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Esdras 4:4 - Biblia Castilian 2003

4 Entonces, aquella gente de la tierra se dedicó a desanimar al pueblo de Judá y a atemorizarlos, para que no continuaran la construcción.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

4 Pero el pueblo de la tierra intimidó al pueblo de Judá, y lo atemorizó para que no edificara.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Entonces los habitantes del lugar intentaron desalentar e intimidar al pueblo de Judá para impedirle que siguiera trabajando.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 La gente del país trató entonces de desanimar al pueblo de Judá y de amenazarlo para impedirle que construyera.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Entonces sucedió que el pueblo de la tierra° desalentaba° al pueblo de Judá, y los hostigó mientras construían,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Entonces, aquella gente de la tierra se dedicó a desanimar al pueblo de Judá y a atemorizarlos, para que no continuaran la construcción.

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Esdras 4:4
11 Referans Kwoze  

Cuando Isbaal, hijo de Saúl, se enteró de la muerte de Abner en Hebrón, desfallecieron sus manos y todo Israel quedó consternado.


Erigieron el altar sobre sus cimientos, a pesar del temor que les inspiraban los habitantes del pa s, y ofrecieron en él holocaustos a Yahveh, los holocaustos de la ma ana y de la tarde.


Sobornaron contra ellos a algunos consejeros para hacerles fracasar en su proyecto. As durante toda la vida de Ciro, rey de Persia, hasta el reinado de Dar o, rey de Persia.


que reconstru a la muralla. También los cargadores iban armados, de forma que con una mano hac an el trabajo y con la otra sujetaban el arma.


y todos a una se conjuraron para lanzar un ataque contra Jerusalén y causarle la ruina.


En realidad, lo que todos ellos intentaban era infundirnos miedo, porque pensaban: 'Sus manos desistirán de la obra, y no se llevará a cabo'. Pero yo me reafirmé más todav a.


Los jefes dijeron al rey: 'Hay que matar a este hombre, porque de este modo debilita las manos de los combatientes que quedan en esta ciudad y las manos de toda la población, diciéndoles semejantes cosas. Es claro que este hombre no busca el bien de este pueblo, sino el mal'.


El pr ncipe del reino de Persia se me ha opuesto durante veintiún d as; mas Miguel, uno de los primeros pr ncipes, vino en mi ayuda, y yo le he dejado all, junto al pr ncipe de los reyes de Persia.


Dijo entonces: '¿Sabes por qué he venido a ti? Ahora volveré a luchar con el pr ncipe de Persia; en cuanto salga, al instante vendrá el pr ncipe de Grecia.


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