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Hechos 21 - Biblia Castilian 2003

1 Cuando logramos arrancarnos de ellos y nos hicimos a la mar, navegamos directamente a Cos, el d a siguiente a Rodas, y de all, a Pátara.

2 Encontramos una nave que hac a la traves a a Fenicia, subimos a bordo y nos hicimos a la mar.

3 Avistamos Chipre y, dejándola a la izquierda, navegamos hacia Siria, hasta atracar en Tiro, donde la nave ten a que descargar su mercanc a.

4 Encontramos a los disc pulos y permanecimos all siete d as. Ellos le dec an a Pablo, por inspiración del Esp ritu, que no subiera a Jerusalén.

5 Pero, cuando se nos acabaron los d as, emprendimos la marcha. Nos acompa aban todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad. Puestos de rodillas sobre la playa, oramos,

6 nos despedimos unos de otros, nosotros nos embarcamos y ellos regresaron a casa.

7 Acabada la traves a mar tima, desde Tiro llegamos a Tolemaida, donde saludamos a los hermanos y estuvimos un d a con ellos.

8 Salimos al d a siguiente y llegamos a Cesarea; entramos en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, y nos quedamos con él.

9 Ten a éste cuatro hijas v rgenes y profetisas.

10 Permanecimos all bastantes d as. Bajó entonces de Judea un profeta llamado Ágabo,

11 que se llegó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: 'Esto dice el Esp ritu Santo: al hombre a quien pertenece este cinturón, lo atarán as en Jerusalén los jud os y lo entregarán en manos de los gentiles'.

12 Al o r esto, le aconsejábamos, tanto nosotros como los habitantes del lugar, que no subiera a Jerusalén.

13 Respondió entonces Pablo: '¿Qué hacéis llorando y partiéndome el corazón? Estoy dispuesto no sólo a dejarme atar, sino a morir en Jerusalén por el nombre del Se or Jesús'.

14 Al ver que no pod amos convencerle, dejamos de insistir diciendo: 'Hágase la voluntad del Se or'.

15 Pasados estos d as y hechos los preparativos, emprendimos la subida a Jerusalén.

16 Vinieron también con nosotros algunos disc pulos de Cesarea que nos presentaron a un tal Mnasón, de Chipre, antiguo disc pulo, en cuya casa nos hospedar amos.

17 Llegados a Jerusalén, nos recibieron con gran satisfacción los hermanos.

18 Al d a siguiente, fue Pablo con nosotros a ver a Santiago. Se hab an reunido todos los ancianos.

19 Tras los saludos, les fue exponiendo una por una las cosas que Dios hab a obrado entre los gentiles por su ministerio.

20 Ellos, al o rle, glorificaban a Dios, y le dijeron: 'Ya ves, hermano, cuántos miles de creyentes hay entre los jud os, y todos ellos se muestran celosos en cumplir la ley.

21 Han o do decir que tú ense as a todos los jud os que viven entre los gentiles a apartarse de Moisés, diciéndoles que no tienen que circuncidar a sus hijos ni vivir según lo establecido.

22 ¿Qué hay de esto? Porque, de todas formas, se van a enterar de tu venida.

23 Haz, pues, lo que te vamos a decir: hay entre nosotros cuatro hombres que tienen que cumplir un voto.

24 Tómalos contigo, purif cate con ellos y paga por ellos la ofrenda, para que se corten el pelo, y as conocerán todos que no hay nada de lo que han o do decir de ti, sino que tú también caminas rectamente observando la ley.

25 Por lo que se refiere a los gentiles que han abrazado la fe, ya les hemos escrito ordenándoles que se abstengan de lo inmolado a los dolos, de la sangre, de lo estrangulado y de la impureza'.

26 Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres y, al d a siguiente, después de haberse purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar cuándo se cumpl an los d as de la purificación y hab a de presentar cada uno la correspondiente ofrenda.

27 Cuando estaban a punto de cumplirse los siete d as, los jud os de Asia, que lo hab an visto en el templo, comenzaron a alborotar al pueblo todo y le echaron mano,

28 gritando: 'Hombres de Israel, ayudadnos. Éste es el hombre que anda ense ando a todos y en todas partes contra el pueblo y la ley y este lugar, hasta el extremo de haber introducido griegos en el templo y profanado este lugar santo'.

29 Hab an visto, en efecto, en la ciudad, con él, a Trófimo de Éfeso, y pensaban que Pablo lo hab a introducido en el templo.

30 Se alborotó la ciudad entera y se produjo una manifestación popular que, apoderándose de Pablo, lo arrastraba fuera del templo. En seguida cerraron las puertas.

31 Ya se dispon an a darle muerte, cuando le llegó al tribuno de la cohorte la noticia de que toda Jerusalén estaba amotinada.

32 Éste movilizó al instante soldados y centuriones y bajó corriendo hacia ellos. Al ver al tribuno y a los soldados, cesaron de golpear a Pablo.

33 Se acercó entonces el tribuno y, apoderándose de él, mandó sujetarle con dos cadenas, al tiempo que trataba de averiguar quién era y qué hab a hecho.

34 De entre la turba cada cual gritaba una cosa distinta. Ante la imposibilidad de llegar a nada cierto por el tumulto, ordenó que lo llevaran al cuartel.

35 Cuando llegó a la escalinata era tanta la violencia de la gente que los soldados tuvieron que llevarlo en vilo,

36 porque le segu a una gran muchedumbre de pueblo gritando: '¡Qu talo de en medio!'.

37 A punto ya de entrar en el cuartel, dice Pablo al tribuno: '¿Puedo decirte una cosa?'. Él le dijo: '¿Pero tú sabes griego?

38 ¿No eres tú el egipcio que hace unos d as suscitó una rebelión y condujo al desierto cuatro mil sicarios?'.

39 Pablo le dijo: 'Yo soy jud o, ciudadano de Tarso, que es una ciudad no despreciable de Cilicia. Perm teme, te suplico, hablar al pueblo'.

40 Y se lo permitió. Pablo, de pie sobre las gradas, hizo se as al pueblo con la mano para que callara. Hecho un gran silencio, se puso a hablar en dialecto hebreo y dijo:

La Biblia Castilla 2003

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