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2 Crónicas 6 - Biblia Lenguaje Básico


Salomón ora a Dios
(1 Re 8.12-53)

1 Entonces Salomón dijo: —Dios mío, tú has decidido habitar en medio de una espesa nube.

2 Ahora yo te he construido una casa para que vivas en ella para siempre.

3 Luego el rey se dirigió a todo el pueblo de Israel, que estaba de pie, los bendijo

4 y exclamó: —Bendito sea el Dios de Israel, que ha cumplido lo que prometió a mi padre cuando le dijo:

5 «Desde que saqué de Egipto a mi pueblo, no he elegido ninguna ciudad de las tribus de Israel para que se construya en ella un Templo donde se invoque mi nombre. Tampoco elegí a ningún hombre para que guiara a Israel, mi pueblo.

6 Sin embargo, ahora he elegido a Jerusalén como mi lugar de residencia, y te elegí a ti, David, para que gobiernes a mi pueblo Israel».

7 Mi padre David deseaba construir un Templo en honor del Dios de Israel.

8 Sin embargo, Dios le dijo: «Haces bien en querer construirme una casa,

9 pero no serás tú quien la construya, sino uno de tus hijos».

10 Dios ha cumplido su promesa. Ahora yo soy el rey de Israel, en lugar de mi padre, y he construido una casa para nuestro Dios.

11 Además, he preparado un lugar para colocar allí el Arca del pacto que Dios hizo con los israelitas.

12-13 Luego Salomón subió sobre una plataforma de bronce que había construido en medio del patio del Templo. Esa plataforma medía dos metros y medio de largo por otros tantos de ancho, y un metro y medio de alto. Entonces, a la vista de todo el pueblo y puesto de pie delante del altar de Dios, Salomón levantó sus manos al cielo

14 y oró así: —Dios de Israel, ni en el cielo ni en la tierra hay otro que se pueda comparar contigo. Tú cumples tu pacto y amas profundamente a los que te obedecen de corazón.

15-16 Dios de Israel, hoy has cumplido una de tus promesas a mi padre. Ahora cumple también la promesa que le hiciste, de que sus descendientes reinarían siempre en Israel, si seguían su ejemplo.

17 Por eso, Dios nuestro, cumple las promesas que hiciste a mi padre David, tu fiel siervo.

18 Si la inmensidad de los cielos no es suficiente para contenerte, mucho menos lo será este Templo que te he construido.

19-21 Pero de todos modos te pido que escuches mi oración y cuides de este Templo de día y de noche, pues tú mismo has dicho que vivirás en él. Cuando estemos lejos de Jerusalén y oremos en dirección a este lugar, escucha desde el cielo nuestras oraciones, y perdónanos.

22 Si alguien perjudica a otra persona, y delante del altar de este Templo jura que no lo hizo,

23 actúa tú como juez desde el cielo: examina la conducta de cada uno, castigando al que resulte culpable y dejando libre al inocente.

24-25 Si tu pueblo Israel llega a pecar contra ti, y en castigo sus enemigos se lo llevan prisionero, perdónalo y tráelo de nuevo a este país que tú diste a sus antepasados. Perdónalos, siempre y cuando vengan a este tu Templo, te invoquen y te supliquen en él, arrepintiéndose de haberte ofendido.

26 Si llegamos a pecar contra ti, y en castigo deja de llover por mucho tiempo, perdónanos, siempre y cuando acudamos a ti en este lugar, te invoquemos en él y nos arrepintamos de haberte ofendido.

27 Escúchanos desde el cielo y perdónanos. Enséñanos a portarnos bien y envía de nuevo la lluvia a nuestra tierra que nos diste como herencia.

28 Si en este país nos llegara a faltar la comida, o nos atacaran enfermedades, o plagas de hongos, saltamontes o pulgón; si los enemigos nos cercan, o atacan a alguna de las ciudades de Israel; cuando nos sobrevenga cualquier desgracia o calamidad,

29 si cualquiera de nosotros o todo el pueblo de Israel, dolido y arrepentido de su pecado, levanta las manos hacia este Templo y acude a ti suplicando,

30 escúchalo desde el cielo, que es donde vives, y perdónalo. Pero examina y da a cada uno lo que merece, pues solo tú conoces de verdad a todas las personas.

31 Así que te serviremos y te obedeceremos durante toda nuestra vida en esta tierra que diste a nuestros antepasados.

32-33 Incluso cuando los extranjeros, que no pertenecen a tu pueblo Israel, se enteren de lo grande y poderoso que eres, y vengan desde sus lejanos países a orar en este Templo, escúchalos desde el cielo, que es el lugar donde tú habitas. Dales todo lo que te pidan para que todos los pueblos del mundo te conozcan y te respeten, como lo hace tu pueblo Israel. Así sabrán que este Templo que yo he construido es el lugar donde debes ser adorado.

34 Si tu pueblo, obedeciendo lo que tú le digas, sale a la guerra contra sus enemigos y, mirando hacia esta ciudad que tú has elegido y hacia este Templo que yo te he construido, pide tu ayuda,

35 escucha desde el cielo sus oraciones y ruegos, y socórrelo.

36 Dios mío, si tu pueblo llega a pecar contra ti —pues todos somos pecadores—, a lo mejor te enfadas hasta el punto de entregarlo a sus enemigos, que lo llevarán cautivo a otro lugar, lejano o cercano.

37-38 Pero si allí donde tu pueblo esté prisionero, se vuelve a ti con toda sinceridad, atiéndelo. Si reconoce que ha pecado y actuado mal, y te lo dice, óyelo. Si tu pueblo ora a ti y te ruega, mirando hacia esta tierra que diste a sus antepasados, hacia esta ciudad y hacia este Templo que yo te he construido,

39 escucha desde el cielo sus oraciones y ruegos, y ayúdalo. Perdona a tu pueblo todos los pecados que haya cometido contra ti.

40 Dios mío, míranos y escucha las oraciones que se hagan en este lugar.

41 Y ahora, mi Dios, ¡ven con el Arca de tu pacto, que es símbolo de tu poder, al Templo donde vivirás para siempre! ¡Que tus sacerdotes, Dios mío, lleven tu salvación a todos! ¡Que los que te son fieles gocen de prosperidad!

42 Dios mío, no niegues tu apoyo al rey que has elegido; acuérdate del amor que tuviste a David, tu siervo.

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