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Éxodo 33:10 - Biblia Castilian 2003

10 Cuando ve an que la columna de nube se paraba a la entrada de la tienda, todo el pueblo se levantaba y se postraba, cada cual a la entrada de su propia tienda.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

10 Y viendo todo el pueblo la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo, se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Cuando el pueblo notaba que la nube se detenía a la entrada de la carpa, cada persona se paraba a la entrada de su propia carpa y se inclinaba.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Cuando el pueblo veía la nube parada junto a la entrada de la Tienda, todos se ponían de pie y luego se postraban cada uno ante su carpa.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Y todo el pueblo veía la columna de nube detenida en la entrada de la Tienda, y todo el pueblo se levantaba y se postraba, cada uno a la entrada de su propia tienda.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Cuando veían que la columna de nube se paraba a la entrada de la tienda, todo el pueblo se levantaba y se postraba, cada cual a la entrada de su propia tienda.

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Éxodo 33:10
7 Referans Kwoze  

Después el rey se volvió para bendecir a toda la asamblea de Israel, que estaba de pie,


Luego Salomón se puso ante el altar de Yahveh, en presencia de toda la asamblea de Israel, y levantando sus manos extendidas al cielo,


Yahveh iba delante de ellos: de d a en columna de nube, para guiarlos por el camino; y de noche en columna de fuego, para alumbrarlos, a fin de que pudieran caminar de d a y de noche.


Yahveh hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. Después Moisés volv a al campamento, pero su ayudante, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del interior de la tienda.


En el momento en que entraba Moisés en la tienda, descend a la columna de nube y se posaba a la entrada de la tienda, y Yahveh conversaba con Moisés.


El pueblo creyó y, al tener noticia de que Yahveh hab a visitado a los israelitas y hab a visto su humillación, se postraron y lo adoraron.


En cambio, el publicano se quedó a distancia y ni siquiera se atrev a a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Oh Dios! Ten misericordia de m, que soy pecador'.


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