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Daniel 9:3 - Biblia Castilian 2003

3 Volv mi rostro al Se or para dirigirle oraciones y súplicas, en ayuno, saco y ceniza.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

3 Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Así que dirigí mis ruegos al Señor Dios, en oración y ayuno. También me puse ropa de tela áspera y arrojé cenizas sobre mi cabeza.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Volví mi mirada hacia el Señor Dios para invocarlo en la oración y suplicarle por medio del ayuno, la penitencia y la ceniza.

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La Biblia Textual 3a Edicion

3 Entonces volví mi rostro hacia Adonay Ha-’Elohim, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Volví mi rostro al Señor para dirigirle oraciones y súplicas, en ayuno, saco y ceniza.

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Daniel 9:3
30 Referans Kwoze  

Rogó David a Dios por el ni o, ayunaba con rigor y pasaba las noches acostado en el suelo.


Esdras abandonó el templo de Yahveh y se retiró al aposento de Juan, hijo de Eliasib. Mientras estuvo all ni comió pan ni bebió agua sino que estuvo haciendo duelo por las prevaricaciones de los que hab an vuelto de la cautividad.


Y all, a la orilla del r o Ahavá, pregoné un ayuno para humillarnos ante nuestro Dios, con el fin de impetrar de él un feliz viaje para nosotros, para nuestros hijos y toda nuestra hacienda.


A la hora del sacrificio de la tarde, sal de mi abatimiento y, con mis vestidos y manto rasgados, ca de rodillas, extend las manos hacia Yahveh, mi Dios,


El d a veinticuatro de aquel mismo mes se reunieron los israelitas para un ayuno, vestidos de saco y cubiertos de polvo.


'Ve y reúne a todos los jud os que se encuentran en Susa y ayunad por m. No comáis ni bebáis durante tres d as, ni de d a ni de noche. También yo y mis doncellas ayunaremos. Y as, aun en contra de la ley, me presentaré al rey. Si tengo que morir, moriré'.


Por eso me retracto y me arrepiento, echándome polvo y ceniza'.


En cuanto a m, cuando eran ellos quienes padec an, mi vestido era el saco, humillaba el vigor con el ayuno, y en mi seno repet a mi plegaria.


Os invitaba el Se or, Yahveh Sebaot, aquel d a, al llanto y al lamento, a raparos la cabeza y ce ir sayal.


llámame y te responderé; te anunciaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces.


'As dice el Se or Yahveh: aun esto dejaré que me pida la casa de Israel y se lo concederé: multiplicar su población como un reba o.


As, pues, el rey Dar o firmó el documento con la prohibición.


en el primer a o de su reinado, yo, Daniel, me puse a investigar en las Escrituras el número de los a os que, según la palabra de Yahveh al profeta Jerem as, deber an pasar sobre la ruina de Jerusalén: eran setenta a os.


Estaba yo aún hablando, orando, confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y presentando mi súplica a Yahveh, mi Dios, por su santa monta a;


Oré a Yahveh, mi Dios, e hice mi confesión: '¡Ah, Se or, el Dios grande y terrible que guarda la alianza y la misericordia con los que le aman y cumplen sus mandamientos!


¡Ce os de saco y gemid, sacerdotes! ¡Lamentaos, ministros del altar! Venid, pasad la noche sobre esteras, ministros de mi Dios, porque faltan en la casa de vuestro Dios la oblación y la libación.


Por eso, ahora mismo - oráculo de Yahveh - convert os a m de todo corazón con ayunos, llantos y lamentos;


La gente de N nive creyó en Dios; proclamó un ayuno y grandes y peque os se vistieron de saco.


y ahora era viuda con ochenta y cuatro. No se apartaba del templo, sirviendo a Dios noche y d a con ayunos y oraciones.


D jole Cornelio: 'Hace cuatro d as a esta misma hora me encontraba haciendo la oración de nona en mi casa, cuando un hombre, con radiantes vestidos, se puso delante de m


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