Tú tendrás una vejez tranquila, morirás en paz y serás sepultado junto con tus antepasados.
Jueces 2:10 - Biblia Lenguaje Básico Murieron también todos los israelitas de su época; por eso los que nacieron después no sabían nada acerca del Dios verdadero ni de lo que él había hecho en favor de los israelitas. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel. Biblia Nueva Traducción Viviente Después de que murieron todos los de esa generación, creció otra que no conocía al Señor ni recordaba las cosas poderosas que él había hecho por Israel. Biblia Católica (Latinoamericana) Cuando esa generación a su vez fue a reunirse con sus padres, le siguió otra generación que no conocía a Yavé ni sabía lo que éste había hecho por Israel. La Biblia Textual 3a Edicion Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Pero después de ellos se levantó otra generación que no conocía° a YHVH, ni las obras que Él había hecho por Israel. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Cuando toda esta generación fue a reunirse con sus padres, surgió después otra que no conocía a Yahveh, ni sus obras en favor de Israel. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y toda aquella generación fue también recogida con sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación, que no conocía a Jehová, ni la obra que Él había hecho por Israel. |
Tú tendrás una vejez tranquila, morirás en paz y serás sepultado junto con tus antepasados.
Ismael vivió ciento treinta y siete años, y cuando murió fue enterrado junto a sus antepasados.
y gozó de buena salud hasta el día en que murió y fue a reunirse con sus antepasados.
Después de dar estas instrucciones a sus hijos, Jacob se encogió en la cama, murió y fue a reunirse con sus antepasados.
Después de tu muerte, yo haré que uno de tus hijos sea el rey de mi pueblo.
—Salomón, hijo mío, reconoce que el Dios de tu padre es el verdadero Dios y sírvelo con todo tu corazón y de buena gana. Porque Dios conoce las intenciones de todos y penetra los pensamientos más íntimos. Si lo buscas, él se dejará encontrar; pero si lo abandonas, él te rechazará para siempre.
Años después, subió al trono de Egipto un nuevo rey. Como ese rey no sabía nada de lo que José había hecho por Egipto,
Pero el faraón contestó: —¿Y quién es ese Dios? ¿Por qué tendría yo que obedecerlo? ¡No conozco a ningún Dios de los israelitas, ni tampoco voy a dejar que os vayáis!
En vuestras fiestas se oye música de arpas, tambores y flautas, y el vino corre en abundancia; pero no tenéis para nada en cuenta todo lo que Dios ha hecho.
Protegió al pobre y al necesitado, y por eso le fue bien en todo. ¡Eso sí que es conocerme!
Ya no hará falta que unos sean maestros de otros, y que les enseñen a conocerme, porque todos me conocerán, desde el más joven hasta el más viejo. Yo les perdonaré todas sus maldades, y nunca más me acordaré de sus pecados. Soy yo, Dios, quien lo asegura.
Porque así dice Dios: Este pueblo es como arco trenzado que solo dispara flechas engañosas; reina la mentira y no la verdad, cometen maldad tras maldad y no me reconocen como su Dios.
Nadie confía en nadie, ni siquiera en su propio hermano, porque nadie dice la verdad. Todos desconfían de todos, porque entre hermanos se engañan y hasta entre amigos se mienten. ¡Están acostumbrados a mentir, y no se cansan de pecar! Es un pueblo que se niega a reconocerme como su Dios. Soy yo, Dios, quien lo asegura.
La verdad es que David cumplió en su vida todo lo que Dios le ordenó. Pero luego murió y fue enterrado en la tumba de sus antepasados, y su cuerpo se descompuso.
Y Dios dijo a Moisés: —Muy pronto morirás. Cuando eso suceda, los israelitas dejarán de obedecerme y adorarán a los dioses falsos de la gente que vive en este territorio. Me abandonarán y no cumplirán el pacto que hemos hecho.
Dicen que conocen a Dios pero, cuando vemos el mal que hacen, sabemos que eso no es cierto. Son gente odiosa y rebelde, incapaz de hacer algo bueno.
Mientras vivió Josué, los israelitas obedecieron solo al Dios de Israel, su Dios. Después que murió Josué, el pueblo permaneció fiel a Dios. Pero solo lo hizo mientras vivieron los jefes que sabían todo lo que Dios había hecho a favor de ellos.
Los hijos de Elí eran unos malvados y no respetaban ni obedecían a Dios. Hacían cosas terribles con las ofrendas que la gente llevaba al santuario. Por ejemplo, la Ley de Dios decía que, al presentar las ofrendas, primero se debía quemar la grasa del animal y luego darle al sacerdote una porción de la carne. Sin embargo, cuando la gente apenas comenzaba a quemar la grasa, venía un sirviente de los hijos de Elí y le decía al que presentaba la ofrenda: —Dame la carne que le toca al sacerdote, para que yo se la prepare. Debo llevarla cruda porque el sacerdote no la quiere ya cocida. A veces alguien contestaba: —Déjame quemar primero la grasa, y luego te llevarás lo que gustes. Pero el sirviente le respondía: —Si no me la das ahora, me la llevaré por la fuerza. Muchas veces el sirviente llegaba con un tenedor, lo metía en la olla donde se estaba cocinando la carne, y todo lo que sacaba era para los hijos de Elí.