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Éxodo 34:29 - Biblia Castilian 2003

29 Al descender Moisés del monte Sina llevaba las dos tablas del testimonio en sus manos. No sab a él que la tez de su rostro resplandec a por haber conversado con Yahveh.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

29 Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

29 Cuando Moisés descendió del monte Sinaí con las dos tablas de piedra grabadas con las condiciones del pacto, no se daba cuenta de que su rostro resplandecía porque había hablado con el Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

29 Cuando Moisés bajó del monte Sinaí, tenía en las manos las dos tablas de las Declaraciones divinas donde estaban escritas las leyes de la Alianza, y no sabía que la piel de su cara se había vuelto radiante, por haber hablado con Yavé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

29 Y aconteció que cuando Moisés descendía del monte Sinay con las dos tablas del testimonio (las que estaban en mano de Moisés al bajar del monte), no advirtió Moisés que la tez de su rostro resplandecía por haber hablado con Él.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

29 Al descender Moisés del monte Sinaí llevaba las dos tablas del testimonio en sus manos. No sabía él que la tez de su rostro resplandecía por haber conversado con Yahveh.

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Éxodo 34:29
22 Referans Kwoze  

Cuando los israelitas lo vieron, se dijeron unos a otros: '¿Qué es esto?'. Pues no sab an lo que era. Moisés les dijo: 'Es el pan que os ha dado Yahveh para comer.


Cuando Yahveh terminó de hablar con Moisés en el monte Sina, le entregó las dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas por el dedo de Dios.


Volvióse Moisés y bajó de la monta a, llevando en sus manos las dos tablas del testimonio, tablas escritas por ambos lados, por una y otra cara.


Los israelitas ve an que la tez del rostro de Moisés resplandec a. Después Moisés volv a a colocar el velo sobre su rostro, hasta que entraba de nuevo a hablar con Yahveh.


¿Quién es como el sabio? ¿Quién puede conocer la solución de un problema? La sabidur a del hombre ilumina su rostro, transfigura sus severas facciones.


Y all se transfiguró delante de ellos: su rostro resplandeció como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.


Cuando volvió, otra vez los encontró durmiendo, pues sus ojos estaban muy cargados de sue o; y no sab an qué responderle.


Es que no sab a qué decir, porque estaban llenos de estupor.


Pero él les contestó: '¿Por qué me buscábais? ¿No sab ais que ten a que estar en la casa de mi Padre?'.


Y mientras estaba orando, el aspecto de su rostro se transformó y sus vestidos se volvieron de una blancura deslumbrante.


Pero el hombre curado no sab a quién era, pues, como hab a all mucha gente, Jesús desapareció.


Salió tras él, sin saber si era verdad lo que el ángel hac a; más bien le parec a estar viendo una visión.


Dijo Pablo: 'No sab a, hermanos, que fuera el sumo sacerdote; porque escrito está: No maldecirás al jefe de tu pueblos '.


Y fija la vista en él, todos los que estaban sentados en el sanedr n vieron su rostro como el rostro de un ángel.


y no como Moisés, que se pon a un velo sobre el rostro para que los israelitas no fijaran la vista en el final de una cosa pasajera.


Me volv y bajé del monte, puse las tablas en el arca que hab a hecho y all se quedaron, como Yahveh me hab a ordenado.


Pero la mujer tomó a los dos hombres, los escondió y dijo luego: 'Es cierto que han llegado a mi casa unos hombres, pero yo no sab a de dónde eran.


Al ver esto el rey de Ay, los hombres de la ciudad se dieron prisa a madrugar y salieron él y todo su ejército al encuentro de Israel para entablar combate en el lugar previsto, frente a la Arabá, sin saber que se le hab a tendido una emboscada detrás de la ciudad.


Ten a en su mano derecha siete estrellas, de su boca sal a una espada aguda de dos filos y su semblante era como el sol cuando brilla en su esplendor.


Vi a otro ángel poderoso, que bajaba del cielo envuelto en una nube. Ten a sobre su cabeza el arcoiris; su rostro era como el sol y sus piernas como columnas de fuego.


Ella gritó: '¡Sobre ti los filisteos, Sansón!'. Despertó él de su sue o y se dijo: 'Saldré como otras veces y me libraré'. No sab a que Yahveh se hab a retirado de él.


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