Jeremías 44 - Biblia Castilian 20031 Palabra que le fue dirigida a Jerem as, con respecto a todos los jud os residentes en el pa s de Egipto, establecidos en Migdol, Tafnis, Nof y en la región de Patrós: 2 as dice Yahveh Sebaot, Dios de Israel: 'Vosotros mismos habéis visto toda la desgracia que he tra do sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Miradlas: hoy son una ruina, donde no hay un solo habitante, 3 por el mal que cometieron ofendiéndome, yendo a incensar y servir a otros dioses que no hab an conocido ni ellos ni vosotros ni vuestros padres. 4 Os envié a su tiempo y sin cesar a todos mis siervos, los profetas, diciendo: 'No hagáis esas cosas abominables que detesto'. 5 Pero no escucharon ni aplicaron su o do para convertirse de su maldad y para no incensar a otros dioses. 6 Por eso se volcó mi furor y mi ira y abrasó las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, que se han convertido en ruina y desolación, como sucede hoy'. 7 Ahora, as dice Yahveh, el Dios Sebaot, el Dios de Israel: '¿Por qué os hacéis tan grave da o a vosotros mismos, exterminando de en medio de Judá a hombres y mujeres, a ni os y lactantes, de forma que no os quede ni un resto, 8 al ofenderme con las obras de vuestras manos, por incensar a otros dioses en el pa s de Egipto, adonde habéis venido a residir, resultando as que os extermináis y os convert s en una maldición y un oprobio en todas las naciones de la tierra? 9 ¿Olvidasteis las maldades de vuestros padres, las maldades de los reyes de Judá, las maldades de sus mujeres, vuestras propias maldades y las maldades de vuestras mujeres, cometidas en el pa s de Judá y en las calles de Jerusalén? 10 Hasta el d a de hoy no se han arrepentido ni han temido ni han caminado según mi ley y mis normas, las que puse delante de vosotros y delante de vuestros padres'. 11 Por eso, as dice Yahveh Sebaot, Dios de Israel: 'Mirad que voy a enfrentarme contra vosotros para desgracia, y para exterminar a todo Judá. 12 Voy a quitar de en medio al resto de Judá, a aquellos que decidieron entrar en el pa s de Egipto y residir en él. Perecerán todos; caerán en el pa s de Egipto; desde el más peque o hasta el más grande serán consumidos por la espada y por el hambre; morirán a espada y de hambre, y se convertirán en execración, horror, maldición y oprobio. 13 Castigaré a los que residen en el pa s de Egipto como castigué a Jerusalén con la espada, con el hambre y con la peste, 14 de modo que el resto de Judá que ha venido a residir en el pa s de Egipto no tendrá ni un escapado ni un evadido. En cuanto a volver al pa s de Judá, adonde ellos mismos desean volver para establecerse all, ciertamente no volverán, salvo algunos fugitivos'. 15 Entonces todos los hombres que sab an que sus mujeres incensaban a otros dioses, todas las mujeres que estaban presentes - una gran asamblea - y todo el pueblo que habitaba en el pa s de Egipto y en Patrós, respondieron a Jerem as en estos términos: 16 'En lo que respecta a la palabra que nos has dicho en nombre de Yahveh, no queremos escucharte, 17 antes al contrario, estamos decididos a cumplir todas esas palabras que han salido de nuestra boca, a saber: incensar a la Reina de los Cielos y ofrecerle libaciones, como hac amos nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros pr ncipes, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, pues entonces nos hartábamos de pan, éramos felices y no ve amos desgracia alguna. 18 Pero desde que cesamos de incensar a la Reina de los Cielos y de ofrecerle libaciones, carecemos de todo y hemos sido consumidos por la espada y por el hambre. 19 Cuando nosotras incensamos a la Reina de los Cielos y le ofrecemos libaciones, ¿acaso le hacemos tortas ante su imagen y le ofrecemos libaciones sin saberlo nuestros maridos?'. 20 Jerem as respondió a todo el pueblo, a los hombres, a las mujeres y a toda la gente que le hab a respondido de esa manera, y les dijo: 21 'El incienso que habéis quemado en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes y vuestros pr ncipes y la población del pa s, ¿no lo ha recordado Yahveh y no ha pensado en ello? 22 Yahveh no pod a soportar más ante la maldad de vuestras obras, ante las abominaciones que comet ais, y por eso, vuestro pa s se ha convertido en desierto, horror y maldición, sin que haya un solo habitante, como sucede hoy. 23 Puesto que habéis quemado incienso y habéis pecado contra Yahveh, y no habéis escuchado la voz de Yahveh ni habéis procedido según su ley, sus normas y sus ordenanzas, por eso os ha ocurrido esta desgracia, como sucede hoy'. 24 Jerem as dijo después a todo el pueblo y a todas las mujeres: 'Escuchad la palabra de Yahveh, jud os todos que estáis en el pa s de Egipto: 25 as dice Yahveh Sebaot, Dios de Israel: vosotros y vuestras mujeres habéis dicho con vuestra propia boca, y lo habéis realizado con vuestras propias manos, lo siguiente: 'Cumpliremos fielmente los votos que hemos hecho de incensar a la Reina de los Cielos y de ofrecerle libaciones'. ¡Cumplid bien vuestros votos! ¡Haced bien vuestras libaciones! 26 Pero escuchad la palabra de Yahveh, jud os todos que habitáis en el pa s de Egipto: mirad: yo juro por mi gran nombre - dice Yahveh - que en todo el pa s de Egipto no será pronunciado más mi nombre por boca de hombre alguno de Judá, diciendo: '¡Por vida del Se or Yahveh!'. 27 Mirad: voy a velar por ellos para desgracia y no para felicidad, pues todos los hombres de Judá que están en el pa s de Egipto serán consumidos por la espada y por el hambre hasta su aniquilamiento. 28 Sin embargo, un peque o número de los que escapen de la espada volverán del pa s de Egipto al pa s de Judá, y entonces todo el resto de Judá, los que han venido al pa s de Egipto para residir aqu, conocerán qué palabra se cumple, si la m a o la de ellos. 29 Y ésta será para vosotros la se al - oráculo de Yahveh - de que os voy a castigar en este lugar, para que sepáis que se cumplen de veras mis palabras de amenaza contra vosotros: 30 as dice Yahveh: 'Mirad: voy a entregar al Faraón Jofrá, rey de Egipto, en mano de sus enemigos y en mano de quienes atentan contra su vida, como entregué a Sedec as, rey de Judá, en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, enemigo suyo, que atentaba contra su vida''. |
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