David dijo a Natán: —Reconozco que he pecado contra Dios. Natán le contestó: —Por eso mismo Dios te ha perdonado, y no vas a morir.
Lucas 18:13 - Biblia Lenguaje Básico El cobrador de impuestos, en cambio, se quedó un poco más atrás. Ni siquiera se atrevía a levantar la mirada hacia el cielo, sino que se daba golpes en el pecho y decía: «¡Oh Dios! Ten compasión de mí, y perdóname por todo lo malo que he hecho!». Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Biblia Nueva Traducción Viviente »En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”. Biblia Católica (Latinoamericana) Mientras tanto el publicano se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: 'Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador'. La Biblia Textual 3a Edicion Pero el publicano, a distancia, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios, sé propicio a mí, pecador! Biblia Serafín de Ausejo 1975 En cambio, el publicano se quedó a distancia y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Oh Dios! Ten misericordia de mí, que soy pecador'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Mas el publicano, estando lejos, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que golpeaba su pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. |
David dijo a Natán: —Reconozco que he pecado contra Dios. Natán le contestó: —Por eso mismo Dios te ha perdonado, y no vas a morir.
Pero Amón no se humilló ante Dios, como lo había hecho Manasés, sino que se comportó aún peor.
oré así: —¡Dios mío, qué vergüenza! ¡Estoy tan confundido que no sé cómo hablarte! Nuestros pecados son tantos que si los pusiéramos uno sobre otro llegarían hasta el cielo.
Nosotros hemos pecado, y hemos hecho lo malo; hemos cometido tantas maldades como nuestros antepasados.
Dios mío, aunque es grande mi maldad, por todo lo que tú eres te ruego que me perdones.
Y tú, Dios mío, no apartes tu misericordia de mí; que tu amor y tu lealtad me protejan en todo momento.
Venid y discutamos el caso: aunque vuestros pecados os manchen como con tinta roja, yo os dejaré blancos como la nieve; aunque os ensucien de arriba abajo, yo os dejaré como lana blanca.
Entonces exclamé: «¡Ahora sí voy a morir! Porque yo, que soy un hombre pecador y vivo en medio de un pueblo pecador, he visto al rey del universo, al Dios todopoderoso».
Yo hice todo lo que existe, y todo me pertenece. Así os lo aseguro yo, que soy Dios. Yo miro con bondad a los pobres y afligidos que respetan mi palabra.
Nosotros, en cambio, hemos pecado. Nos hemos portado muy mal contigo; hemos vivido como si tú no existieras y te hemos desobedecido.
Felipe, Bartolomé, Tomás y Mateo, el cobrador de impuestos; Santiago, el hijo de Alfeo, y Tadeo;
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas. A ellos les encanta que la gente los vea orar. Por eso lo hacen de pie en las sinagogas y en los lugares por donde pasa mucha gente. Podéis estar seguros de que ya han recibido su premio.
Id y averiguad lo que Dios quiso decir con estas palabras: «Prefiero que seáis compasivos con la gente a que me traigáis ofrendas». Yo no he venido a llamar a los que ya son buenos, sino a los que son pecadores.
Cuando oréis, perdonad todo lo malo que otra persona os haya podido hacer. Así Dios, vuestro Padre que está en el cielo, os perdonará también vuestros pecados.
Cuando entró en una aldea, diez hombres que estaban enfermos de lepra fueron hacia él. Se quedaron un poco lejos de Jesús
Al ver todo eso, la gente que estaba allí se fue llena de tristeza a su casa, pues se sentía culpable.
Al ver esto, Pedro se arrodilló delante de Jesús y le dijo: —¡Señor, apártate de mí, porque soy un pecador!
Todos los que oyeron estas palabras quedaron fuertemente impresionados. Así que preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: —Vosotros sois nuestros hermanos; decidnos qué debemos hacer.
Pero Dios nos demostró su gran amor al enviar a Jesucristo a morir por nosotros, a pesar de que nosotros todavía éramos pecadores.
¡Qué bien que Dios os haya entristecido! ¡Vaya cambio que habéis dado! Así os habéis dado cuenta de mi inocencia y hasta me habéis defendido. También os habéis indignado y habéis tenido miedo de lo que podría suceder. Habéis sentido deseos de verme y habéis castigado al culpable. Con todo esto habéis demostrado que no teníais nada que ver en el asunto.
Esta es una enseñanza que todos deben aceptar: que Jesucristo vino a este mundo para salvar a los pecadores del castigo que merecen, ¡y yo soy el mayor pecador de todos! Pero Dios fue misericordioso conmigo, demostrando así la gran generosidad que Jesucristo tuvo conmigo antes que ningún otro. Lo hizo para que otros sigan mi ejemplo y crean en Cristo para tener vida eterna.
Así que, acerquémonos con confianza al trono de Dios, que tendrá misericordia de nosotros y nos ayudará cuando tengamos alguna necesidad.
Yo les perdonaré todas sus maldades, y nunca más me acordaré de sus pecados».