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2 Reyes 4:40 - Biblia Castilian 2003

40 Sirvieron la comida a los hombres y, al probarla, éstos, gritaron: '¡La muerte en la olla, varón de Dios!'. Y no pudieron comer.

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Biblia Reina Valera 1960

40 Después sirvió para que comieran los hombres; pero sucedió que comiendo ellos de aquel guisado, gritaron diciendo: ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no lo pudieron comer.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

40 Sirvieron un poco del guisado a los hombres, quienes después de comer uno o dos bocados, gritaron: «¡Hombre de Dios, este guisado está envenenado!». Así que no quisieron comerlo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

40 Sirviéronles sopa a todos esos hombres, pero en cuanto la probaron exclamaron: '¡Hombre de Dios, la olla está envenenada!' Y no pudieron comer.

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La Biblia Textual 3a Edicion

40 Y sirvió a los hombres para que comieran; pero sucedió que cuando comían del potaje, gritaron diciendo: ¡Varón de Dios, hay muerte en esa olla! Y no pudieron comer.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

40 Sirvieron la comida a los hombres y, al probarla, éstos, gritaron: '¡La muerte en la olla, varón de Dios!'. Y no pudieron comer.

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2 Reyes 4:40
11 Referans Kwoze  

Cierta vez, mientras Jacob preparaba un guiso, llegó Esaú del campo exhausto.


Ella dijo entonces a El as: '¿Qué tengo yo que ver contigo, hombre de Dios? ¿Has venido a mi para recordar mis culpas y hacer morir a mi hijo?'.


Volvió a enviarle el rey otro jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que subió y le dijo: 'Hombre de Dios, esto ordena el rey: '¡Baja en seguida!''.


Volvió a enviar el rey un tercer jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres. Este tercer jefe subió y, apenas llegado, se puso de rodillas ante El as y le suplicó: 'Hombre de Dios, que mi vida y la de tus siervos, estos cincuenta, tenga algún valor a tus ojos.


Y mandó un jefe de cincuenta con sus cincuenta hombres, que salió en busca de él. Lo hallaron sentado en la cima del monte. El jefe le dijo: 'Hombre de Dios, el rey ordena que bajes'.


Uno de ellos salió al campo a recoger hierbas y encontró una especie de cepa silvestre; tomó unas calabazas silvestres hasta llenar su manto. Luego volvió, las cortó en trozos y las echó en la olla del potaje, sin saber lo que era.


Ella dijo a su marido: 'Mira, yo sé que es un santo varón de Dios ése que pasa siempre por nuestra casa.


Ahora, pues, perdonad mi pecado siquiera una vez más, y pedid a Yahveh, vuestro Dios, que, al menos, aleje de m esta muerte'.


Llegaron a Mará; pero no pudieron beber el agua de Mará, por ser amarga. Por eso aquel lugar se llama Mará.


tomarán en sus manos serpientes y, aunque beban veneno, no les hará da o, impondrán las manos a los enfermos y éstos recobrarán la salud'.


Ésta es la bendición con que Moisés, hombre de Dios, bendijo, antes de su muerte, a los israelitas.


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