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Daniel 5:6 - Biblia Castilian 2003

6 Entonces al rey se le mudó el color del rostro, sus pensamientos le aterraron, se le relajaron las articulaciones de las caderas y sus rodillas chocaban una contra otra.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

6 Entonces el rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

6 y el rostro se le puso pálido del susto. Le temblaron las rodillas a causa del miedo y se le aflojaron las piernas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

6 e inmediatamente cambió de color: estaba espantado, todo su cuerpo y todos sus miembros temblaban.

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La Biblia Textual 3a Edicion

6 Entonces el rey palideció, y la mente se le turbó, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban una contra otra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

6 Entonces al rey se le mudó el color del rostro, sus pensamientos le aterraron, se le relajaron las articulaciones de las caderas y sus rodillas chocaban una contra otra.

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Daniel 5:6
21 Referans Kwoze  

hacia m abren sus fauces, como león que ruge y que devora.


Que su mesa servida se torne trampa y lazo, sus banquetes sagrados, en celada.


Fortaleced las manos débiles, las rodillas vacilantes afirmad.


en él no hay cansado, no hay vacilante, nadie se adormece, nadie se duerme, nadie se desabrocha el cinturón de la cintura, nadie se desata el cordón de su calzado.


Cuando el rey de Babel oyó la noticia desfallecieron sus manos; la angustia se apoderó de él, dolor como de parturienta.


'Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Jerusalén, vaticina hacia los santuarios, profetiza contra el pa s de Israel.


Todas las manos se enervarán, y todas las rodillas se deshacen en agua.


En el a o segundo de su reinado, tuvo Nabucodonosor un sue o que le perturbó hasta tal punto que le era imposible dormir.


Entonces Nabucodonosor, enfurecido y con el semblante alterado a causa de Sidrac, Misac y Abdénago, ordenó encender el horno con un fuego siete veces mayor que el acostumbrado


eres tú, ¡oh rey!, que has crecido y te has hecho fuerte; tu grandeza se ha acrecentado y ha llegado hasta el cielo, y tu imperio hasta los confines de la tierra'.


Luego se presentó ante m Daniel, llamado Baltasar en honor a mi dios, en quien reside la inspiración divina, y le conté el sue o:


En aquel instante, aparecieron los dedos de una mano humana que escrib an, delante del candelabro, sobre el yeso de la pared del palacio real. El rey ve a la palma de la mano que escrib a.


Hasta aqu el relato. Yo, Daniel, quedé asustado de mis pensamientos, palidec y lo guardé todo en mi corazón.


¡Saquead la plata! ¡Saquead el oro! Hay un tesoro inagotable, una masa inmensa de objetos preciosos.


Por lo tanto, fortaleced las manos débiles, afirmad las rodillas vacilantes


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