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Efesios 4:31 - Biblia Castilian 2003

31 Desaparezca de entre vosotros toda amargura, animosidad, ira, gritos, insultos y toda clase de maldad.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

31 Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

31 Arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos, ofensas y toda clase de maldad.

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La Biblia Textual 3a Edicion

31 Sea quitada de vosotros toda amargura y enojo, e ira, y grito airado y maledicencia, junto con toda maldad.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

31 Desaparezca de entre vosotros toda amargura, animosidad, ira, gritos, insultos y toda clase de maldad.

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Efesios 4:31
62 Referans Kwoze  

Esaú sintió gran odio por Jacob a causa de la bendición con que lo hab a bendecido su padre y se dijo Esaú en su corazón: 'Se acercan los d as del duelo por mi padre, y entonces mataré a mi hermano Jacob'.


Oyó esto Rubén e intentó salvarlo de sus manos. Les dijo: 'No hay que quitarle la vida'.


Viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos ellos, le ten an rencor y no le dirig an la palabra.


Dijo Ca n a Abel, su hermano: 'Vamos al campo'. Y cuando estuvieron en el campo, Ca n se lanzó sobre Abel, su hermano, y lo mató.


Por su parte, Absalón no habló palabra con Amnón, ni buena ni mala, porque lo odiaba por haber forzado a su hermana Tamar.


Respondió él: '¡Oh rey mi se or! Mi criado me enga ó, pues tu siervo le hab a dicho: 'Aparéjame el asno, montaré sobre él para ir con el rey, pues tu siervo es cojo'.


Respondieron todos los de Judá a los de Israel: 'Porque el rey es pariente nuestro. ¿Por qué os irritáis por esto? ¿Hemos comido algo a costa de él o nos ha dado algún regalo?'.


al que infama en secreto a su vecino le habré de destruir; el de vista altanera y corazón hinchado, con ése yo no puedo.


arrojen sobre ellos carbones encendidos, que los echen en simas de que no puedan levantarse.


que con su lengua no calumnia, que no hace da o a su vecino ni a su prójimo calumnia;


Apacigua tu ira y no te enfades He ni te enojes, quizá para hacer mal.


Apenas te has sentado, hablas ya de tu hermano y difamas al hijo de tu madre.


Ocúltame ante el mot n de los malvados, ante el tropel de los fautores de maldad.


El odio suscita disensiones, el amor disculpa todas las ofensas.


Quien alberga odio tiene labios falaces; quien difunde la calumnia es un necio.


El que es irascible comete desatinos, el hombre juicioso sabe resistir.


Las palabras del denigrante son golosinas que descienden al fondo de las entra as.


Como rugido de león es la ira del rey; como roc o sobre hierba su favor.


El viento del norte trae lluvia; la lengua maldicente, rostros airados.


Si se acaba la le a, se apaga el fuego; si no hay delator, se calma la disputa.


El hombre violento suscita la disputa, el hombre iracundo amontona pecados.


Si el sabio discute con el necio, éste se enoja o r e sin descanso.


falso testigo que lanza calumnias, y promotor de discordias entre hermanos.


No seas propenso al enojo, porque el enojo habita en el corazón de los necios.


Todos ellos son perfectos rebeldes, que difunden calumnias; son cobre y hierro, todos ellos son unos corrompidos.


Unos a otros se enga an, no hablan con sinceridad. A decir mentiras han acostumbrado su lengua; son unos pervertidos, no se pueden


Se alborotó la ciudad entera y se produjo una manifestación popular que, apoderándose de Pablo, lo arrastraba fuera del templo. En seguida cerraron las puertas.


su boca está repleta de maldición y amargor;


Hermanos, no seáis ni os en la inteligencia. Sedlo, s, en la malicia, pero en la inteligencia sed adultos.


As pues, celebremos la fiesta, no con levadura vieja, ni con levadura de malicia y de perversidad, sino con ázimos de sinceridad y de verdad.


Porque temo que quizás, al llegar, no os encuentre tales como yo quisiera, y que vosotros me encontréis a m tal como no querr ais: que tal vez haya discordia, envidia, enconos, rivalidades, calumnias, murmuraciones, arrogancias, desórdenes;


idolatr a, hechicer a, enemistades, contiendas, celos, animosidades, rivalidades, partidos, sectas,


a saber, que os despojéis, por lo que se refiere a vuestro anterior género de vida, del hombre viejo que se va corrompiendo a medida que sigue las tendencias de la seducción,


Por lo cual, desechando la mentira, que cada uno hable a su prójimo con verdad, porque somos miembros los unos de los otros.


Si os indignáis, no lleguéis a pecar: no se ponga el sol sobre vuestra ira,


Maridos, amad a vuestras esposas, y no os mostréis malhumorados con ellas.


Pero ahora dejad a un lado también todas estas otras: ira, animosidad, malignidad, injurias, groser as salidas de vuestra boca.


Las mujeres deben ser igualmente dignas, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo.


no bebedor ni pendenciero, sino amable, conciliador, desinteresado;


Al mismo tiempo se acostumbran a estar ociosas, a ir de casa en casa; y no sólo están ociosas, sino que dicen tonter as y frivolidades, y hablan de lo que no deben.


Déjate de especulaciones estúpidas y absurdas, que, como bien sabes, engendran polémicas;


sin corazón, irreconciliables, calumniadores, disolutos, crueles, enemigos de lo bueno,


Porque, como administrador de Dios que es, el obispo tiene que ser irreprochable, no arrogante, ni iracundo, ni bebedor, ni pendenciero, ni codicioso;


Lo mismo las ancianas: que sean venerables en su comportamiento, lejos de la maledicencia y de la embriaguez, maestras del bien,


Aprended esto, hermanos m os queridos: que todo hombre sea pronto para escuchar, tardo para hablar, tardo para la ira.


Pero si tenéis amarga envidia y rivalidad en vuestro corazón, dejad de engre ros y no mintáis contra la verdad.


No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano, o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si juzgas a la ley, no eres cumplidor de la ley, sino su juez.


Despojaos, pues, de toda maldad y de toda falsedad, de hipocres as, de envidias y de toda clase de maledicencias.


No como Ca n, que era del Maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.


Quien odia a su hermano es homicida. Y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna que permanezca en él.


Y o una gran voz en el cielo que dec a: 'Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y el imperio de su Cristo. Porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que d a y noche los acusaba ante nuestro Dios.


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