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Hechos 2 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)


El Espíritu Santo desciende en la fiesta de Pentecostés

1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar.

2 De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento que llenó toda la casa donde estaban reunidos.

3 Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos.

4 Todos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les indicaba que hablaran.

5 Estaban de visita en Jerusalén judíos que amaban mucho a Dios. Venían de todas las naciones de la tierra.

6 Al oír aquel ruido, todos fueron al lugar. Y quedaron sorprendidos, porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma.

7 Con admiración y sorpresa preguntaban: «¿No son galileos todos estos que están hablando?

8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna?

9 Estamos aquí partos, medos, y elamitas. También hay habitantes de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia.

10 Hay gente de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene. Además, hay visitantes llegados de Roma,

11 Creta y Arabia. Algunos somos judíos y otros nos hemos convertido al judaísmo. Sin embargo, ¡todos por igual los oímos anunciar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!».

12 Sorprendidos y confundidos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?».

13 Otros se burlaban y decían: «Lo que pasa es que están borrachos».


Pedro predica en el día de Pentecostés

14 Pedro se puso de pie junto con los demás apóstoles. Entonces, con fuerte voz, dijo: «Compatriotas judíos y todos ustedes que están en Jerusalén. Déjenme explicarles lo que sucede. Presten atención a lo que les voy a decir.

15 Estos no están borrachos, como suponen ustedes. ¡Apenas son las nueve de la mañana!

16 En realidad, lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel:

17 »“Sucederá que en los últimos días —dice Dios— derramaré mi Espíritu sobre todas las personas. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán. Los jóvenes tendrán visiones y los ancianos tendrán sueños.

18 En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán.

19 Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré maravillas: sangre, fuego y nubes de humo.

20 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor. Será un día grande y esplendoroso.

21 Y todo el que lo reconozca como su Señor será salvo”.

22 »Israelitas, escuchen esto: Jesús de Nazaret fue un hombre aprobado por Dios ante ustedes con milagros, señales y maravillas. Todo esto lo hizo Dios entre ustedes por medio de él, como bien lo saben.

23 Jesús fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios. Y, por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz.

24 Sin embargo, Dios lo resucitó, librándolo de las ataduras de la muerte. ¡Era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio!

25 En efecto, David dijo de él: »“Siempre tengo presente al Señor; con él a mi derecha, nada me hará caer.

26 Por eso mi corazón se alegra, y canta con gozo mi lengua. Mi cuerpo también vivirá en esperanza.

27 No dejarás que mi vida termine en la tumba. No permitirás que el cuerpo de tu elegido se descomponga.

28 Me has dado a conocer los caminos de la vida. Me llenarás de alegría en tu presencia”.

29 »Amigos israelitas, permítanme hablarles con franqueza: Nuestro antepasado David murió y fue enterrado. Su tumba está entre nosotros hasta el día de hoy.

30 Él era profeta y sabía que Dios le había prometido, bajo juramento, poner en el trono a uno de sus descendientes.

31 Fue así como David supo lo que iba a suceder. Supo que el Cristo resucitaría, porque Dios no dejaría que su vida terminara en la tumba, ni que su cuerpo sufriera descomposición.

32 A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos.

33 Dios, con su poder, le dio un sitio de honor. Y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, nos lo ha dado a nosotros. Esto es lo que ustedes ahora ven y oyen.

34 David no subió al cielo, y sin embargo declaró: »“Dijo el Señor a mi Señor: ‘Siéntate a mi derecha,

35 hasta que ponga a tus enemigos por debajo de tus pies’ ”.

36 »Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo».

37 Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: ―Amigos, ¿qué debemos hacer?

38 ―Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —les contestó Pedro—. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo.

39 En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y aun para todos los que viven lejos. Es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame.

40 Y con muchas otras razones les llamaba la atención con insistencia: ―¡Sálvense de esta gente malvada!


La comunidad de creyentes

41 Así pues, los que recibieron su mensaje fueron bautizados. Aquel día se unieron a la iglesia unas tres mil personas.

42 Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración.

43 Todos estaban asombrados por los muchos milagros y maravillas que hacían los apóstoles.

44 Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común.

45 Vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno.

46 No dejaban de reunirse unánimes en el Templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad.

47 Alababan a Dios y disfrutaban del aprecio general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.

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