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Lucas 4:20 - Biblia Castellano Antiguo (Nuevo Testamento)

20 Después de esta lectura cerró el libro, lo entregó al ministro del culto y se sentó; pero los que estaban en la sinagoga seguían con los ojos puestos en Jesús, que les dijo:

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Biblia Reina Valera 1960

20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

20 Lo enrolló de nuevo, se lo entregó al ayudante y se sentó. Todas las miradas en la sinagoga se fijaron en él.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

20 Jesús entonces enrolló el libro, lo devolvió al ayudante y se sentó, mientras todos los presentes tenían los ojos fijos en él.

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La Biblia Textual 3a Edicion

20 Y habiendo envuelto el rollo, lo devolvió al asistente, y se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en Él.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

20 Enrolló luego el libro, lo entregó al ayudante y se sentó. En la sinagoga, todos tenían los ojos clavados en él.

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Lucas 4:20
13 Referans Kwoze  

Luego dijo a la turba allí reunida: ¿Soy, quizás, un bandido tan peligroso que habéis de venir con espadas y con palos a prenderme? Todos estos días me he sentado a enseñar en el templo, y no me habéis arrestado.


y lo puso en un sepulcro nuevo labrado en la peña. Luego hizo rodar una gran piedra con la que cerró la entrada, y se fue.


pero no lo conseguían, porque el pueblo le escuchaba con gran atención y todos estaban pendientes de sus palabras.


y le dieron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y buscó el pasaje que dice:


Hoy se ha cumplido delante de vosotros esta Escritura que habéis oído.


Entonces subió Jesús a una de las barcas, y rogó a Simón, se dueño, que la alejase un poco de la orilla; luego se sentó y empezó a enseñar a la gente.


pero a la mañana siguiente regresó al templo. La gente comenzó en seguida a agruparse a su alrededor, y él, tomando asiento, se puso a enseñarles.


Un sábado atravesamos la puerta de la muralla, salimos fuera y nos acercamos a la orilla del río, a un lugar donde sabíamos que algunas personas acostumbraban encontrarse para orar. Nos sentamos, y tuvimos la ocasión de conversar con unas mujeres que allí se habían reunido.


Pedro, entendiendo que aquella era una buena oportunidad de dirigir la palabra al pueblo, dijo: Israelitas, ¿por qué os sorprende tanto lo ocurrido? ¿Y por qué nos miráis como si nosotros hubiésemos hecho andar a este hombre con nuestro poder y nuestra propia piedad?


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