De todos los animales y aves válidos para que me puedan ser ofrecidos, llévate contigo siete parejas, es decir, siete machos y siete hembras, para que se conserve su especie sobre la tierra. De los animales que no sirven como ofrenda, llévate solo una pareja.
A continuación, Noé construyó un altar para adorar a Dios. Tomó entonces algunos de los animales y aves válidos para ser ofrecidos a Dios en sacrificio, y en su honor los quemó sobre el altar.
Y recordad también que debéis distinguir entre los animales puros y los impuros para que no os contaminéis con ningún animal, ave o reptil que se arrastra sobre el suelo y que yo os he señalado como impuros.
Por eso, no hagáis caso de enseñanzas extrañas que no tienen nada que ver con lo que Jesucristo nos enseñó. Esas reglas acerca de lo que se debe comer y de lo que no se debe comer, nunca han ayudado a nadie. Lo verdaderamente importante es que Dios nos fortalezca con su gracia.