19 Entonces el jefe del Estado Mayor del rey asirio les dijo que le transmitieran a Ezequías el siguiente mensaje: «El gran rey de Asiria dice: ¿En qué confías que te da tanta seguridad?
El rey de Asiria envió desde Laquis a Jerusalén, contra el rey Ezequ as, al comandante del ejército, al jefe de los eunucos y al copero mayor, con un fuerte ejército. Subieron y, cuando llegaron a Jerusalén, se detuvieron junto al canal del estanque superior, el que está junto al camino del Campo del Batanero.
Pero si me dices: 'Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro Dios', ¿no ha suprimido Ezequ as sus lugares altos y sus altares, ordenando a Judá y a Jerusalén: 'Sólo ante este altar, en Jerusalén, os postraréis?'.
'As hablaréis a Ezequ as, rey de Judá: No te dejes enga ar por tu Dios, en quien conf as, y no digas: 'No será entregada Jerusalén en manos del rey de Asiria'.
En realidad, tú conf as en el apoyo de una ca a rota, en Egipto, que pincha y traspasa la mano de quien se apoya en ella. As es el Faraón rey de Egipto, para todos los que conf an en él.
Pero si me dices: 'Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro Dios', ¿no ha suprimido Ezequ as sus lugares altos y sus altares, ordenando a Judá y a Jerusalén: 'Sólo ante este altar, en Jerusalén os postraréis?'.
'As hablaréis a Ezequ as, rey de Judá: no te dejes enga ar por tu Dios, en quien conf as, y no digas: 'No será entregada Jerusalén en manos del rey de Asiria'.
En aquel mismo instante se cumplió en Nabucodonosor la sentencia. Fue expulsado de entre los hombres, comió hierba como los bueyes y su cuerpo se empapó del roc o del cielo; le crecieron los cabellos como las plumas de las águilas y las u as como las de los pájaros.