistar moradas ajenas.

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Habacuc 1:6
24 Referans Kwoze  

En su tiempo, Nabucodonosor, rey de Babilonia, subió contra él. Joaqu n le quedó sometido durante tres a os. Pero luego se rebeló.


Entonces Yahveh envió contra él bandas de caldeos, arameos, moabitas y amonitas; las envió contra Judá para destruirlo, según el oráculo que Yahveh hab a pronunciado por medio de sus siervos los profetas.


En efecto, Dios mandó contra ellos al rey de los caldeos, quien mató a filo de espada a los mejores dentro del recinto del santuario, sin perdonar a jóvenes ni a doncellas, a ancianos ni a encanecidos. Dios los entregó a todos en sus manos.


Subió contra él Nabucodonosor, rey de Babilonia, lo ató con cadenas de bronce y se lo llevó a Babilonia.


Mira el pa s de los caldeos: no exist a como pueblo; Asiria lo fundó para las fieras. Alzaron torres de asalto, desmantelaron sus palacios, lo hicieron escombrera.


Alzad vuestros ojos y ved a los que vienen del norte. ¿Dónde está el reba o que se te dio, tu magn fico reba o?


esto dice Yahveh, Dios de Israel: mirad que yo haré caer las armas de combate que hay en vuestras manos, con las cuales peleáis contra el rey de Babilonia y contra los caldeos que os están asediando desde fuera de la muralla, y las reuniré en medio de esta ciudad.


Después de esto - oráculo de Yahveh -, entregaré a Sedec as, rey de Judá, a sus servidores y a la gente que en esta ciudad haya sobrevivido a la peste, a la espada y al hambre, en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en mano de sus enemigos y en mano de quienes atentan contra su vida. Él los pasará a filo de espada, sin compadecerse de ellos, sin apiadarse, sin tener misericordia'.


mirad que yo mando a buscar a todas las tribus del norte - oráculo de Yahveh - y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y las traeré contra este pa s y sus habitantes y contra todas estas naciones de su entorno, los entregaré al exterminio y haré de ellos horror, rechifla y ruinas perpetuas.


As dice Yahveh: 'Oigo gritos de terror, de temor, y no de paz.


En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento ardiente de las dunas del desierto avanza hacia la hija de mi pueblo, no para aventar ni para limpiar:


Izad bandera hacia Sión: aprisa, no os paréis, pues traigo una desgracia desde el norte, un desastre inmenso.


Por eso, ce os de saco, lamentaos y gemid, pues no se ha apartado de nosotros la ira furibunda de Yahveh.


Mirad: voy a traer contra vosotros a una nación desde lejos, ¡oh casa de Israel! - oráculo de Yahveh -; nación perenne es ésa, nación de tiempo inmemorial, nación cuya lengua no conoces ni entiendes lo que dice.


Por eso daré sus mujeres a otros, sus campos a conquistadores, porque desde el menor al mayor, todos ellos andan buscando su provecho; y desde el profeta al sacerdote, todos ellos obran con enga o.


Traerán contra ti a una multitud que te lapidará y te atravesará con sus espadas.


as dice el Se or Yahveh: 'Qu tate el turbante, despójate de la corona'. Se va a producir un cambio: lo humilde será ensalzado, y lo ensalzado será humillado.


por eso, yo voy a traer contra ti a extranjeros, a los más violentos de entre las naciones, que desenvainarán sus espadas contra tu bella sabidur a y profanarán tu esplendor.


Extranjeros, los más bárbaros de todas las naciones, lo talaron y lo abandonaron; su ramaje cayó por las torrenteras y llegó a todos los valles; sus ramas se hicieron pedazos en todas las barrancas del pa s; todos los pueblos de la tierra se apartaron de su sombra y lo dejaron abandonado.


Delante de él consume el fuego, detrás de él abrasa la llama. Delante la tierra es un edén, detrás desierto desolado. Nadie tiene escapatoria.


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