Gálatas 4 - Biblia Lenguaje BásicoAhora somos hijos de Dios 1-2 Lo que quiero decir es esto: Mientras el hijo a quien corresponde la herencia es menor de edad, es igual a cualquier esclavo de la familia y depende de las personas que lo cuidan y le enseñan hasta el día en que su padre le entregue sus propiedades y lo haga dueño de todo. 3 Algo así pasaba con nosotros cuando todavía no conocíamos a Cristo: los poderes que dominan este mundo nos trataban como si fuéramos sus esclavos. 4 Pero, cuando llegó el día señalado por Dios, él envió a su Hijo, que nació de una mujer y se sometió a la ley de los judíos. 5 Dios lo envió para liberar a todos los que estábamos bajo el dominio de la ley y luego nos adoptó como hijos suyos. 6 Ahora, como sois sus hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a vivir en vosotros. Por eso, cuando oramos a Dios, el Espíritu nos permite llamarle: «Abba» que significa «Padre querido». 7 Vosotros ya no sois como los esclavos de cualquier familia, sino que sois hijos de Dios. Y como sois sus hijos, gracias a él tenéis derecho a ser sus herederos. Pablo se preocupa por los gálatas 8 Antes, cuando todavía no conocíais a Dios, vivíais como esclavos de los dioses falsos. 9 Pero ahora conocéis a Dios. Mejor dicho, Dios os conoce a vosotros. Por eso, no puedo entender cómo es que os dejáis dominar de nuevo por esos dioses falsos, que no tienen poder, ni valen nada. 10 Todavía dais importancia a ciertos días, meses, épocas y años. 11 ¡Me asusta el pensar que de nada haya servido todo lo que he hecho por vosotros! 12 Hermanos míos, yo os ruego que os amoldéis a mí, como yo me he amoldado a vosotros. Vosotros no me causasteis ningún daño. 13 Pues como sin duda recordáis, la primera vez que os anuncié la buena noticia fue con ocasión de una enfermedad que me retuvo entre vosotros. 14 Aunque mi enfermedad os causó muchos problemas, no me despreciasteis ni me rechazasteis. Al contrario, me recibisteis en vuestras casas como si yo fuera un ángel de Dios, o incluso el mismo Jesucristo. 15 Sé muy bien que, de haberos sido posible, hasta os habríais sacado los ojos para dármelos. ¿Qué ha pasado con todo aquel entusiasmo? 16 ¡Ahora resulta que, por deciros la verdad, me he convertido en vuestro enemigo! 17 Los que quieren obligaros a obedecer la ley judía se muestran ahora muy interesados en vosotros. Pero lo que en verdad quieren es haceros daño, pues desean que os olvidéis de mí y que os intereséis por ellos. 18 Deberíais interesaros por hacer el bien siempre y no solo cuando estoy con vosotros. 19 Yo os quiero como a hijos, pero mientras no lleguéis a ser como Cristo, me haréis sufrir mucho, tanto como sufre una madre con dolores de parto. 20 ¡Cómo quisiera estar con vosotros en este momento para hablaros de otra manera! ¡Estoy muy confundido y no sé cómo trataros! El ejemplo de Agar y Sara 21 Vosotros, los que a toda costa queréis cumplir la ley, decidme una cosa: ¿no habéis leído lo que la Escritura nos dice de Abrahán? 22 Dice que él tuvo dos hijos, uno de ellos con su esclava, y el otro con su mujer, que era libre. 23 El hijo de la esclava nació como nacemos todos nosotros, pero el hijo de su mujer nació como consecuencia de la promesa que Dios hizo a Abrahán. 24-25 Estos dos casos pueden servirnos de ejemplo. Las dos mujeres representan dos pactos. Agar representa el pacto del monte Sinaí, que está en Arabia y por eso todos sus descendientes nacen siendo esclavos. El monte Sinaí representa a la actual ciudad de Jerusalén y a todos los que viven en ella y que siguen siendo esclavos de la ley. 26 En cambio Sara representa al nuevo pacto, por el cual pertenecemos a la Jerusalén del cielo, la ciudad que es nuestra madre y en la que todos somos libres. 27 Pues dice la Escritura: ¡Alégrate, mujer, tú que no puedes tener hijos! ¡Grita de alegría, mujer, tú que no conoces los dolores de parto! Y tú, mujer abandonada, ahora tendrás más hijos que la mujer casada. 28 Hermanos míos, vosotros sois como Isaac, el hijo que nació porque así Dios se lo prometió a Abrahán. 29 En aquel tiempo, el hijo que Abrahán tuvo con Agar perseguía a Isaac, que nació gracias al poder del Espíritu. Y ahora pasa lo mismo: los que desean seguir bajo el control de la ley nos persiguen a nosotros, que somos los hijos de la promesa. 30 Pero la Escritura nos cuenta que Dios dijo a Abrahán: «Echa de aquí a esa esclava y a su hijo; él no tiene derecho a compartir la herencia con tu hijo Isaac, que ha nacido de una mujer libre». 31 Hermanos, nosotros no somos esclavos de la ley, sino que somos libres. No somos como el hijo de la esclava, sino como el de la mujer libre. |