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Daniel 3:7 - Biblia Castilian 2003

7 Por eso, cuando todos los pueblos oyeron el sonido de la trompeta, de la flauta, de la c tara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron para adorar la estatua de oro que hab a erigido el rey Nabucodonosor.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

7 Por lo cual, al oír todos los pueblos el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Así que al sonido de los instrumentos musicales, toda la gente, de cualquier raza, nación o lengua, se inclinó rostro en tierra y rindió culto a la estatua de oro que había levantado el rey Nabucodonosor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Por eso, cuando todos los pueblos oyeron el sonido de la trompeta, el cuerno, la cítara, la flauta, el trombón, la gaita y de cualquier otro instrumento, los hombres de todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron en tierra y adoraron la estatua de oro erigida por el rey Nabucodonosor.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Por lo cual, al momento en que los diversos pueblos oyeron el son de la corneta y del silbato, del tamboril, del arpa y del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, los pueblos de toda nación y lengua se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había hecho levantar.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 Por eso, cuando todos los pueblos oyeron el sonido de la trompeta, de la flauta, de la cítara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron para adorar la estatua de oro que había erigido el rey Nabucodonosor.

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Daniel 3:7
15 Referans Kwoze  

Copa de oro en manos de Yahveh era Babel, que embriagaba a la tierra entera: de su vino bebieron las naciones, por eso las naciones enloquecieron.


Entonces el rey Nabucodonosor, cayó rostro en tierra, se postró ante Daniel y mandó que le ofrecieran oblaciones y perfumes.


Tú, ¡oh rey!, has dado un decreto según el cual todo el que oiga el sonido de la trompeta, de la flauta, de la c tara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música debe postrarse para adorar la estatua de oro;


El heraldo proclamó en voz alta: 'A vosotros, pueblos, naciones y lenguas, se os manda lo siguiente:


En el momento en que oigáis el sonido de la trompeta, de la flauta, de la c tara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música, postraos para adorar la estatua de oro que ha erigido el rey Nabucodonosor.


El que no se postre y no la adore, será arrojado al instante a un horno de fuego ardiente'.


Entonces se presentaron algunos caldeos y denunciaron a los jud os.


En las pasadas generaciones, permitió que cada pueblo siguiera su propio camino.


Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está sometido al Maligno.


Fue arrojado el gran dragón, la antigua serpiente, el que se llama Diablo y Satanás, el que seduce al universo entero. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.


Seduce, con los prodigios que le permitieron hacer al servicio de la bestia, a los moradores de la tierra, diciéndoles que hagan una imagen en honor de la bestia que, a pesar de la herida de la espada, sobrevivió.


Vi que una de sus cabezas estaba como herida de muerte, pero su herida mortal se hab a curado. La tierra entera, fascinada, segu a a la bestia.


La adorarán todos los habitantes de la tierra, todos aquellos cuyo nombre no está escrito, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado.


La bestia que has visto era y ya no es. Está a punto de subir del abismo, pero camina a la perdición. Los moradores de la tierra, aquellos cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida desde la creación del mundo, quedarán atónitos, cuando vean la bestia, pues era, ya no es y vuelve a aparecer.


Cayó prisionera la bestia, y con ella el falso profeta, el que hac a a su servicio las se ales con las que extravió a los que recibieron la marca de la bestia y a cuantos adoraron su imagen. Ambos fueron arrojados vivos al lago de fuego que arde en azufre.


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