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Eclesiastés 7:14 - Biblia Castilian 2003

14 En los d as de dicha sé feliz, y en los d as de miseria reflexiona: Dios hizo la una y la otra, para que el hombre no descubra su futuro.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

14 En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro, a fin de que el hombre nada halle después de él.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

14 Disfruta de la prosperidad mientras puedas, pero cuando lleguen los tiempos difíciles, reconoce que ambas cosas provienen de Dios. Recuerda que nada es seguro en esta vida.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

14 En los días felices disfruta de la felicidad, y en el día de la desgracia, abre los ojos: Dios los ha dispuesto a ambos de tal manera que nadie pueda saber cuál será su fin.

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La Biblia Textual 3a Edicion

14 En el día del bien goza del bien, y en el día de la adversidad reflexiona: Ha- ’Elohim ha hecho tanto el uno como el otro, para que el hombre no sepa lo que sucederá después de él.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

14 En los días de dicha sé feliz, y en los días de miseria reflexiona: Dios hizo la una y la otra, para que el hombre no descubra su futuro.

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Eclesiastés 7:14
35 Referans Kwoze  

si ellos luego se arrepienten en su corazón en la tierra de su cautiverio y se convierten y te suplican en el pa s de quienes les llevaron cautivos y dicen: 'Hemos pecado, hemos sido perversos, somos culpables',


Pero él respondió: 'Hablas como una necia. Si aceptamos la dicha que Dios nos env a, ¿por qué no aceptar la desgracia?'. En nada de esto pecó Job con sus labios.


Saludable me ha sido la aflicción para aprender tus mandamientos.


Él me saca del pozo burbujeante, del barro cenagoso, para poner mis pies sobre la roca y asegurar mis pasos.


El necio multiplica las palabras. El hombre ignora lo que ha sucedido; y lo que ha de suceder después de él ¿quién se lo manifestará?


Alégrate, joven, en tu adolescencia y vive feliz en los d as de tu juventud. Sigue los impulsos de tu corazón y da placer a tus ojos. Pero sábete que por todo ello Dios te llamará a juicio.


Fin del discurso. Una vez o do todo, teme a Dios y guarda sus mandamientos: eso es lo que al hombre corresponde.


¡Vanidad de vanidades!, dice Qohélet. ¡Todo es vanidad!


Y he concluido que no hay otra dicha para el hombre que disfrutar de sus obras, pues ésa es su suerte. Porque, ¿quién le permitirá contemplar lo que ha de venir tras él?


Hay tiempo de llorar y tiempo de re r. Hay tiempo de gemir, y tiempo de bailar.


Entonces he concluido que la dicha para el hombre consiste en comer, beber y gozar del fruto de todas las fatigas que se toma bajo el sol durante los d as de vida que Dios le concede, pues tal es su destino.


porque nadie conoce lo que ha de suceder. ¿Y quién podrá indicarle cómo sucederá?


Anda, pues, y come con gozo tu pan y bebe tu vino, porque ya Dios se ha complacido en tu conducta.


Yahveh, tu mano está alzada, pero ellos no la ven. ¡Vean, avergonzados, tu celo por el pueblo; el fuego devore a tus enemigos!


Y volcó sobre él su ardiente ira y la violencia de la guerra, que lo abrasó por todas partes, y no lo supo, le quemaba, y no le dio importancia.


La ira de Yahveh no cede hasta que realice y ejecute los planes de su corazón. Al fin de los d as lo comprenderéis.


¿No salen de la boca del Alt simo los males y los bienes?


Oigo que Yahveh clama a la ciudad: 'Escuchad, tribu y asamblea de la ciudad:


Id, pues, y aprended qué significa: Amor quiero y no sacrificios: porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores'.


confortando a los disc pulos y exhortándolos a permanecer en la fe, diciéndoles que por muchas tribulaciones tenemos que pasar para entrar en el reino de Dios.


Y te regocijarás por todos los bienes que Yahveh, tu Dios, te ha dado, a ti y a tu casa, y se regocijarán contigo el levita y el forastero que moran cerca de ti.


Por no haber servido a Yahveh, tu Dios, con alegr a y de buen corazón cuando ten as de todo en abundancia,


Te humilló, te hizo pasar hambre, te dio a comer el maná, que no conoc as ni hab an conocido tus padres, para que aprendieras que no sólo de pan vive el hombre sino que vive también de cuanto sale de la boca de Yahveh.


Reconoce, pues, en tu corazón que Yahveh te corrige como un hombre corrige a su hijo.


¿Está mal alguno de entre vosotros? Que ore. ¿Está de buen ánimo? Que cante himnos.


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