27 fijaron y aceptaron los jud os para s; para su descendencia y para cuantos a ellos se unieran, que no dejar an de celebrar estos dos d as, a fecha fija y todos los a os; conforme a lo que hab a sido establecido.
27 los judíos establecieron y tomaron sobre sí, sobre su descendencia y sobre todos los allegados a ellos, que no dejarían de celebrar estos dos días según está escrito tocante a ellos, conforme a su tiempo cada año;
27 los judíos de todo el reino se pusieron de acuerdo para iniciar esa tradición y pasarla a sus descendientes y a todos los que se hacían judíos. Declararon que jamás dejarían de celebrar cada año esos dos días prescritos en la fecha señalada.
27 los judíos establecieron esta regla para ellos, para sus descendientes y para todos los que se les juntaran, que celebrarían cada año, para la fecha indicada, sin faltar nunca, esos dos días, según la norma prescrita.
27 los judíos establecieron y tomaron sobre sí y sobre su descendencia y sobre todos los que se unieran a ellos, de modo que nunca fuera anulado,° el continuar observando estos dos días según está escrito respecto a ellos, y según su tiempo señalado, en cada año,
27 fijaron y aceptaron los judíos para sí; para su descendencia y para cuantos a ellos se unieran, que no dejarían de celebrar estos dos días, a fecha fija y todos los años; conforme a lo que había sido establecido.
En cada provincia y en cada ciudad, dondequiera llegaba la orden del rey y su edicto, hab a entre los jud os regocijo y alegr a, banquete y d a de fiesta. Muchos de los habitantes del pa s se hicieron jud os, porque el temor a los jud os se hab a apoderado de ellos. En el duodécimo mes, que es el mes de Adar, el d a trece del mes, cuando deb an ser ejecutados la orden del rey y su edicto, en ese d a en que los enemigos de los jud os esperaban adue arse de ellos, la situación experimentó un vuelco radical, pues fueron los jud os quienes se adue aron de los que los odiaban.
Mardoqueo puso por escrito estos sucesos y envió cartas a cuantos jud os se encontraban en todas las provincias del rey Asuero, tanto lejanas como próximas.
Y estos d as se deb an recordar y celebrar de generación en generación en todas las familias; en todas las provincias y en todas las ciudades. Estos d as de los Purim no se deber an abolir entre los jud os, ni su recuerdo deber a desaparecer entre sus descendientes.
vendrán pueblos numerosos y dirán: 'Venid, subamos a la monta a de Yahveh, al templo del Dios de Jacob, para que nos ense e sus caminos y sigamos sus senderos'. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh.
A los extranjeros que se asocian a Yahveh para servirle, para amar el nombre de Yahveh y ser sus servidores, a cuantos guardan el sábado sin profanarlo y se atienen a mi pacto,
Recordarás entonces tu conducta y sentirás vergüenza, cuando recibas a tus hermanas mayores junto con las peque as, pues te las daré por hijas, pero no en virtud de la alianza contigo.
'As dice Yahveh Sebaot: sucederá en aquellos d as que diez hombres de diferentes lenguas de las naciones asirán por la orla del manto a un jud o, diciéndole: 'Queremos ir con vosotros, pues hemos o do que Dios está con vosotros'.'
En la asamblea regirá la misma ley, tanto para vosotros como para el extranjero que viva en medio de vosotros. Es ley perpetua para vuestras generaciones. Como vosotros, as será el extranjero ante Yahveh.