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Eclesiastés 8:15 - Biblia Castilian 2003

15 Y alabo la alegr a, porque no hay otra dicha para el hombre bajo el sol que comer, beber y gozar: es lo que le queda de su esfuerzo durante los d as de vida que Dios le concede bajo el sol.

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Biblia Reina Valera 1960

15 Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

15 Entonces sugiero que se diviertan, ya que en este mundo no hay nada mejor para la gente que comer, beber y disfrutar de la vida. De ese modo, tendrán algo de felicidad junto con todo el arduo trabajo que Dios les da bajo el sol.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

15 ¡Viva la alegría!, pues la única felicidad para el hombre bajo el sol es comer y beber y regocijarse: esto le toca por su trabajo a lo largo de los contados días que Dios le concedió vivir bajo el sol.

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La Biblia Textual 3a Edicion

15 Por tanto, alabo el placer, porque no hay cosa mejor para el hombre debajo del sol que comer y beber y estar alegre, y que esto le quede de sus afanes los días de su vida que Ha-’Elohim le concede debajo del sol.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

15 Y alabo la alegría, porque no hay otra dicha para el hombre bajo el sol que comer, beber y gozar: es lo que le queda de su esfuerzo durante los días de vida que Dios le concede bajo el sol.

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Eclesiastés 8:15
11 Referans Kwoze  

Un abismo llama a otro: al sonido de tus cataratas, tus rompientes todos y tus olas avanzan sobre m.


Entonces me dije: '¡Voy a probar la alegr a, a gustar el placer!'. Pero también eso es vanidad.


Nada rehusé a los deseos de mis ojos. No privé de goce alguno a mi corazón; porque mi corazón disfrutaba en todos mis esfuerzos, y ésa era la paga de todas mis fatigas.


No hay otra dicha para el hombre que comer y beber y regalarse con el fruto de sus fatigas. Yo veo que también esto viene de la mano de Dios;


Procuré regalar mi cuerpo con el vino, aunque sin apartar mi corazón de la sabidur a, y entregarme a la disipación para saber en qué consiste la dicha de los mortales, lo que hacen bajo el cielo durante los d as contados de su vida.


Y he concluido que no hay otra dicha para el hombre que disfrutar de sus obras, pues ésa es su suerte. Porque, ¿quién le permitirá contemplar lo que ha de venir tras él?


Además, si Dios concede a un hombre riqueza y fortuna, y le permite utilizarla, servirse de ella y gozar del fruto de su trabajo, eso s es don de Dios.


A los ricos de este mundo, recomiéndales que no sean altivos, ni pongan su esperanza en cosa tan insegura como la riqueza, sino en Dios, que nos provee de todo espléndidamente para nuestra satisfacción;


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