Al ver el Señor que la maldad del ser humano en la tierra era muy grande y que toda inclinación de su corazón tendía siempre hacia el mal,
Jeremías 9:14 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022 Siguieron la terquedad de su corazón; se fueron tras los baales, como les habían enseñado sus antepasados». Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 antes se fueron tras la imaginación de su corazón, y en pos de los baales, según les enseñaron sus padres. Biblia Nueva Traducción Viviente En cambio, se pusieron tercos y siguieron sus propios deseos y rindieron culto a imágenes de Baal, como les enseñaron sus antepasados. Biblia Católica (Latinoamericana) Por eso, así dice Yavé de los Ejércitos, Dios de Israel: 'Yo daré de comer ajenjo a este pueblo y les voy a dar de beber agua envenenada. La Biblia Textual 3a Edicion sino que han andado tras la dureza de su corazón y tras los baales que les enseñaron sus padres. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Por eso, así dice Yahveh Sebaot, Dios de Israel: Aquí estoy: voy a darle de comer a este pueblo ajenjo, y voy a darle de beber agua envenenada. Biblia Reina Valera Gómez (2023) antes se fueron tras la imaginación de su corazón, y en pos de los Baales que les enseñaron sus padres: |
Al ver el Señor que la maldad del ser humano en la tierra era muy grande y que toda inclinación de su corazón tendía siempre hacia el mal,
Pero no obedecieron ni prestaron atención, sino que siguieron la terquedad de su malvado corazón. Por eso hice caer sobre ellos todas las maldiciones de este pacto, que yo había ordenado cumplir, pero que no cumplieron”».
Este pueblo malvado, que se niega a obedecerme, que sigue la terquedad de su corazón y va tras otros dioses para servirlos y adorarlos, será como este cinturón, que no sirve para nada.
“Pero ustedes se han comportado peor que sus antepasados. Cada uno sigue la terquedad de su corazón malvado, en vez de obedecerme.
«¿Cómo puedes decir: “No me he contaminado ni me he ido tras los baales”? ¡Considera tu conducta en el valle! ¡Reconoce lo que has hecho! ¡Camella joven y arisca que corre para todos lados!
Nunca preguntaron los sacerdotes: “¿Dónde está el Señor?”. Los que se ocupaban de la Ley jamás me conocieron; los pastores se rebelaron contra mí, profetizaron en nombre de Baal y se fueron tras dioses que para nada sirven.
Por tanto, así dice el Señor de los Ejércitos contra los profetas: «Haré que coman alimentos amargos y que beban agua envenenada, porque los profetas de Jerusalén han esparcido la impiedad por toda la tierra».
Con los sueños que se cuentan unos a otros pretenden hacer que mi pueblo se olvide de mi nombre, como sus antepasados se olvidaron de mi nombre por el de Baal.
En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: “Trono del Señor”. Todas las naciones se reunirán en Jerusalén para honrar el nombre del Señor y ya no volverán a seguir a su terco y malvado corazón.
Al contrario, seguiremos haciendo lo que ya hemos dicho: Ofreceremos incienso y ofrendas líquidas a la Reina del Cielo, como lo hemos hecho nosotros, y como antes lo hicieron nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros oficiales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. En aquel tiempo teníamos comida en abundancia, nos iba muy bien y no sufríamos ninguna calamidad.
Pero ellos no me obedecieron ni me prestaron atención, sino que siguieron los consejos de su terco y malvado corazón. Fue así como, en vez de avanzar, retrocedieron.
¿Qué hacemos aquí sentados? ¡Vengan, y vámonos juntos a las ciudades fortificadas para morir allí! El Señor nuestro Dios nos está destruyendo. Nos ha dado a beber agua envenenada, porque hemos pecado contra él.
Así dice el Señor: «Por tres pecados de Judá y por el cuarto, no anularé su castigo, porque rechazaron la Ley del Señor y no obedecieron sus estatutos; porque se dejaron descarriar por falsos dioses, tras los que anduvieron sus antepasados.
En la práctica del judaísmo, yo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi celo exagerado por las tradiciones de mis antepasados.
En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza merecedores de la ira de Dios.
Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata,