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2 Crónicas 14:11 - Biblia Castilian 2003

11 Yahveh derrotó a los et opes ante Asá y ante Judá, y los et opes emprendieron la huida.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

11 Y clamó Asa a Jehová su Dios, y dijo: ¡Oh Jehová, para ti no hay diferencia alguna en dar ayuda al poderoso o al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehová Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu nombre venimos contra este ejército. Oh Jehová, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Entonces Asa clamó al Señor su Dios: «¡Oh Señor, nadie sino tú puede ayudar al débil contra el poderoso! Ayúdanos, oh Señor nuestro Dios, porque solo en ti confiamos. Es en tu nombre que hemos salido contra esta inmensa multitud. ¡Oh Señor, tú eres nuestro Dios; no dejes que simples hombres prevalezcan contra ti!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Yavé derrotó a los etíopes ante Asá y los hombres de Judá; y los etíopes se pusieron en fuga.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Y Asa invocó a YHVH su Dios, y dijo: ¡Oh YHVH, no hay otro como Tú para ayudar, tanto al poderoso como al que no tiene fuerza! ¡Ayúdanos, oh YHVH Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, y en tu Nombre hemos venido contra esta multitud! Oh YHVH, Tú eres nuestro Dios, ¡no prevalezca contra ti ningún mortal!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Yahveh derrotó a los etíopes ante Asá y ante Judá, y los etíopes emprendieron la huida.

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2 Crónicas 14:11
59 Referans Kwoze  

Cuando tu pueblo salga a combate contra su enemigo por el camino que tú le se alares, y dirijan a Yahveh sus plegarias vueltos hacia la ciudad que tú elegiste y hacia el templo que he construido para tu nombre,


Dios los ayudó contra ellos, y los agarenos y todos los que con ellos estaban cayeron en sus manos; pues clamaron a Dios durante la batalla, y él los escuchó, porque hab an confiado en él.


He aqu que con nosotros, a nuestra cabeza, está Dios con sus sacerdotes, y están las trompetas vibrantes para hacerlas resonar contra vosotros. ¡Israelitas, no luchéis contra Yahveh, Dios de vuestros padres, porque no prosperaréis!'.


Al volver Judá la cabeza, vio que ten an lucha por delante y por detrás. Clamaron entonces a Yahveh, y los sacerdotes tocaron las trompetas.


Los de Judá lanzaron el grito de guerra; y mientras lanzaban el grito de guerra los de Judá, Dios derrotó a Jeroboán y a todo Israel delante de Ab as y de Judá.


As fueron humillados los israelitas en aquella ocasión, mientras que los hijos de Judá prevalecieron, porque se hab an apoyado en Yahveh, Dios de sus padres.


Invocó entonces Asá a Yahveh, su Dios, diciendo: '¡Oh Yahveh! Nadie como tú puede prestar ayuda en la lucha entre un poderoso y un desvalido. Socórrenos, Yahveh, Dios nuestro, pues en ti nos apoyamos y en tu nombre vamos contra esa muchedumbre Yahveh, tú eres nuestro Dios; no prevalezca hombre alguno contra ti'.


En aquel tiempo, Janan, el vidente se presentó a Asá, rey de Judá, y le dijo: 'Por haberte apoyado en el rey de Aram y no haberte apoyado en Yahveh, tu Dios, se ha escapado de tus manos el ejército del rey de Aram.


Cuando los jefes de los carros vieron a Josafat, se dijeron: 'Seguramente que ése es el rey de Israel'. Y se fueron contra él para atacarle. Pero Josafat empezó a gritar, Yahveh le socorrió y Dios los apartó de él,


¡Oh Dios nuestro! ¿No harás tú justicia contra ellos? Porque nosotros no tenemos fuerza frente a una muchedumbre tan grande como ésa que viene contra nosotros y no sabemos qué hacer. Pero hacia ti volvemos nuestros ojos'.


Siguió en todo la conducta de su padre Asá, sin apartarse de ella y haciendo lo que es recto a los ojos de Yahveh.


Porque, si va contigo, por mucho que te esfuerces en el combate, Dios te hará caer ante el enemigo. Dios tiene poder para ayudar y para derribar'.


Dios le prestó ayuda contra los filisteos, contra los árabes que resid an en Gur Baal y contra los meunitas.


Por todo esto, el rey Ezequ as y el profeta Isa as, hijo de Amós, oraron y clamaron al cielo.


Con él está un brazo de carne; pero con nosotros está Yahveh, nuestro Dios, dispuesto a prestarnos ayuda y a pelear en nuestros combates'. El pueblo se sintió fortalecido con las palabras de Ezequ as, rey de Judá.


Canto gradual. Hacia el Se or, en medio de pesares, yo clamo y él me atiende.


me rodean los brazos del seol, me preceden los cepos de la muerte.


Que él colme tus deseos y cumpla todos tus proyectos.


Yo sé ya desde ahora que el Se or socorrerá a su ungido, que él responderá desde su santo cielo con la fuerza de su diestra salvadora.


Los unos con sus carros, los otros con caballos, nosotros invocando el nombre del Se or, nuestro Dios.


A ti se abandonaron nuestros padres, se abandonaron, y tú los liberaste;


clamaron hacia ti y fueron preservados, a ti se abandonaron y no fueron defraudados.


Poned en él los ojos, estad radiantes He y no tengáis los rostros abatidos.


Deja al Se or tus suertes Gu mel y abandónate a él, que él obrará.


Invócame en el d a de la angustia: te libraré y tú me darás gloria.


Él, cierto, no se olvida Kaf del pobre para siempre, ni se malogra por los siglos la esperanza del humilde.


Él me invoca y yo lo atiendo, en la angustia estoy con él para librarle y ponerlo en dignidad.


Al acercarse el Faraón, los israelitas alzaron los ojos y vieron que los egipcios marchaban contra ellos; y llenos de temor, clamaron a Yahveh.


Torre fuerte es el nombre de Yahveh: en él se refugia el justo y vive seguro.


Y sucederá en aquel d a: el resto de Israel y el residuo de la casa de Jacob no volverá ya a apoyarse en quien le golpea, pues se apoyarán de verdad en Yahveh, el Santo de Israel.


Dejaos del hombre en cuya nariz apenas hay un soplo; pues, ¿en qué puede estimársele?


Yahveh, Dios nuestro, otros se ores distintos de ti nos dominaron; pero sólo recordamos tu nombre.


Te combatirán, pero no podrán contigo, porque contigo estoy yo - oráculo de Yahveh - para salvarte.


Cinco de vosotros perseguirán a cien, y cien de vosotros pondrán en fuga a diez mil. Vuestros enemigos caerán ante vosotros al filo de la espada.


Él desencadena la ruina sobre la fortaleza, trae la destrucción sobre la ciudadela.


y le dijo: 'Corre y di a ese joven: Abierta ha de quedar Jerusalén por la cantidad de hombres y animales que albergará.


Ahora yo también te digo que tú eres Pedro; sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Hades no podrán contra ella.


'Que no se turbe vuestro corazón: creéis en Dios, pues creed también en m.


'La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, la doy yo. No se turbe vuestro corazón ni sienta miedo.


y sucederá que todo el que invoque el nombre del Se or se salvará.


Pues por la fe en su nombre, a éste, a quien veis y conocéis, ese nombre le ha fortalecido. Ha sido la fe que por él se nos da la que le ha otorgado esta curación total en presencia de todos vosotros.


ca do en tierra, oyó una voz que le dec a: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'.


¿Qué más decir? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?


si no temiera fomentar el furor del enemigo, si sus adversarios no lo interpretaran falsamente, si no se dijeran: ha prevalecido nuestra mano; no fue Yahveh quien hizo todo esto.


¿Cómo un solo hombre puede perseguir a un millar, y dos poner en fuga a diez millares, si no es porque su Roca se los ha vendido, porque Yahveh se los ha entregado?


Cuando Yahveh haga justicia a su pueblo y tenga piedad de sus siervos; cuando vea que les faltan las fuerzas y que no hay ya ni esclavo ni libre,


Dijo entonces Yahveh a Gedeón: 'Con los trescientos hombres que han lamido el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos. En cuanto a todos los demás, que se vaya cada uno a su lugar'.


Jonatán dijo a su escudero. 'Ven; vamos a pasar al puesto de esos incircuncisos. Quizá Yahveh haga algo por nosotros, porque nada le impide a Yahveh dar la victoria con muchos o con pocos'.


Y todos los aqu reunidos reconocerán que Yahveh no otorga la salvación por la espada o por la lanza; porque Yahveh es el due o de la guerra y él os entregará en nuestras manos'.


Él guarda los pasos de sus fieles, mientras que los imp os perecen en tinieblas, porque no por su fuerza triunfa el hombre.


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