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Lucas 19 - Nueva Biblia Española (1975)

1 Entró Jesús en Jericó y empezó a atravesar la ciudad.

2 En esto un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de recaudadores y muy rico,

3 trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura.

4 Para verlo se adelantó corriendo y se subió a una higuera, porque tenía que pasar por allí.

5 Al llegar a aquel sitio, levantó Jesús la vista y le dijo: Zaqueo, baja en seguida, que hoy tengo que alojarme en tu casa.

6 El bajó en seguida y lo recibió muy, contento.

7 Al ver aquello murmuraban todos: ¡Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador!

8 Zaqueo se puso en pie y le dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres, y si a alguien le he sacado dinero se lo restituiré cuatro veces.

9 Jesús le contestó: Hoy ha llegado la salvación a esta casa; pues también él es hijo de Abrahán.

10 Porque este Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido y a salvarlo.

11 Como la gente lo escuchaba, añadió una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y se pensaba que el reinado de Dios iba a manifestarse de un momento a otro:

12 Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey y volver después.

13 Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas dé oro, encargándoles: Negocien mientras vuelvo.

14 Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron detrás de él una delegación que dijera: 'No queremos a éste por rey'.

15 Cuando volvió con el título real mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.

16 El primero se presentó y dijo: Señor, tu onza ha producido diez.

17 El le contestó: Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en lo de nada, tendrás autoridad sobre diez ciudades.

18 El segundo llegó y dijo: Tu onza, señor, ha producido cinco.

19 A éste le dijo también: Pues toma tú el mando de cinco ciudades.

20 El otro llegó y dijo: Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en un pañuelo;

21 te tenía miedo porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y cosechas lo que no siembras.

22 El contestó: Por tu boca te condeno, empleado inútil. ¿Entonces sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y cosecho lo que no siembro?

23 Pues razón de más para poner mi dinero en el banco. Al volver yo lo habría cobrado con los intereses.

24 Entonces dijo a los presentes: Quítenle a éste la onza y dénsela al que tiene diez.

25 Le replicaron: Señor, si ya tiene diez onzas.

26 Les digo que a todo el que produce, se le dará, y que al que no produce, se le quitará hasta lo que tiene.

27 Ya esos enemigos míos que no me querían por rey, tráiganlos acá y mátenlos en mi presencia.

28 Y dicho esto, Jesús echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

29 Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte que llaman de los Olivos, mandó a dos de sus discípulos

30 diciéndoles: Vayan a esa aldea de enfrente: al entrar encontrarán un burro atado en el que nadie se ha montado nunca. Desátenlo y tráiganlo.

31 Y si alguien les pregunta por qué razón lo desatan, contéstenle que el Señor lo necesita.

32 Ellos fueron y encontraron lo que les había dicho.

33 Mientras desataban el burro, los dueños le preguntaron: ¿Por qué desatan el burro?

34 Contestaron ellos: El Señor lo necesita.

35 Se lo llevaron a Jesús, aparejaron el burro con sus mantos y ayudaron a Jesús a montarse.

36 Según iba él avanzando, alfombraban el camino con los mantos.

37 Cuando ya se acercaba, en la bajada del monte de los Olivos, los discípulos en masa, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos por todos los milagros que habían visto,

38 diciendo: ¡Bendito el que viene como rey en nombre del Señor!' ¡Del cielo paz y a Dios gloria!

39 De entre la gente, unos fariseos le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.

40 El replicó: Les digo que si éstos se callan gritarán las piedras.

41 Al acercarse y ver la ciudad, le dijo llorando:

42 ¡Si también tú comprendieras en este día lo que lleva a la paz! Pero no, no tienes ojos para verlo.

43 Y la prueba es que va a llegar un día en que tus enemigos te rodeen de trincheras, te sitien, aprieten el cerco,

44 te arrasen con tus hijos dentro, y no dejen piedra sobre piedra, porque no reconociste la oportunidad que Dios te daba.

45 Después entró en el templo y se puso a echar a los vendedores,

46 diciéndoles: Escrito está: 'Será mi casa casa de oración”, pero ustedes la han convertido en una cueva de bandidos.

47 Todos los días enseñaba en el templo. Por su parte los sumos sacerdotes y los letrados intentaban quitarlo de en medio, y lo mismo los notables del pueblo,

48 pero no encontraban modo de hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Biblia - Luis Alonso Schökel y Juan Mateos

Luis Alonso Schökel y Juan Mateos, 1975 ©, Editada por Ediciones Cristiandad.

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