Yo sé, Dios mío, que tú te das cuenta de nuestras intenciones y que te gusta que seamos sinceros. Por eso siento una gran alegría al comprobar que tanto yo como el pueblo hemos presentado nuestras ofrendas, de buena voluntad y con toda sinceridad.
Lucas 16:15 - Biblia Lenguaje Básico Entonces Jesús les dijo: —Vosotros, delante de la gente, aparentáis ser personas honestas, pero Dios os conoce muy bien. Lo que la mayoría de la gente considera de mucho valor, para Dios no vale nada. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces él les dijo: «A ustedes les encanta aparecer como personas rectas en público, pero Dios conoce el corazón. Lo que este mundo honra es detestable a los ojos de Dios. Biblia Católica (Latinoamericana) Ustedes aparentan ser gente perfecta, pero Dios conoce los corazones, y lo que los hombres tienen por grande lo aborrece Dios. La Biblia Textual 3a Edicion Entonces les dijo: Vosotros sois los que os declaráis justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, porque lo que entre los hombres es sublime, delante de Dios es abominación. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Pero él les dijo: 'Vosotros presumís de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestro corazón; porque lo que los hombres estiman, lo abomina Dios. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen en alta estima, delante de Dios es abominación. |
Yo sé, Dios mío, que tú te das cuenta de nuestras intenciones y que te gusta que seamos sinceros. Por eso siento una gran alegría al comprobar que tanto yo como el pueblo hemos presentado nuestras ofrendas, de buena voluntad y con toda sinceridad.
escúchalo desde el cielo, que es donde vives, y perdónalo. Pero examina y da a cada uno lo que merece, pues solo tú conoces de verdad a todas las personas.
El malvado presume de sí mismo, el ambicioso habla mal de Dios y lo desprecia.
Aunque alguien sea muy rico, no vivirá para siempre; al fin le espera la muerte como a cualquier animal.
pues cuando se mueran no van a llevarse nada, sus riquezas no los acompañarán.
Tú, Dios mío, eres el juez de los pueblos: ¡júzgame, pues, como merezco, teniendo en cuenta que soy inocente!
Dios no soporta a los orgullosos, y una cosa es segura: no los dejará sin castigo.
Únicamente yo, el Dios de Israel, conozco los corazones humanos y examino su interior para dar a cada uno según su conducta.
Habéis dicho también que los orgullosos viven felices y que a los malvados siempre les va bien; nunca les pasa nada malo, ni siquiera cuando ofenden a Dios y lo ponen a prueba.
Todo lo hacen para que la gente los vea y los admire. Por eso escriben frases de las Escrituras y las guardan en cajitas de cuero o se las atan en la frente y en los brazos. Cada vez hacen más grandes esas cajitas y ponen a su ropa flecos más anchos que los demás.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como hacen los hipócritas. A ellos les gusta que la gente sepa que están ayunando. Os aseguro que esos ya han recibido su premio.
Si uno de vosotros socorre a un necesitado, que no se ponga a publicarlo en las sinagogas ni en los lugares por donde pasa la gente; eso lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las plazas, para que la gente los alabe. Os aseguro que esos ya han recibido su premio.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas. A ellos les encanta que la gente los vea orar. Por eso lo hacen de pie en las sinagogas y en los lugares por donde pasa mucha gente. Podéis estar seguros de que ya han recibido su premio.
Pero el maestro de la Ley, para justificar su pregunta anterior insistió: —¿Y quién es mi prójimo?
Pero Jesús le dijo: —Vosotros los fariseos os laváis por fuera, pero por dentro sois malos, no ayudáis a nadie y robáis a la gente.
El fariseo, de pie, oraba así: «¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres. Ellos son ladrones y malvados, y engañan a sus esposas con otras mujeres. ¡Tampoco soy como ese cobrador de impuestos!
Os digo que cuando el cobrador de impuestos volvió a su casa, Dios ya lo había perdonado, pero al fariseo no. Porque Dios humillará a los que se creen importantes y, en cambio, engrandecerá a los que se humillan a sí mismos.
Él líder judío dijo: —He cumplido todos esos mandamientos desde que era un niño.
Una vez, Jesús hablaba con unas personas, de esas que se creen muy buenas y que siempre están despreciando a los demás. Jesús les contó esta parábola:
Los enemigos de Jesús querían arrestarlo y entregarlo al gobernador romano. Pero, como no tenían de qué acusarlo, enviaron unos espías para que se hicieran pasar por personas buenas y estuvieran atentos a ver si Jesús decía algo incorrecto.
Son los que quitan a las viudas sus casas, y luego hacen oraciones muy largas para que todos piensen que son gente buena. Pero Dios los castigará con más dureza que a los demás.
Por tercera vez le preguntó Jesús: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se puso muy triste porque le había preguntado tres veces si le quería. Entonces le contestó: —Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: —Cuida de mis ovejas.
Cuando traicionó a Jesús, fue y compró un terreno con el dinero que le dieron por la traición. Pero luego se lanzó de cabeza y se estrelló contra el suelo.
Luego todos oraron así: —Señor, tú conoces perfectamente cómo es cada uno por dentro. Por eso, te rogamos que nos muestres a quién de estos dos has elegido
Y Dios, que conoce nuestros pensamientos, ha demostrado que también ama a los que no son judíos, pues les ha dado el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros.
El simple cumplimiento de la ley no nos hace inocentes ante Dios; la ley solo sirve para que reconozcamos que somos pecadores.
Y Dios, que conoce todos nuestros pensamientos, sabe lo que el Espíritu Santo quiere decir. Porque el Espíritu ruega a Dios por su pueblo santo, y sus ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere.
Por eso, no culpéis a nadie antes de que Jesucristo vuelva. Cuando él venga, dará a conocer todo lo que está oculto y todo lo que piensa cada uno de nosotros. Entonces Dios nos dará a cada uno el premio que merezcamos.
Del mismo modo vosotros, los jóvenes, debéis obedecer la autoridad de los líderes de la Iglesia. Todos debéis trataros con humildad, pues las Escrituras dicen: «Dios se opone a los orgullosos, pero brinda su ayuda a los humildes».
Pero Dios le dijo: —Samuel, no te fijes en su apariencia ni en su gran estatura. Este no es mi elegido. Yo no me fijo en las apariencias; yo me fijo en el corazón.