Judá tendrá siempre en sus manos el cetro y el bastón de mando, hasta que llegue aquel a quien verdaderamente deben los pueblos obediencia.
Mateo 21:5 - Biblia Lenguaje Básico «Decid a la gente de Jerusalén: ¡Mirad, ahí viene vuestro rey! Él es humilde, viene montado en un asno, en un burrito, cría de animal de carga». Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Decid a la hija de Sion: He aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre una asna, Sobre un pollino, hijo de animal de carga. Biblia Nueva Traducción Viviente «Dile a la gente de Jerusalén: “Mira, tu Rey viene hacia ti. Es humilde y llega montado en un burro: montado en la cría de una burra”». Biblia Católica (Latinoamericana) Digan a la hija de Sión: 'Mira que tu rey viene a ti con toda sencillez, montado en una burra, un animal de carga. La Biblia Textual 3a Edicion Decid a la hija de Sión:° He aquí, tu Rey viene a ti, Manso, y sentado sobre un asna, y sobre un pollino, hijo de bestia de carga.° Biblia Serafín de Ausejo 1975 Decid a la hija de Sión: mira que tu rey viene a ti, lleno de mansedumbre y montado en una asna y en un pollino, hijo de una bestia de carga. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Decid a la hija de Sión: He aquí tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, y un pollino hijo de animal de yugo. |
Judá tendrá siempre en sus manos el cetro y el bastón de mando, hasta que llegue aquel a quien verdaderamente deben los pueblos obediencia.
Al verlo, el rey David le preguntó: —¿Y para qué me traes todo esto? Sibá le respondió: —Los burros son para que la familia del rey monte en ellos. Los panes y la fruta son para la gente más joven, y el vino es para los que se queden sin fuerzas en el desierto.
el rey les dijo: —Montad a mi hijo Salomón en mi propia mula y, acompañado de mi escolta real, llevadlo a Guijón.
Salomón reunió una gran cantidad de carros de guerra con sus correspondientes caballos. En las ciudades destinadas para ello y en la propia Jerusalén, tenía mil cuatrocientos carros de guerra y doce mil jinetes.
Dios mío, ¡compadécete de mí! ¡Fíjate en los que me odian! ¡Mira cómo me afligen! ¡No dejes que me maten!
Demos gritos de alegría, habitantes de Jerusalén, porque en medio de nosotros está el Dios único y perfecto, con toda su grandeza».
Súbete a un monte y anuncia esta buena noticia a los habitantes de Jerusalén. No tengas miedo; grita con todas tus fuerzas y di a las ciudades de Judá: «¡Aquí viene nuestro Dios!
Dios ha dado este mensaje a todos los habitantes de la tierra: Decid a la ciudad de Jerusalén que ha llegado su Salvador y que le trae una gran recompensa.
Yo soy el Dios de Israel, y David será su gobernante. Os doy mi palabra de que así será.
Entonces los israelitas obedecerán mis mandamientos, como deben hacerlo. Vivirán para siempre, junto con sus hijos y sus nietos, en la tierra que di a Jacob y a sus antepasados. David será su único rey, su único gobernante.
Solo tendré compasión de los habitantes del reino de Judá. Yo mismo los salvaré, y para ello no necesito soldados a caballo ni arma alguna de guerra.
Dios nos va a abandonar, pero cuando nazca ese rey, los que hayan quedado con vida se reunirán con los demás israelitas.
Veo salir de Israel un conquistador que destruye lo que quede de la capital de Edom».
Haced lo que yo os digo y aprended de mí, que soy paciente y humilde de verdad. De esta manera encontraréis descanso en vuestra vida,
y preguntaron: —¿Dónde está el niño que ha nacido para ser el rey de los judíos? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo.
«Tú, Belén, no eres la menos importante entre las ciudades de Judá, pues de ti nacerá un príncipe, que guiará a mi pueblo Israel».
Los dos discípulos fueron al pueblo e hicieron lo que Jesús les había ordenado.
Luego Jesús les explicó todo lo que las Escrituras decían acerca de él. Empezó con los libros de la ley de Moisés y siguió con los libros de los profetas.
Entonces Natanael respondió: —Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios y el Rey de Israel!
Algunos dicen que soy muy tímido cuando estoy entre vosotros, pero muy valiente cuando estoy lejos. Yo os ruego, por la ternura y la bondad de Cristo, que cuando vaya a veros, no me obliguéis a ser duro con los que nos acusan. Dicen que nosotros hacemos las cosas solo por interés, como lo hace la gente de este mundo.
El rey que haya sido nombrado no deberá poseer grandes cantidades de caballos, ni mucho menos ir a comprarlos en Egipto, porque Dios os prohibió volver a ese país.