¡Qué grande eres, Dios mío! ¡Todo lo que de ti sabemos es verdad! ¡No hay ningún otro Dios como tú,
Éxodo 8:6 - Biblia Lenguaje Básico —¡Que se vayan mañana mismo! —contestó el faraón. —Pues así se hará —dijo Moisés—. Mañana mismo se retirarán de tu palacio, de las casas de los egipcios, se quedarán solo en el río y ya no molestarán más a tu pueblo. Así sabrás que no hay otro Dios como el Dios de Israel. Plis vèsyonBiblia Reina Valera 1960 Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto. Biblia Nueva Traducción Viviente Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, ¡y salieron ranas que cubrieron todo el territorio! Biblia Católica (Latinoamericana) Faraón respondió: 'Mañana. 'Bien dijo Moisés-, lo haré como tú pides, para que sepas que no hay nadie como Yavé, nuestro Dios. La Biblia Textual 3a Edicion Y Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron las ranas, y cubrieron la tierra de Egipto. Biblia Serafín de Ausejo 1975 'Mañana' -contestó el Faraón-. Respondió Moisés: 'Sea como dices; para que sepas que no hay otro como Yahveh, nuestro Dios, Biblia Reina Valera Gómez (2023) Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto. |
¡Qué grande eres, Dios mío! ¡Todo lo que de ti sabemos es verdad! ¡No hay ningún otro Dios como tú,
y oró así: —Dios de Israel, ni en el cielo ni en la tierra hay otro que se pueda comparar contigo. Tú cumples tu pacto y amas profundamente a los que te obedecen de corazón.
Todo Egipto se llenó de ranas que llegaron a invadir hasta las habitaciones del faraón.
Dios mío, no hay entre todos los dioses uno que sea como tú y que haga lo que tú haces.
Desde siempre y hasta siempre, desde antes de que crearas las montañas, la tierra y el universo, tú eres Dios.
Así podrás contarles a tus hijos y a tus nietos cómo castigué a los egipcios y los prodigios que hice en medio de ellos. Así sabrán que yo soy el Dios de los israelitas.
Dios mío, ¡no hay otro Dios como tú! ¡Solo tú eres santo! ¡Solo tú eres poderoso! Tú has hecho grandes maravillas.
Así pues, Dios dijo a Moisés: —Manda a Aarón que tome su vara y que extienda su brazo sobre todos los ríos, arroyos, lagunas y depósitos de agua que hay en Egipto, para que se conviertan en sangre. Porque todas las aguas del país de Egipto, incluso el agua guardada en los recipientes de piedra y de madera, se convertirán en sangre.
De lo contrario, esta vez enviaré todos mis castigos contra él, contra sus consejeros y contra todo su pueblo, porque no hay en toda la tierra otro Dios como yo, y se lo voy a demostrar.
Moisés le contestó: —Voy a demostrarte, majestad, que nuestro Dios es el dueño de toda la tierra. En cuanto salga de la ciudad, levantaré mis brazos a Dios, y cesarán la tormenta y el granizo.
Vosotros sois mis testigos —yo, que soy Dios, os lo aseguro— y mis siervos a quienes elegí para que me conocierais y creyerais en mí, y comprendierais que yo soy el único Dios; ningún otro ha habido antes y tampoco lo habrá después.
Bien saben nuestros enemigos que sus dioses no tienen poder; ¡el poder es de nuestro Dios!
Y para terminar, Moisés dijo: «¡Israelitas, no hay otro Dios como vuestro Dios! Dios cabalga majestuoso sobre las nubes del cielo para venir en vuestra ayuda.
Entonces vi que de la boca del dragón, de la boca del monstruo y de la boca del falso profeta salieron tres espíritus malos que parecían sapos.