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Hebreos 10 - Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)


El sacrificio de Cristo, ofrecido una vez y para siempre

1 Dios nos dio la Ley como una manera de mostrarnos todo lo bueno que pensaba darnos luego. No era eso lo que en verdad pensaba darnos. Es por eso por lo que la Ley nunca puede hacer perfectos a los que se acercan a Dios. Siguiendo la Ley, los sacerdotes ofrecían los mismos sacrificios sin cesar año tras año, pero no pudieron hacer a nadie perfecto.

2 Si pudieran hacerlo, la gente que ofrece esos sacrificios ya habría dejado de hacerlo. Pues, una vez limpios de pecado, ya no se sentirían culpables.

3 Pero esos sacrificios solo sirven para recordarnos nuestros pecados todos los años.

4 Pues es imposible que la sangre de los toros y de los chivos quite los pecados.

5 Por eso, al venir a este mundo, Cristo le dijo a Dios: «No has querido sacrificios ni ofrendas, sino que me has preparado un cuerpo.

6 No te agradaron ni ofrendas quemadas ni sacrificios por el pecado.

7 Por eso dije: “Aquí me tienes, oh Dios: He venido a hacer tu voluntad, tal como dicen las Escrituras de mí”».

8 Primero dijo: «Sacrificios y ofrendas, ofrendas quemadas y sacrificios por el pecado no te gustaron ni fueron de tu agrado». Sin embargo, esto es lo que la Ley exigía que se ofreciera.

9 Luego añadió: «Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad». Así quitó esos sacrificios para establecer uno nuevo.

10 Por esa obediencia somos declarados santos por Dios, por medio del sacrificio del cuerpo de Jesucristo. Este sacrificio fue ofrecido una sola vez y para siempre.

11 Todo sacerdote celebra el culto día tras día. Una y otra vez ofrece los mismos sacrificios, los cuales nunca pueden quitar los pecados.

12 Pero Jesucristo, como sacerdote, ofreció por los pecados un solo sacrificio para siempre. Después se sentó a la derecha de Dios.

13 Allí está en espera de que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.

14 Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que han sido elegidos por Dios.

15 También el Espíritu Santo nos asegura que esto es cierto. Primero dice:

16 «Este es el pacto que haré con ellos después de aquel tiempo —dice el Señor—: Pondré mis leyes en su corazón y las escribiré en su mente».

17 Después añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades».

18 Y, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.


Llamado a continuar creyendo

19 Así que, hermanos en la fe, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo. Esto es posible por medio de la sangre que Jesús derramó en la cruz.

20 Al morir de esa manera nos abrió el paso a través de la cortina que nos separaba de la presencia de Dios. Él es ahora un camino nuevo y vivo hacia Dios.

21 Así que tenemos un gran sacerdote que está al frente de la casa de Dios.

22 Acerquémonos entonces a Dios con corazón sincero y con la completa seguridad que da la fe. Cristo nos ha limpiado de pecado, como quien es bañado con agua pura. Por eso, acerquémonos con una conciencia tranquila.

23 Mantengamos firme, y sin dudar, la confianza que tenemos en nuestra salvación, porque Dios es fiel para cumplir lo que prometió.

24 Preocupémonos los unos por los otros, para animarnos a amar a los demás y hacer lo bueno.

25 No dejemos de reunirnos, como acostumbran hacerlo algunos. Al contrario, animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que se acerca el día del regreso del Señor.

26 Si después de conocer la verdad pecamos tercamente, ya no hay sacrificio que perdone nuestros pecados.

27 Solo nos queda una terrible espera de juicio. Es decir, el fuego ardiente que ha de devorar a los adversarios de Dios.

28 Cualquiera que rechazaba la Ley de Moisés moría sin compasión si dos o tres testigos declaraban que había desobedecido.

29 ¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merece el que ha despreciado al Hijo de Dios? ¿Qué castigo recibirá el que ha rechazado la sangre de Cristo? Pues esa sangre es la del pacto por medio del cual había sido elegido por Dios. Quien así actúa ha insultado al Espíritu de Dios, quien nos ama, aunque no lo merezcamos.

30 Pues sabemos bien que Dios dijo: «Mía es la venganza; yo castigaré»; y también: «El Señor juzgará a su pueblo».

31 ¡Terrible cosa es ser castigado en las manos del Dios vivo!

32 Recuerden aquellos días pasados cuando ustedes sostuvieron una dura lucha y soportaron mucho sufrimiento. Eso fue cuando ustedes apenas acababan de recibir el mensaje de Dios como una luz en la oscuridad.

33 Unas veces se vieron insultados públicamente y fueron perseguidos; otras veces sufrieron juntamente con los que eran tratados de igual manera.

34 También sintieron compasión de los que estaban en la cárcel. Y, cuando a ustedes les quitaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, seguros de que tenían una riqueza mejor y más permanente.

35 Así que no pierdan la confianza, porque esta será grandemente recompensada.

36 Ustedes necesitan seguir confiando para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido.

37 Pues dentro de muy poco tiempo, «el que ha de venir vendrá, y no tardará.

38 Pero al que él declare justo vivirá para siempre, gracias a la fe. Y, si deja de creer, no será de mi agrado».

39 Pero nosotros no somos de los que dejan de creer y acaban por perderse. Somos de los que tienen fe y salvan su vida.

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