Joel 2 - Biblia Lenguaje BásicoLa invasión de un ejército enemigo 1 ¡Que toquen la trompeta en Jerusalén! ¡Que suene la alarma en el Templo! ¡Que comiencen a temblar todos los habitantes de este país! ¡Nuestro Dios viene y ya está cerca su día! 2 Será un día de gran oscuridad, un día de nubes y de sombras. Un ejército grande y poderoso se despliega sobre los montes, como la aurora al amanecer. No hubo antes, ni habrá después, otro ejército que se le parezca. 3 Ese ejército es como el fuego, que quema todo lo que encuentra: antes de su llegada, la tierra era un paraíso; después de su llegada, la tierra quedó hecha un desierto. ¡No hay nada que se le escape! 4 Son como caballos que galopan, cabalgan como jinetes; 5 el ruido que hacen parece el de carros de guerra saltando sobre los montes. Crujen como hojas secas que el fuego consume; son como un ejército poderoso que está listo para el ataque. 6 Ante ellos tiemblan los pueblos y todos palidecen de miedo. 7 Avanzan como valientes, escalan como guerreros las murallas; va uno detrás de otro sin desviarse de la fila. 8 No chocan unos con otros, cada cual va por su camino y aunque les caiga una lluvia de flechas, jamás rompen la formación. 9 Atacan la ciudad, escalan las murallas, trepan hasta las casas, se meten por las ventanas como hace una banda de ladrones. 10 Ante ellos tiemblan el cielo y la tierra, se oscurecen el sol y la luna, y pierden su brillo las estrellas. 11 Al frente de este ejército, que es muy grande y poderoso, Dios deja oír su voz de mando y este ejército lo obedece. Ante el día de Dios que será impresionante y terrible, nadie podrá mantenerse firme. El pueblo de Dios debe arrepentirse 12 Pero ahora —así lo afirma Dios— arrepentíos de vuestra mala conducta y cambiad vuestra manera de vivir. Llorad, ayunad y vestíos de luto. 13 Arrepentíos y convertíos a mí, pero hacedlo de todo corazón, y no solo de palabra. Yo soy compasivo y bondadoso, y no me enfurezco fácilmente; yo os amo con todo mi corazón y estoy dispuesto a perdonaros. 14 Tal vez Dios decida perdonarnos. Tal vez nos bendiga de nuevo y nos dé en abundancia vino y cereal para las ofrendas. 15-16 ¡Tocad la trompeta en Jerusalén! Que se reúna todo el pueblo. Que vengan los ancianos y hasta los niños más pequeños; que incluso los recién casados salgan de su cuarto nupcial. Que todos ayunen y se preparen para adorar a Dios. 17 Que vengan los sacerdotes, los servidores de Dios. Que se presenten ante el altar, y con lágrimas en los ojos oren de esta manera: «¡Dios nuestro, perdona a tu pueblo! ¡No permitas que las naciones nos desprecien y nos humillen! No permitas que se burlen de nosotros diciendo: ¿dónde está vuestro Dios?». Dios ama a los que se arrepienten 18-19 Dios ama mucho a esta tierra, por eso se compadeció de nosotros y nos respondió diciendo: Voy a llenar vuestros graneros de trigo, y vuestros almacenes de vino y de aceite. No volveré a permitir que las naciones os humillen. 20-21 A ese enemigo del norte, que se atrevió a atacaros, lo arrojaré al desierto; a los que venían al frente los ahogaré en el mar Muerto, y a los que venían atrás los ahogaré en el Mediterráneo. ¡Sus cadáveres despedirán un olor insoportable! Patria mía, ¡no tengas miedo! Al contrario, llénate de gozo, pues Dios hace grandes maravillas. 22 Bestias salvajes, ¡no tengáis miedo! Los campos se cubrirán de pasto, los árboles se llenarán de frutos y habrá higos y uvas en abundancia. 23 Vosotros, habitantes de Jerusalén, ¡haced fiesta en honor de vuestro Dios! En el momento justo Dios os enviará la lluvia, como lo hacía en tiempos pasados: hará que llueva en primavera, así como llueve en otoño. 24 De este modo habrá una buena cosecha, y tendremos gran abundancia de trigo, vino y aceite. 25 Dios nos devolverá todo lo que perdimos estos años por culpa de las plagas de los saltamontes que él mandó contra nosotros. 26 Tendremos mucha comida, y alabaremos a nuestro Dios por todas las grandes maravillas que ha hecho en favor nuestro. Y nunca más mi pueblo —dice Dios— volverá a ser humillado. 27 Sabréis entonces que vivo en medio de vosotros y me reconoceréis como vuestro único Dios, pues no hay otro como yo. Y nunca más mi pueblo volverá a ser humillado. |