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1 Reyes 21:27 - Biblia Castilian 2003

27 Al o r Ajab todas estas palabras, rasgó sus vestiduras, se puso un saco sobre la carne y ayunó. Se acostaba con el saco puesto y andaba abatido.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

27 Y sucedió que cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos y puso cilicio sobre su carne, ayunó, y durmió en cilicio, y anduvo humillado.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

27 Sin embargo, cuando Acab escuchó este mensaje, rasgó su ropa, se vistió de tela áspera e hizo ayuno. Hasta dormía vestido de tela áspera y andaba de luto.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

27 Al oír las palabras de Elías, Ajab rasgó su ropa, se vistió de saco y ayunó; dormía con el saco puesto y andaba cabizbajo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

27 Y sucedió que cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestiduras, puso cilicio sobre su cuerpo, y ayunó y se acostó con el cilicio, y anduvo abatido.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

27 Al oír Ajab todas estas palabras, rasgó sus vestiduras, se puso un saco sobre la carne y ayunó. Se acostaba con el saco puesto y andaba abatido.

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1 Reyes 21:27
18 Referans Kwoze  

Entonces Jacob rasgó sus vestiduras, se vistió de saco e hizo duelo por su hijo muchos d as.


Dijo luego David a Joab y a toda la gente que con él estaba: 'Rasgad vuestras vestiduras y ce os de saco en se al de duelo por Abner'. Y el mismo rey David fue andando detrás del féretro.


Entonces le fue dirigida a El as, el tesbita, la palabra de Yahveh, diciéndole:


Eliaqu n, hijo de Jilqu as, mayordomo de palacio, Sebná, el secretario, y Joaj, hijo de Asaf, el cronista, se presentaron a Ezequ as con las vestiduras rasgadas y le refirieron las palabras del copero mayor.


El rey Ezequ as, al o rlo, rasgó sus vestiduras y, cubierto de saco, entró en el templo de Yahveh.


Cuando el rey oyó estas palabras de la mujer, rasgó sus vestiduras. Y como pasaba sobre la muralla, el pueblo pudo ver que por dentro llevaba un sayal sobre su carne.


David alzó los ojos y vio al ángel de Yahveh que estaba entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en la mano, extendida sobre Jerusalén. David y los ancianos, cubiertos de saco, cayeron rostro en tierra.


Un sayal he cosido a mi piel, he hundido mi frente en el polvo.


Al o r el pueblo esta mala noticia, hizo duelo y nadie se vistió sus galas.


Os invitaba el Se or, Yahveh Sebaot, aquel d a, al llanto y al lamento, a raparos la cabeza y ce ir sayal.


¿Qué hablaré? Él me lo dijo y él lo ha hecho: caminaré todos mis d as, hundido en la amargura de mi alma.


El rey y todos sus servidores, que hab an o do todas aquellas palabras, no se asustaron ni rasgaron sus vestiduras.


¡Ce os de saco y gemid, sacerdotes! ¡Lamentaos, ministros del altar! Venid, pasad la noche sobre esteras, ministros de mi Dios, porque faltan en la casa de vuestro Dios la oblación y la libación.


Al ver Dios lo que hac an y cómo se hab an convertido de su mala conducta, se arrepintió del mal con que los hab a amenazado y no lo ejecutó.


La noticia llegó al rey de N nive, quien se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de saco y se sentó en la ceniza.


Yo encargaré a mis dos testigos que profeticen durante mil doscientos sesenta d as, vestidos de sayal.


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