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2 Reyes 19:35 - Biblia Castilian 2003

35 Aquella misma noche salió el ángel de Yahveh y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Cuando se levantaron por la ma ana, vieron que no hab a más que cadáveres.

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Biblia Reina Valera 1960

35 Y aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil; y cuando se levantaron por la mañana, he aquí que todo era cuerpos de muertos.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

35 Esa noche el ángel del Señor fue al campamento asirio y mató a 185.000 soldados. Cuando los asirios que sobrevivieron se despertaron a la mañana siguiente, encontraron cadáveres por todas partes.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

35 Esa misma noche salió el ángel de Yavé y dio muerte en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. ¡A la mañana siguiente, a la hora de levantarse, sólo había cadáveres, estaban todos muertos!

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La Biblia Textual 3a Edicion

35 Y aquella noche aconteció que el ángel de YHVH salió e hirió a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los asirios, y cuando se levantaron de madrugada, he aquí todos eran cadáveres.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

35 Aquella misma noche salió el ángel de Yahveh y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Cuando se levantaron por la mañana, vieron que no había más que cadáveres.

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2 Reyes 19:35
24 Referans Kwoze  

Pero cuando el ángel iba a extender su mano contra Jerusalén para destruirla, se arrepintió Yahveh del mal y dijo al ángel que exterminaba al pueblo: '¡Basta ya! ¡Retira tu mano!'. El ángel de Yahveh estaba entonces junto a la era de Arauná, el jebuseo.


He aqu que voy a poner en él un esp ritu tal que, al o r cierta noticia, se volverá a su pa s, y all le haré caer a filo de espada'.


o tres a os de hambre, o tres meses de andar huyendo de tus enemigos que vayan persiguiéndote a espada, o tres d as de espada de Yahveh y epidemia en el pa s, durante los cuales el ángel de Yahveh sembrará la ruina en todo el territorio de Israel. Ahora, pues, mira tú lo que debo responder al que me env a''.


David alzó los ojos y vio al ángel de Yahveh que estaba entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en la mano, extendida sobre Jerusalén. David y los ancianos, cubiertos de saco, cayeron rostro en tierra.


As, cuando los de Judá llegaron a la vista del desierto y miraron hacia la muchedumbre, no vieron sino cadáveres tendidos por tierra; no quedaba ningún superviviente.


cuando Dios se levanta a hacer justicia, a salvar a los afligidos de la tierra. Selah


Nuestra vida es setenta a os, ochenta a os la vida de los fuertes: casi todos en afanes y miseria, pues rápido se pasan y nosotros nos volamos.


de la peste que anda en las tinieblas, o la epidemia que arrasa al mediod a.


Cuando Yahveh pase para herir a los egipcios y vea la sangre sobre el dintel y sobre las dos jambas, pasará de largo ante aquella puerta y no dejará que el exterminador entre en vuestras casas para herir.


Si en un principio hubiera extendido mi mano y te hubiese herido con la peste, a ti y a tu pueblo, habr as desaparecido de la tierra.


Pero te he dejado con vida, para darte a conocer mi fuerza y para que mi nombre se divulgue sobre toda la tierra.


Mirad al Se or, Yahveh Sebaot, que desgaja con fuerza terrible el ramaje: las puntas más altas están ya taladas, las más elevadas, derribadas.


Al llegar la tarde, mirad: terror repentino; a la ma ana ya no existen. Éste es el destino de quienes nos saquean, la suerte de quienes nos despojan.


Salió el ángel de Yahveh y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres. Cuando se levantaron por la ma ana, vieron que no hab a más que cadáveres.


Aquella misma noche fue asesinado Baltasar, rey de los caldeos.


Pero me compadeceré de la casa de Judá y los salvaré, porque yo soy Yahveh, su Dios. No los salvaré con arco, espada y lanza, ni con caballos y carros de guerra'.


Pero en aquel mismo instante lo hirió un ángel del Se or, por no haber dado gloria a Dios; y, comido de gusanos, expiró.


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