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1 Juan 2:16 - Biblia Castilian 2003

16 porque todo lo que hay en el mundo - los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la jactancia de la opulencia - no proviene del Padre, sino que procede del mundo.

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Plis vèsyon

Biblia Reina Valera 1960

16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 Pues el mundo solo ofrece un intenso deseo por el placer físico, un deseo insaciable por todo lo que vemos, y el orgullo de nuestros logros y posesiones. Nada de eso proviene del Padre, sino que viene del mundo;

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 Pues toda la corriente del mundo -la codicia del hombre carnal, los ojos siempre ávidos, y la arrogancia de los ricos- nada viene del Padre, sino del mundo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 Porque todo lo que hay en el mundo: la codicia de la carne,° la codicia de los ojos,° y la soberbia de la vida,° no viene del Padre, sino del mundo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 porque todo lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la jactancia de la opulencia- no proviene del Padre, sino que procede del mundo.

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1 Juan 2:16
34 Referans Kwoze  

Vio la mujer que el árbol ten a frutos sabrosos y que era seductor a la vista y codiciable para conseguir sabidur a; tomó de sus frutos y comió, y dio también a su marido, que estaba con ella. Y también él comió.


vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas y tomaron para s por mujeres de entre todas ellas las que bien quisieron.


Yo hab a hecho pacto con mis ojos de no ponerlos en doncella alguna.


y por eso el orgullo es su collar, la violencia, el vestido que los cubre.


provocaron a Dios en su interior, reclamando el manjar de su apetencia.


Con la avidez apenas colmada, aún con la comida entre sus dientes,


El seol y el averno son insaciables; tampoco se sacian los ojos del hombre.


No desees su hermosura en tu corazón, no te seduzca con sus miradas,


En aquel mismo instante se cumplió en Nabucodonosor la sentencia. Fue expulsado de entre los hombres, comió hierba como los bueyes y su cuerpo se empapó del roc o del cielo; le crecieron los cabellos como las plumas de las águilas y las u as como las de los pájaros.


Por eso se dio a aquel lugar el nombre de Quibrot Hatavá, porque all enterraron a la chusma que se hab a entregado a la glotoner a.


Una chusma que se hab an mezclado con el pueblo sintió tan insaciable apetito que incluso los israelitas rompieron a lamentarse de nuevo y dec an: '¡Quién nos diera a comer carne!


De nuevo lo llevó el diablo a un monte elevad simo, le mostró todos los reinos de la tierra y su esplendor,


Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer con mal deseo, ya cometió adulterio en su corazón [con ella].


Y llevándolo a una altura, le mostró en un momento todos los reinos del mundo.


Al contrario, revest os del Se or Jesucristo y no pongáis vuestro afán en la satisfacción de los deseos de la carne.


Estos acontecimientos ten an sentido figurativo para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo codiciaron ellos.


Pues la carne desea contra el Esp ritu, y el Esp ritu contra la carne. Ambos se combaten entre s, de suerte que no hacéis las cosas que quisierais.


Los que son de Cristo [Jesús] han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.


entre los cuales también nosotros todos viv amos entonces según las tendencias de nuestra carne, realizando los deseos de la carne y de la mente, y éramos, por naturaleza, hijos de ira, exactamente como los otros...


y por ella aprendemos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos y a vivir en este mundo con moderación, con justicia, con religiosidad,


Porque hubo un tiempo en que también nosotros éramos insensatos, desobedec amos, nos extraviábamos, serv amos a deseos y placeres diversos, pasábamos nuestra vida entre malicia y envidia, odiados y odiándonos mutuamente.


No es ésa la sabidur a bajada de arriba, sino terrena, puramente humana, demon aca.


Pero ahora os jactáis de vuestras fanfarroner as. Toda esta jactancia es mala.


vi entre el bot n un hermoso manto de Senaar, doscientos siclos de plata y un lingote de oro de cincuenta siclos de peso, me dominó la codicia y los tomé. Están escondidos en la tierra, en el centro de mi tienda; la plata está debajo'.


Como hijos obedientes, no os amoldéis a las pasiones que ten ais cuando estabais en vuestra ignorancia;


Queridos hermanos, os exhorto a que, como extranjeros y peregrinos, os abstengáis de los deseos puramente humanos que combaten contra el alma.


sobre todo a los que caminan tras la carne en deseos de impureza y desprecian el se or o divino. Osados, arrogantes, no temen insultar a los seres gloriosos,


Profiriendo discursos ampulosos y vac os, seducen con pasiones de la carne y desenfrenos a los que apenas han acabado de distanciarse de los que viven en el error.


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