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Hechos 27 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)


Pablo es enviado a Roma

1 Decidieron enviarnos a Italia por barco. Pablo y algunos otros presos fueron entregados a un capitán del ejército romano llamado Julio, que pertenecía al batallón imperial.

2 Subimos a bordo de un barco del puerto de Adramitio, que estaba a punto de salir hacia los puertos de la provincia de Asia. Nos acompañaba Aristarco, un macedonio de Tesalónica, y con él comenzamos el viaje.

3 Al día siguiente, hicimos una parada en Sidón. El capitán Julio, con mucha amabilidad, le permitió a Pablo visitar a sus hermanos en la fe para que lo atendieran.

4 Luego salimos de Sidón y navegamos protegidos del viento por la isla de Chipre, porque los vientos soplaban contra nosotros.

5 Después de atravesar el mar frente a las costas de Cilicia y Panfilia, llegamos a Mira de Licia.

6 Allí el capitán encontró un barco de Alejandría que iba para Italia, y nos hizo subir a bordo.

7 Durante muchos días la navegación fue lenta, y a duras penas llegamos frente a Gnido. El viento aún soplaba en nuestra contra, por lo que no seguimos el rumbo trazado. Entonces navegamos protegidos del viento por la isla de Creta, frente a Salmona.

8 Seguimos con dificultad a lo largo de la costa y llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea.

9 Se había perdido mucho tiempo. Ya había pasado el día del Perdón, y por esos días era peligrosa la navegación. Así que Pablo les dijo:

10 «Señores, veo que nuestro viaje va a ser peligroso y que va a causar muchos daños, tanto al barco y su carga como a nuestras propias vidas».

11 Pero el capitán romano, en vez de hacerle caso, siguió el consejo del capitán del barco y de su dueño.

12 Como el puerto no era adecuado para pasar allí el invierno, la mayoría decidió que debíamos seguir adelante. Tenían la esperanza de llegar a Fenice, puerto de Creta, y pasar allí el invierno. Desde ese puerto se podía salir rumbo al suroeste y al noroeste.


La tempestad

13 Cuando comenzó a soplar un viento suave del sur, creyeron que podían conseguir lo que querían. Así que levantaron anclas y navegaron junto a la costa de Creta.

14 Poco después, se nos vino encima un viento huracanado, llamado Nordeste, que venía desde la isla.

15 El barco quedó atrapado por la tempestad y no podía hacerle frente al viento, así que nos dejamos llevar por el viento.

16 Mientras pasábamos por una pequeña isla llamada Cauda que nos protegía del viento, con mucha dificultad pudimos sujetar el bote salvavidas.

17 Después de subirlo a bordo, amarraron con sogas todo el casco del barco para reforzarlo. Y, como tenían miedo de que el barco fuera a quedar atrapado en los bancos de arena de la Sirte, bajaron las velas y dejaron que el viento los llevara a donde fuera.

18 Al día siguiente, la tempestad seguía golpeando con mucha fuerza contra nosotros, así que comenzaron a echar la carga del barco al mar.

19 Al tercer día, con sus propias manos arrojaron al mar todas las cuerdas del barco.

20 Pasaron muchos días sin que aparecieran ni el sol ni las estrellas. La tempestad seguía con fuerza, y perdimos al fin toda esperanza de salvarnos.

21 Llevábamos ya mucho tiempo sin comer. Entonces Pablo se puso en medio de todos y dijo: «Señores, debieron seguir mi consejo y no haber salido de Creta. Así se habrían evitado los daños y las pérdidas.

22 Pero ahora les aconsejo cobrar ánimo, porque ninguno de ustedes perderá la vida. Solo se perderá el barco.

23 Anoche se me apareció un ángel del Dios a quien pertenezco y sirvo,

24 y me dijo: “No tengas miedo, Pablo. Tienes que presentarte ante el césar. Dios te ha escuchado y ninguno de los que navegan contigo morirá”.

25 Así que, ¡ánimo, señores! Confío en Dios que sucederá tal y como se me dijo.

26 Sin embargo, el barco tiene que quedar atrapado en las arenas de alguna isla».


El naufragio

27 Llevábamos catorce noches empujados por el viento en el mar Adriático. A eso de la medianoche, los marineros presintieron que se aproximaban a tierra.

28 Midieron qué tan profunda estaba el agua y vieron que el agua tenía unos treinta y siete metros de profundidad. Más adelante volvieron a medir y vieron que tenía cerca de veintisiete metros de profundidad.

29 Tuvieron miedo de que fuéramos a estrellarnos contra las rocas. Por eso echaron cuatro anclas por la parte trasera del barco, y se pusieron a rogar que amaneciera.

30 Los marineros intentaron escapar del barco. Inventaron la excusa de que iban a echar algunas anclas por la parte delantera del barco. Pero, en realidad, comenzaron a bajar el bote salvavidas al mar.

31 Entonces Pablo les dijo al capitán y a los soldados: «Si esos no se quedan en el barco, no podrán salvarse ustedes».

32 Así que los soldados cortaron las amarras del bote salvavidas y lo dejaron caer al agua.

33 Estaba a punto de amanecer cuando Pablo animó a todos a tomar alimento: «Hoy hace ya catorce días que ustedes solo se preocupan por salir de esto con vida, y siguen sin comer nada.

34 Les ruego que coman algo, pues lo necesitan para sobrevivir. Ninguno de ustedes perderá ni un solo cabello de la cabeza».

35 Dicho esto, tomó pan y dio gracias a Dios delante de todos. Luego lo partió y comenzó a comer.

36 Todos se animaron y también comieron.

37 Éramos en total doscientas setenta y seis personas en el barco.

38 Una vez satisfechos, echaron el trigo al mar para que el barco fuera más liviano.

39 Cuando amaneció, no reconocieron la tierra, pero vieron una bahía que tenía playa. Entonces decidieron que el barco tenía que quedar atrapado en esa playa a como diera lugar.

40 Cortaron las anclas y las dejaron caer en el mar, desatando a la vez las amarras de los timones. Luego levantaron a favor del viento la vela de la parte delantera, y el viento los movió hacia la playa.

41 Pero el barco fue a dar a un depósito de arena y allí quedó atrapado. La parte delantera se encajó en el fondo y de allí no pasó, mientras que la parte trasera se hacía pedazos por el golpe de las olas.

42 Los soldados pensaron matar a los prisioneros para que ninguno escapara nadando.

43 Pero el capitán quería salvarle la vida a Pablo, y les impidió llevar a cabo el plan. Dio orden de que los que pudieran nadar saltaran al agua para llegar a tierra.

44 A los demás les dijo que salieran agarrados de tablas o de restos del barco. De esta manera todos llegamos sanos y salvos a tierra.

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