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Daniel 9 - Biblia Lenguaje Básico


Daniel le pide a Dios por su gente

1-3 Un día, estaba yo, Daniel, leyendo el libro del profeta Jeremías. Cuando llegué al pasaje donde Dios le anuncia al profeta que Jerusalén quedaría destruida durante setenta años, decidí ayunar. Luego me vestí con ropas ásperas, me senté sobre ceniza, y comencé a pedirle a Dios con mucha insistencia por mi pueblo. Cuando esto sucedió, el rey Darío llevaba un año reinando sobre los babilonios. Darío era hijo del rey Asuero, y pertenecía al pueblo de los medos.

4 Esto es lo que pedí a Dios en mi oración: —Dios mío, tú eres grande y poderoso. Tú siempre cumples lo que prometes, y muestras tu amor a quienes te aman y te obedecen.

5 Nosotros, en cambio, hemos pecado. Nos hemos portado muy mal contigo; hemos vivido como si tú no existieras y te hemos desobedecido.

6 Los profetas hablaron de ti a nuestros reyes y a nuestros jefes, y también a nuestros antepasados y a toda la gente del pueblo, pero no les hicimos caso.

7 Tú, Dios mío, tú eres justo. Por eso nos sentimos muy avergonzados. Así se sienten los que viven en Jerusalén y también los que viven en los países lejanos, adonde los expulsaste por haber pecado contra ti.

8 Dios mío, todos estamos avergonzados por haber pecado contra ti. Y lo mismo que nosotros están también avergonzados nuestros reyes, nuestros jefes y nuestros antepasados.

9 Pero aunque nos hayamos rebelado contra ti, tú, Dios nuestro, eres misericordioso y nos perdonas.

10-14 Nosotros no te hemos hecho caso, ni hemos obedecido las enseñanzas que nos diste por medio de tus profetas. Señor y Dios nuestro, tú ya nos lo habías advertido. Si no nos portábamos bien, caerían sobre nosotros maldiciones y castigos. Así nos lo había enseñado Moisés, que siempre estuvo a tu servicio. Ahora has cumplido tus amenazas contra nosotros y nuestros gobernantes. Nunca antes habías castigado a nadie como nos has castigado a nosotros. ¡La destrucción de Jerusalén ha sido terrible! Así ha sucedido porque no hemos buscado al Señor, nuestro Dios, no le hemos obedecido ni hemos dejado de hacer el mal. Y es que el Señor, nuestro Dios, es justo en todo lo que hace y nosotros no hemos querido escucharle.

15-16 Señor y Dios nuestro, en el pasado tú nos diste muestras de tu gran poder. Tú sacaste de Egipto a tu pueblo, y desde entonces te hiciste muy famoso. Además, sabemos que eres muy bondadoso. Es verdad que hemos pecado y que hemos hecho lo que está mal, pero te rogamos que ya no te enfades contra Jerusalén. Todos los pueblos vecinos se burlan de ella y de tu pueblo. De eso tenemos la culpa nosotros y nuestros antepasados. Lo reconocemos. ¡Pero recuerda que Jerusalén es tu ciudad, y que está en tu monte santo!

17 Por favor, Dios nuestro, escucha mi oración y mis ruegos. Por tu propio honor, te ruego que mires la triste situación en que ha quedado tu Templo y nos muestres tu amor.

18 ¡Escúchame, Dios mío! ¡Mira cómo ha quedado destruida la ciudad donde te adoramos! Si te pedimos esto, no es porque creamos que somos buenos, ni porque merezcamos recibir lo que te pedimos. Lo hacemos porque creemos que tú eres muy compasivo y bondadoso.

19 ¡Escúchanos, Señor y Dios nuestro, y perdónanos! ¡Atiéndenos y ven en nuestra ayuda! ¡Dios mío, te lo pedimos por tu propio honor, ya que tu ciudad y tu pueblo invocan tu nombre!


Profecía de las setenta semanas

20 Mientras yo estaba orando por Jerusalén, y pidiendo perdón por mis pecados y los de mi pueblo,

21 llegó volando el ángel Gabriel, que ya se me había aparecido en sueños. Era casi la hora de presentar a Dios las ofrendas de la tarde.

22 Entonces Gabriel me dijo: —Escucha, Daniel: vengo para ayudarte a entender todo esto.

23 Dios te ama mucho, y tan pronto como empezaste a orar, Dios se mostró dispuesto a escuchar tus oraciones. He venido para darte su respuesta. Pon mucha atención para que entiendas lo que quiere decir tu visión.

24 Tienen que pasar setenta semanas para que tu pueblo y tu ciudad dejen de hacer el mal, para que lleguen a su fin la desobediencia y el pecado. Al cabo de ese tiempo quedarán reparados los delitos, se restablecerá la justicia. Dios cumplirá las visiones que has tenido y su santo Templo será de nuevo consagrado.

25 Tú debes entender bien esto: Pasarán siete semanas desde que se dé la orden de reconstruir Jerusalén hasta la llegada del Príncipe elegido. Y pasarán otras sesenta y dos semanas hasta que sean reconstruidas las murallas y las calles de Jerusalén. ¡Serán días de angustia y tristeza!

26 Pasadas las sesenta y dos semanas, vendrá un rey con su ejército y matará al Príncipe elegido. ¡Jerusalén y el Templo serán destruidos por completo! El fin llegará de repente, como llega una inundación. ¡La guerra y las destrucciones que habían sido anunciadas seguirán hasta que llegue el fin!

27 Durante una semana más, ese rey malvado hará un pacto con gran número de gente; pero a la mitad de la semana prohibirá que se hagan ofrendas, y en el altar de los sacrificios se ofenderá gravemente a Dios. Después de todo esto, Dios destruirá al malvado que lo ofendió.

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